23.8.08

coplas

Algún amigo me ha dicho que, de cuanto escribo, lo que más le gusta son las coplas (será vago el tío...). Así que reúno aquí las de los últimos meses, tres de las cuales ya aparecieron en otras entradas de mi blog. ¡Buen provecho!


González le dijo a Serra:
ve escribiendo tus memorias
antes que llegue la niebla.


¿Enamorado? Lo siento:

mejor llamar lo de entonces

encoñe o encoñamiento.


El afgano talibán

dijo al soldado extranjero:

vosotros tenéis reloj,

nosotros tenemos tiempo.


Lo que te cuente el poeta

habremos de comprenderlo

cada cual a su manera.


Mejor te lo digo ya:

de tus mundos yo prefiero

el real al virtual.


El gorrión pide limosna

de pan, pastel o de azúcar.

Lo mismo que una persona.


Pese a que no te conozco,

¡feliz cumpleaños, Pepa!

(y tómate una copita

a tu salud y a la nuestra)






19.8.08

Un consejo

A continuación reproduzco una entrada de hace un par de días del blog de Javier Ortiz con la que estoy plenamente de acuerdo. Para ilustrarla, este dibujo a lápiz sobre papel de 1964, de Antonio López.

Un consejo

Uno de los muchos consejos que agradezco a Charo, mi compañera de vida, es el que me dio hace algo así como doce o trece años, cuando me dijo: “Vas muy poco a San Sebastián a ver a tu madre. Te pasas el día hablando de lo mucho que la quieres, pero la telefoneas poco y la visitas menos. Es ya mayor. En unos años se irá y lamentarás no haber estado más cerca de ella y haberle demostrado más tu cariño”.

Le hice caso. Empecé a viajar más a Donosti, a veces con Charo, que hizo muy buenas migas con Maritxu. Charlábamos mucho, nos reíamos, nos contaba historias...

Cogimos la costumbre fija de ir a visitarla por estas fechas, porque tal día que hoy era su cumpleaños. Nos íbamos a comer fuera, a veces a alguno de los restaurantes ésos de la llamada nueva cocina vasca, en los que se divertía mucho porque veía a gente famosa y luego podía contárselo a sus amigas. Tampoco le faltaba por Nochebuena, porque sabía del valor sentimental que ella concedía a la fecha, que yo no llevaba nada bien, porque se volvía obligatorio rememorar a mi padre (al que tuve siempre un aprecio limitado, por así decirlo).

Bueno, como habréis deducido fácilmente por lo anterior, mi madre –madre y maestra– murió hace unos años. Pero yo me quedé con la agradecida satisfacción de haberle demostrado en el tramo final de su vida que la quería de verdad y que podía contar conmigo. Incluso (por iniciativa de Charo, una vez más) le pedí que se viniera a vivir con nosotros, oferta que rechazó, pero que agradeció con los ojos brillantes y un beso que me valió un Potosí.

Os cuento esto, en primer lugar, porque me es imposible mirar el calendario y no pensar en ella. Y en segundo lugar, para daros el mismo consejo que Charo me dio a mí y que yo tanto agradezco ahora: no perdáis la ocasión de demostrar a vuestros seres queridos que lo son, que los queréis, mientras estén todavía en condiciones de disfrutar de vuestro cariño y de saber que les agradecéis todo lo bueno que os han dado.

13.8.08

obligaciones

Hace una semana que no escribo nada. Hoy me limito a reproducir un texto cuya lectura me ha impactado. Se trata de Obligaciones, de Boris Pintar (escritor que no conozco y al que supongo esloveno), y lo copio del blog Se me ocurre..., de mi amiga Susana, que a su vez lo ha tomado de la revista literaria de Alex Lootz. Para ilustrar esta entrada escojo un cuadro del pintor suizo Ferdinand Hodler (1853-1918), acerca del cual acabo de leer la novela de Spomenka Ŝtimec Hodler en Mostar (escrita en esperanto; el título no cambia al traducirlo al castellano).


Obligaciones

Las mujeres cumplen con su obligación hasta la muerte, los hombres después. Las mujeres visitan al que agoniza, sacrifican sus fines de semana, lo cual a los hombres les parece inútil, ya que el que agoniza delira o finge delirar para largar todo aquello que no pudo o no era oportuno decir en vida. Entre los hombres esto es ya un motivo suficiente para no tener que sostener su mano, que repite constantemente los mismos movimientos. Las mujeres les alimentan y les dan sorbos de agua, les proporcionan los medicamentos a la hora debida, les cambian, les lavan, les untan los bálsamos para aliviar las llagas del decúbito, les cambian de posición, les cambian las sábanas, ventilan la habitación y hablan con ellos, como si fueran conscientes de todo y como si todos sus delirios tuvieran sentido. Los hombres reparten su sabiduría sobre la vida y la muerte en las comidas con los familiares pero no atraviesan el umbral de donde está muriendo su propia madre. Esperan a la muerte para valerse como óptimos organizadores, se ocupan de todos los detalles y ceremoniales del entierro: las flores, las coronas, las cortinas, las luces, las velas, la preparación del cadáver, el ataúd, el aguardiente, los embutidos, las galletas, y todas estas cosas que ofrecen las pompas fúnebres. Las mujeres se hunden en la desesperación y los hombres se ocupan de recibir y de conversar con los que les dan el pésame, cuyo número da una idea de la reputación que tenía el fallecido y la de sus descendientes, quienes soportan la pérdida con valentía.


Ferdinand Hodler
La agonía de Valentine Godé-Darel, 24 de enero de 1915.

(Kunstmuseum, Basilea)

5.8.08

Itinerarios


Itineroj


Suri la teron.

Uteron sopiri.

Aspiri eteron.



Itinerarios


Hollar la tierra.

Añorar el útero.

Anhelar el éter.


Madrid, 16.7.2008




(Se lo dedico a Nuria y Joxemari, que en parte me dieron la idea...)