14.2.05

petardos y cohetes

El único comentario que me merecen los petardos de ETA en ARCO es señalar el acierto de El Roto al enmarcarlos en una de sus viñetas. Por si los del COI no tenían suficiente para descartar la candidatura olímpica de Madrid (que el ayuntamiento y el gobierno se la metan por donde les quepa, por cierto, porque a los madrileños tampoco nos han consultado sobre esta cuestión) ahora se quema el rascacielos Windsor. Me avisó mi hermano Carlos en un e-mail y luego lo he seguido por internet y por las imágenes emitidas en uno de los telediarios taiwaneses. Si mis conocimientos de inglés no me traicionan, podríamos decir ambigua y lacónicamente: fire works (es decir, tanto "fuegos de artificio" como "el fuego trabaja, o funciona"). Supongo que debería haberme dado pena, ya que la construcción del Windsor (creó que llevó unos 7 años levantarlo, con sus 31 pisos y 106 metros de altura) fue el motivo determinante para que mi padre, que dirigió los trabajos como jefe de obras de la constructora Agromán, se llevara a la familia de Badajoz a Madrid. Como dice mi hermana Beatriz, mejor que mi padre no haya podido ver como se consumía en 17 horas la obra de la que estuvo más orgulloso y que consideraba la culminación de su carrera profesional. A mí, la verdad, casi me ha producido más alegría que pena: confirma que las personas podemos vivir más tiempo que estos horribles edificios de mierda (es decir, de acero, vidrio y hormigón, o, como escribió mi amigo islandés Baldur Ragnarsson en uno de sus poemas, "acero / vidrio / piedra / todo artificial / superficial y falso"). Por casualidad, ayer mismo por la tarde subimos con unos amigos al mirador en el piso 74 (a 295 m del suelo) de los 85 que tiene el rascahuevos más alto de Kaohsiung (datos para el turista: el ascensor tarda en bajar 45 segundos y alcanza una velocidad de 600 m/s). Es cierto que la estructura del Windsor, de hormigón armado y no de acero como las Torres Gemelas de Nueva York, ha aguantado estupendamente, sin derrumbarse, las altas temperaturas, con lo cual, en vez de una "zona cero" (denominación que en propiedad corresponde a la del lugar devastado por una bomba atómica, y por usurpación de sentido al solar del World Trade Center) tendremos que conformarnos con una "zona cuatro con cinco" (insuficiente por los pelos). Desmontar el esqueleto del edificio puede que resulte más caro y trabajoso que construirlo, como parece haber sido el caso también del cercano viaducto de Cuatro Caminos o de cualquiera de las centrales nucleares que en el mundo han sido. Anoche, en el edificio Splendor de Kaohsiung, pensaba en la obsolescencia programada de estas torres fálicas (por lo del Falo de Alejandría), que cada cierto número de años necesitan un lifting, una muda, un transplante que les devuelva la belleza efímera de sus primeros días, y que en el imaginario de la ciencia ficción antiutópica de nuestros tiempos forman parte de un paisaje de ruinas corroídas por el óxido.

No hay comentarios: