12.2.05

ya está

Bueno, ya está. Me refiero a la boda. Ahora lo explico. El jueves 10 (segundo día del ANL o Año Nuevo Lunar) voy a la desayunería de la tía de Chen. Allí se encuentran un montón de familiares que me reciben con cariño y alegría: sus tíos, dos primas, las dos sobrinas, la hermana menor Hsiu Ching que vive cerca de Taipei (en Jhongli) y el marido de ésta, que acaba de cambiar oficialmente hace poco su nombre chino (es el segundo caso que conozco).

Primer inciso: eso de que somos seres poligonales o poliédricos y que en la interacción con otras personas a cada una le presentamos una arista o cara diferente de las muchas que tenemos, lo llevan a la práctica taiwaneses y chinos en general en el empleo de los nombres. Aquí uno no se llama simplemente "Fulano (de Tal y de Cual)"; tus hermanos o hermanas mayores o menores te llamarán "keke", "titi", "yieyie" o "meimei" (palabras que significan respectivamente: hermano mayor / menor; hermana mayor / menor) según corresponda; distintos familiares utilizarán cualquier otra de las múltiples palabras con que cuenta el chino para expresar cada matiz en las relaciones de parentesco; los amigos, colegas, jefes o subordinados usarán motes o apelativos que comiencen, por ejemplo, por las palabras "viejo", "pequeño" o "hermano" seguidas (o precedidas) de tu apellido. Es decir, a cada persona le corresponde un gran número de nombres según quien se dirija a ella y en qué situación.

Continúo. Después de desayunar nos vamos todos (tía y primas incluidas) a casa de los padres de Chen. Les entrego unos regalos de Año Nuevo así como los sobres rojos con que se felicitan las fiestas en la cultura china (llevan dinero dentro; no dinero fantasma como el que se quema en los templos, sino del bueno, el que se cambia por euros), lo que me obliga a insistir en chino para que los acepten, ayudado por el resto de la parentela que se supone que han venido a desbrozar el terreno. Almorzamos juntos y después les anuncio que Chen y yo vamos a casarnos el día 16 y les invito a asistir a la boda. A partir de este preciso instante me recuesto cómodamente en el sofá ya que la conversación pasa al común de los presentes, a saber: Chen, sentada a mi lado, sus padres y el resto de la familia, cada uno de los cuales tercia en la discusión con gran variedad de ideas, opiniones y sugerencias. Dados mis conocimientos escasos de chino y nulos de taiwanés y hakka o hoklo, yo me abstengo y me dedico a la meditación contemplativa.

El resultado es que renunciamos a la idea de celebrar la ceremonia en la iglesia de Chen para no complicar más las cosas. Nos limitaremos al trámite de recoger las firmas necesarias para presentarlas en el juzgado, y el banquete tendrá lugar en agosto. Así que habrá fotos vestidos de blanco, pero no de la boda propiamente dicha sino de las que hace un fotógrafo de la agencia un día diferente para la confección del álbum de fotos (en propiedad, libro) que se muestra a quienes asistan al banquete junto con una foto ampliada de los esponsales.

Segundo inciso: en Taiwán no es necesario oficiar o celebrar el matrimonio civil en un juzgado o ayuntamiento. Se rellena un documento (que te proporcionan, por ejemplo, las mencionadas tiendas pre-para-nupciales, si bien con ciertos aditamentos supuestamente románticos y valentinescos) y se pide a varios testigos que lo avalen mediante su firma, firma que en realidad consiste en la estampación en tinta roja de un sello individual e intransferible de madera o piedra. No importa dónde se desarrolle el acto: puede ser en casa o en un restaurante, después sólo hace falta validarlo o registrarlo ante el funcionario correspondiente. Cada taiwanés tiene al menos un sello, pero puede tener uno para el banco, otro para cartas personales, para votar etc. Su falsificación equivale a un delito de imitación de firma o suplantación de personalidad. Yo me hice uno de madera como curiosidad o recuerdo en mi primera visita a la isla, hace tres años, y Chen me regaló luego uno de piedra; ahora resulta que, más que útiles, me son necesarios.

Por la tarde Chen y yo desaparecemos del mapa unas cuantas horas. Volvemos a la casa de los padres y cenamos en familia. Luego nos vamos a un bar y decidimos estampar nuestros dos sellos personales en el documento. Nos hacen falta seis más.

Por la mañana del día 11 vuelvo a casa de los padres y les comunico que vamos a llevar las firmas al juzgado el lunes 14. El padre asiente y poco después estampamos su sello y el de su esposa. Por la tarde pedimos a varios amigos más que hagan lo mismo y, por último, esta mañana, conseguimos el sello que faltaba, el octavo. Ahora mismo acabo de volver de cenar en su casa una vez más, lo que supongo que significa que las cosas van por buen camino.

Salvo que hubiera algún problema de tipo burocrático el próximo lunes, podemos decir que ya nos hemos casado. Os lo cuento ahora porque el jueves nos vamos a Japón hasta el día 3 de marzo (del 3 al 6 estaremos en Taipei) y probablemente no entre ni mucho ni poco en internet.

Ah, en "El País" de hoy publican un artículo de una sinóloga (es decir, chinóloga) que dice que la verdadera religión de los chinos es el culto a los antepasados. ¿Alguien me lo puede guardar, copiar, enviar? [Ya lo tengo.]

Por último, una costumbre muy taiwanesa es la de que la gente se descalce al llegar a una casa. Al contrario que en Finlandia, donde luego se deambula de puertas adentro en calcetines o a pelo, aquí uno deja los zapatos fuera, como si de una mezquita se tratase, y se calza unas chanclas o alpargatas. Ahora bien, en algunas casas hay que repetir la operación al entrar en el cuarto de baño, donde disponen de otros pares de chancletas o chinelas particulares. Anoche cené en la casa tradicional de una familia hakka, en el patio exterior, a la fresca, y para ir al servicio tuve que cambiar mi calzado al entrar en la casa, al cruzar el patio interior y al pasar al mingitorio (y vuelta).

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