27.6.10

Todo nada

A partir de un cierto punto ya no hay vuelta atrás.
Hay que llegar a ese punto.

Franz Kafka


Con esta cita comienza la novela Todo nada, de la joven narradora mexicana Brenda Lozano, de la que os hablaba en una entrada de este blog de noviembre del año pasado, novela que empecé a leer ayer y que he terminado esta misma tarde.


Pues bien, Brenda Lozano ha estado unos días en Madrid para participar en un encuentro con (y de) nuevos narradores latinoamericanos, a cuya última jornada asistimos Chen y yo mientras la mayor parte de los españoles veían el partido de fútbol España-Chile, el viernes pasado. Fue interesante descubrir que, salvo en el caso de ciertos autores consagrados en vida (el primer nombre que se me ocurre es el de Bolaño, cuyas obras no he leído; o el infumable Ruiz Zafón) y cuyas obras se distribuyen tanto en España como en diversos países de América Latina, la mayoría de escritores tienen una distribución limitada a uno o dos millares de ejemplares como máximo y en el propio país en el que escriben. Todo nada, por ejemplo, ha sido publicada por la editorial Tusquets, pero Tusquets México, no la editorial hermana española, razón de que de momento no se distribuya ni, que yo sepa, pueda encontrarse en nuestro país.

Brenda (la llamaremos por su nombre de pila como incipientes amigos que creo que somos) nos regaló y dedicó un ejemplar de la novela. No voy a describirla ni contaros su argumento en detalle (salvo que trata de la relación entre un anciano gastroenterólogo mexicano y su nieta ya adulta, relatada por ella misma), simplemente os la recomiendo, tiene fuerza y... No sigo. En su lugar, cito a continuación el primer párrafo del capítulo 31 (p. 130) que, sin ser en absoluto representativo, sí que se presta a citarlo sin más explicaciones.


"Me echo en el sofá. Observo la televisión. Cambio de un canal a otro. Un documental. Un gorila en un documental. Un narrador español habla del gorila. Un gorila de montaña. Doscientos cincuenta kilos. Macho de espalda plateada. Duerme diez horas. Un gorila que pasa catorce horas echado en una piedra. No hace nada, dice el narrador, más que descansar. Pero, desde mi punto de vista, hace todo: se echa en una piedra todo el día y juega con una rama. Juega con una rama, la mastica. ¿Cuáles son las expectativas que tiene un narrador de documentales? ¿Acaso el narrador de documentales compara a un gorila con sus actividades semanales? ¿Si el primate fuese al banco, a la oficina, a una junta, el narrador se expresaría mejor de él? El gorila mastica lentamente. Exhala lento. Pareciera que no tolera la voz del narrador, pareciera que, de tenerlo enfrente, deglutiría al narrador."


En fin, a ver si se edita también aquí esta novela, os hacéis con ella y os gusta... De las lecturas por parte de diferentes autores que amenizaron con ellas el final de la jornada, me gustó y divirtió en particular un cuento del colombiano Nelson Calderón, al parecer inédito, sobre un loro que no habla... hasta que se decide a hacerlo. Si alguien encuentra ese texto, le agradeceré que me lo comunique. Y eso es todo por hoy, amigos.




21.6.10

solsticio


Sólo quería recodaros que hoy es el día más largo del año (el solsticio de verano). A partir de mañana los días se irán haciendo poco a poco cada vez más cortos y oscuros, la noche y las tinieblas extenderán su lúgubre manto sobre nuestras cabezas y nos cagaremos de frío. Feliz navidad,

Jorge

18.6.10

subvencionar el despido

Excelente carta al director en El País de hoy (no me extraña que los del PP con Aznar y Rajoy a la cabeza permanezcan tan calladitos, de lo contentos que están).

Que la crisis nos sea leve...




Subvencionar el despido

Raúl Gómez Sánchez - Arce, Cantabria - 18/06/2010

Todavía no puedo dar crédito a lo escuchado a María Teresa Fernández de la Vega y a Celestino Corbacho. Hasta ahora había oído hablar de subvenciones estatales a las empresas para impulsar el I+D, porque se supone que el resultado del I+D es bueno para su crecimiento y el de su empleo.
También oí hablar de subvenciones a las empresas para impulsar su internacionalización; era de suponer que el aumento de sus exportaciones a todos nos beneficiaba, particularmente a través de su crecimiento y el de su empleo.
Siempre he oído hablar de subvenciones a las empresas para facilitarles el emprender acciones beneficiosas para su salud económica con el fin de mantener y crear empleo, y no cualquier empleo, sino empleo de calidad.
Pero hoy es la primera vez que oigo hablar de una subvención a las empresas para facilitarles el despido de sus trabajadores, concretamente, entre todos pagaremos ocho de los días de indemnización que le tocaba pagar al empresario por el despido de un trabajador en cualquiera de sus modalidades.
La indemnización por despido no es únicamente una compensación económica al trabajador, que se ha dejado la piel y lo mejor de su vida en una empresa, cuando esta se desentiende de él y le abandona a su suerte; también es un instrumento para disuadir al empresario de hacerlo. El Gobierno de Zapatero ha inventado la medida más antisocial que nadie pudo imaginar. Subvencionar el despido.

17.6.10

matanza de delfines en Taiji, Japón

Al entrar en una sala de cine abandona uno los trajines y ajetreos de la vida urbana para sumergirse en un espacio más allá del tiempo y las dimensiones habituales, como un templo. Ver un vídeo o un DVD en casa no es comparable a la experiencia de contemplar una película en la oscuridad del cine, solo ante la pantalla, dejándote llevar (perdón por la sarta de topicazos).



Es lo que he hecho esta media tarde, dejarme arrastrar al interior de los cines Verdi para ver el documental The Cove (la cala, o caleta), sobre la matanza de miles de delfines que, cada mes de septiembre, comienza en la aldea pesquera de Taiji, Wakayama, Japón. Masacre cuyo principal objetivo no es la carne de delfín (que, por otra parte, contiene demasiado mercurio), que también, sino la lucrativa venta de delfines a acuarios de todo el mundo donde malvivirán en cautividad, en cautiverio. Sólo os diré que la película muestra el difícil proceso, los diversos intentos de sortear todo tipo de obstáculos para rodar imágenes de una matanza que los habitantes de Taiji pretenden mantener en secreto, hasta el punto de que muchos japoneses de otros lugares desconocen que tenga lugar.



Os recomiendo ver este documental antes de que lo quiten, porque no tiene desperdicio. Desde las imágenes de los delfines nadando en libertad, la explicación de por qué han sido condenados a crueles espectáculos circenses, así como las acciones y palabras de personajes no sólo deleznables (como algunos japoneses que, desde sus puestos de trabajo de mayor o menor categoría, se empeñan en ejecutar, ocultar o justificar esa salvajada) sino también admirables, como el principal protagonista humano de la película, Ric O'Barry, capaz de asumir (es decir, reconocer e intentar reparar) errores cometidos hace varias décadas, el director Louie Psihoyos y el equipo de activistas que los acompañan (como bien dice uno de ellos, sólo se puede ser activista o inactivista).

Os dejo con un par de enlaces así como una canción del genial David Bowie o una extraña selección de música vagamente relacionada con el tema de esta entrada.





Ah, sí: no dejéis de ver las últimas imágenes, después de los créditos.

4.6.10

el racismo israelí

John Brown

"Una flotilla contra el racismo"

Que Israel es un Estado racista es algo que no debiera suscitar ninguna duda a poco que se atienda a lo que racismo significa. Suele sostenerse, en efecto, en coincidencia con los propios racistas, que el racismo consiste en considerar que existen razas humanas superiores y otras inferiores. Se afirma incluso, con algo más de acierto, que racismo es afirmar la existencia de razas. Frente al primer tipo de racismo, la conciencia humanitaria democrática más ingenua se rebela afirmando que todas las razas son iguales. Frente al segundo, una forma de conciencia democrática con cierto baño de ciencia sostiene que las razas no existen. El problema de estas respuestas es que eluden el núcleo mismo del racismo: la primera, porque acepta la problemática manifiesta del racismo y su discurso entre biológico y cultural sobre las razas; la segunda, porque, aun teniendo científicamente razón en la negación de la existencia de las razas humanas, no es capaz de dar cuenta del fundamento en que se basa la práctica efectiva de los racistas. Y es que el terreno mismo de la raza como espacio discursivo es una mera forma sintomática del racismo que por sí misma no nos permite acceder a lo que éste es en tanto que práctica real. Esto no significa que el racismo biológico no tenga importancia, particularmente en el racismo colonial israelí, pues una experta percepción biológica de los rasgos físicos de los individuos es lo que ha permitido, por tomar un ejemplo reciente y sangriento, a la armada israelí disparar sólo a los pasajeros y tripulantes más "morenos" del Mavi Marmara evitando matar europeos. Como sabemos, sin embargo, el ejército israelí no ha dudado tampoco en asesinar a personas de origen europeo e incluso a judíos cuando estos se interpusieron entre sus armas y excavadoras y la población palestina. La práctica israelí del racismo no se limita al racismo "biológico".

El Estado israelí es racista, no -o no sólo- porque haya decretado la inferioridad racial y cultural de la población palestina, sino porque mucho antes había decretado que esta no existe. Los fundadores del sionismo habían definido a Palestina como "una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra"; como el vacío geográfico y demográfico en que podría realizarse una utopía. En este contexto Theodor Herzl publicará su relato Altneuland, en que describe, ignorando prácticamente toda vida árabe en Palestina el viejo nuevo mundo de un Israel redivivo tras su desaparición en la antigüedad. Como siempre ocurre con las utopías, la de Herzl necesitaba una tierra virgen o, mejor aún, un lugar que no es un lugar, un lugar que no existe realmente pues reponde a imperativos contradictorios: que sea Paletina, pero no la Palestina real poblada mayoritariamente por árabes. La tierra que buscaba Herzl no existía en el mundo real y mucho menos podía corresponder a la Palestina histórica donde desde siglos se había venido desarrollando uno de los polos más importantes de la civilización árabe. Palestina era una tierra cuyos campos y ciudades distaban de estar despoblados. Los sionistas decidieron con todo ignorar la realidad; primero con el apoyo del Barón Rotschild quien financió importantes implantaciones judías en Palestina y posteriormente mediante la imprescindible ayuda de la potencia tutelar británica que reconoció el derecho de los judíos a tener un "hogar nacional" en Palestina mediante la declaración Balfour. Todo ello burlando el derecho internacional en nombre del carácter "semicivilizado" del pueblo árabe. La deportación masiva de judíos alemanes a Palestina negociada por los sionistas con el mismísimo Eichmann fue otra etapa importante e ignorada de la ocupación de Palestina. La proclamación unilateral del Estado de Israel y de su independencia en 1948 unida a la expulsión de centenares de miles de palestinos árabes marcó, sin embargo, un salto cualitativo: desde entonces el Estado de Israel, Estado sin constitución y sin fronteras definidas no ha hecho más que realizar su promesa fundacional, hacer verdad la mentira en que se basa. Desde 1948 la colonización de tierras palestinas ha proseguido sin interrupción hasta hoy a través de las guerras y del cínico e infinito "proceso de paz". El resultado es la transformación de la tierra árabe palestina en un archipiélago de "bantustanes" perfectamente comparable a la Sudáfrica del apartheid. La gran diferencia con la Sudáfrica del apartheid es, sin embargo, que a Israel no le basta con explotar a los palestinos: su objetivo es que la existencia de estos se identifique progresivamente con el vacío auspiciado por los primeros sionistas.

Para ello, el método privilegiado por Hitler para convertir a Polonia en "una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra" (en este caso el alemán) no se lo pueden permitir quienes dicen representar a las víctimas del Holocausto. Es necesario por consiguiente, sin llegar a la solución final hitleriana, recurrir a dos de los recursos que el nacionalsocialismo había utilizado con éxito: el gueto y el campo de concentración. Estas instituciones de encierro y de degradación cumplen en la práctica sionista, como en la práctica general del racismo, un papel fundamental: el de servir de matriz a la producción de la "raza" como "raza inferior" y degenerada. Nada mejor que concentrar en un recinto cerrado a un grupo de personas en situación de extrema indefensión y miseria para que aparezcan como una raza inferior, sucia, inculta, enferma, fanática. No de otro modo veían los nazis del Gobierno General de Polonia a los judíos del gueto de Varsovia. "Sólo es una rata" dijo Frank, el procónsul nazi de Polonia, a Curzio Malaparte cuando este vio cómo disparaban los soldados de su escolta a un niño judío miserable que había salido del gueto por una agujero abierto debajo del muro. Otros vieron cómo en Hebrón balas del ejército israelí abatían a tiros a un niño palestino por el espantoso crimen de llevar a casa un melón comprado en una tienda. Probablemente pasara por la cabeza del valiente soldado israelí la misma reflexión de Frank en Varsovia. Mediante estos dispositivos de encierro el racismo biológico verifica sus propios diagnósticos y hace del pueblo declarado inferior una forma de vida débil y enferma que constituye un peligro de infección y de contagio para la vida sana del pueblo elegido.

Como sostiene Foucault, no son las profecías autorrealizadas del racismo científico ni los dispositivos puestos a su servicio lo esencial en el racismo. El racismo es un acto brutal de soberanía, un acto de soberanía en un contexto de poder biopolítico donde parece que la soberanía ha desaparecido en favor del fomento de la vida y de la riqueza y el poder se nos muestra como mero gestor del derecho a la vida. Racismo es el regreso del poder soberano como derecho a matar en el contexto de la legitimación biopolítica del poder. El soberano mata así en nombre de la vida, de la protección de la vida. La brutalidad racista del Estado de Israel se basa en la afirmación unilateral de que todo debe ser posible para proteger a los descendientes de las víctimas del Holocausto. El discurso racista no es así fundamentalmente un discurso de la raza, sino de la vida y de su protección. La vida de unos se convierte en valor absoluto y único y permite deshacerse de cualquier escrúpulo a la hora de liquidar la de otros. El poder soberano carece así de límites y puede matar sin tasa sin necesidad de declarar la guerra ni de respetar sus leyes. Basta declarar que la población palestina, por el hecho de permanecer en ese país que debía estar vacío es una amenaza para la existencia de los judíos en Palestina, que los palestinos son intrínsecamente fanáticos, terroristas incapaces de negociar lo único que realmente les propone Israel y que la "comunidad internacional" está dispuesta a aceptar: su desaparición. Por extensión, terroristas somos también todos los que nos negamos a que el horror del gueto de Varsovia se reproduzca día tras día en suelo palestino. Terroristas son asimismo los nobles y valientes tripulantes y pasajeros de la bien llamada "flotilla de la libertad". Están previstas nuevas oleadas de barcos de la libertad hacia Gaza, barcos que vienen de occidente, pero que por una vez no son los de los cruzados y otros ocupantes, sino los de personas que aceptan el enorme riesgo y el insigne honor de convertirse en "terroristas" para los israelíes, y en "shuhadá'" (mártires) para los palestinos. Sólo mediante este tipo de acciones y de campañas, que apoyan la resistencia de los palestinos y reafirman la vida árabe en Palestina, su fuerza y su legitimidad podremos acabar con la pesadilla que representa el ensueño de Herzl y devolver Altneuland a la literatura fantástica.

[de http://iohannesmaurus.blogspot.com/2010/06/una-flotilla-contra-el-racismo.html ]