30.11.07

el cascarrabias


Supongo que, al leer la entrada anterior ("felicidad a raudales"), más de uno habréis pensado: "ya está aquí el cascarrabias de Jorge con el mensaje antinavideño de todos los años"; "alegra esa cara, chico, se te nota bastante crítico y cínico"; o algo por el estilo. Hay veces que uno ya tiene el texto a punto de caramelo en la cabeza antes de sentarse ante el teclado del ordenador. En este caso, se fue gestando a medida que lo escribía, sin duda influido por la fotografía de Bush, Hu y Putín disfrazados de pitufos.


Pues bien, independientemente del derecho que todos tenemos de criticar lo que nos disguste, el motivo era otro. En la película "Mataharis", uno de los personajes decía: "Vivimos muchos años con alguien y luego no sabemos ni lo que piensan, ni lo que hacen, ni lo que desean". Eso, que puede sucedernos con nuestra pareja después de un breve o largo período de tiempo, también ocurre con familiares (para empezar, con nuestros padres o hijos) e incluso con los mejores amigos. Hay días en que uno se siente incómodo, descolocado, deprimido o como sea, pero no lo expresa de modo explícito, hay que adivinarlo por gestos leves y palabras aparentemente sin importancia; de hecho, puede que la propia persona tampoco sea consciente de ello, pero que sin embargo esté buscando de algún modo el dar salida a esos sentimientos o sensaciones que lo turban.


Sólo quería decir eso, que yo tampoco soy de piedra. Por cierto, el fulano con cuya cabeza ilustro esta entrada se llama Antístenes.

27.11.07

felicidad a raudales


Queridas y queridos amigas y amigos, niñas y niños del mundo

Disculpad que me adelante a la avalancha de felicitaciones. Resulta que, a partir de hoy, nueve millones de bombillas alumbrarán en Madrid la inminente venida de las navidades y de las fiestas de fin de año. Como escribí en un poema de diciembre del 2000, he aquí de nuevo "la orgía interminable de bombillas, / de anuncios y sonrisas envueltas en papel multicolor". Esta vez, por suerte, la calle de Bravo Murillo se queda sin lucecitas a consecuencia de las obras, aunque los que os empeñéis en verlas podéis acercaros a la glorieta de Cuatro Caminos a disfrutar de un horroroso cono de metal o plástico iluminado, supuesto árbol de navidad que supera en su fealdad a la mismísima catedral de la Almudena.

Que los dioses os concedan alegría y felicidad, buena comida y bebida, agradable compañía y poco estrés, si las fiestas lo permiten. En cuanto a los deseos para el año próximo, sabed que tendréis que dirigirlos a los reyes majos (qué digo majos: majísimos) que os saludan en la foto. Recordad que sus deseos coinciden necesariamente con los nuestros y que, mientran sonrían a las cámaras, nada malo hemos de temer, porque ellos seguirán velando por nuestra paz y nuestra seguridad.

16.11.07

contar estrellas

Hace unos días, en conversación telefónica con mi tía Modesta, me comentó lo mucho que disfrutaba escuchando cuanto mi padre les contaba a ella y a mi madre acerca de las estrellas y los planetas, entre otras muchas cosas, supongo que allá en la Extremadura de finales de los años cincuenta, cuando mis padres todavía eran novios. Le dije que yo también recordaba a mi padre contarme relatos semejantes en mi niñez, por ejemplo sobre si el universo era finito, curvo o con forma de silla de montar (lo que ya explicaba gráficamente el Nuevo Atlas Aguilar de 1959). No tengo memoria de que me hayan leído o narrado cuentos tradicionales antes de acostarme, como Caperucita roja o Los tres cerditos, y quizás por ello no estoy seguro de poder contarlos con todo lujo de detalles a un niño de ahora si fuera necesario. A veces casi echo de menos a esos personajes de fantasía con los que nunca llegué a intimar, sobre todo si me comparo con infancias como la de mi amiga finlandesa Riitta (o la de sus hijas), amenizadas por los Mumin o los personajes de Astrid Lindgren, que para mí siguen siendo perfectos desconocidos. Del TBO y Mortadelo y Filemón pasé directamente a los libros de Los cinco que tenían mis hermanas. Aún en la escuela, en cierta ocasión me llevé a casa para leer durante las navidades los cuentos de Poe, que de infantiles no tenían nada; de ahí a Wells y, por otros caminos, Kafka o Borges, sólo había un paso. Pensándolo bien, de aquellas explicaciones en casa sobre el universo vendrían luego las tertulias a pata sobre temas (para)científicos y filosóficos de tres o cuatro chavales en torno a los diez años de edad mientras dábamos vueltas, ya de noche, al edificio de la calle Chantada en el que vivíamos; el (re)descubrimiento de la ciencia ficción, a menudo asesorado por Santi, ya en el instituto; o la fascinación ante la serie de televisión Cosmos, de Carl Sagan.

11.11.07

"Once" ("Una vez")

Quiero recomendaros "Once", una película aparentemente sencilla, y muy creíble, sobre un músico que toca sus canciones en las calles de Dublín y una chica a la que conoce. Como los dos salen en el cartel de la película, no estoy desvelando ninguna sorpresa del argumento. Se puede decir que la película es musical sólo en el sentido de que vemos al protagonista tocar y cantar algunas de sus canciones; así que no temáis aquéllos a los que os horroriza ver cómo los carteros o los policías se ponen a cantar por soleares (esto es Irlanda, no Hollywood o Bollywood). En cuanto al título, está en inglés, significa "Una vez" y se pronuncia "huans", es decir, no tiene nada que ver con el 11 ni con la Organización Nacional de Ciegos Españoles. Estúpida manía la de no traducir los títulos (con lo fácil que habría sido decir "Siete" en vez de "Seven", o "El mazazo" en lugar de "Deep Impact"). Por último, no se os ocurra verla doblada, hay que verla, escucharla y disfrutarla en versión original.

vapores desprendidos por la pradera

Hay libros que uno lee y que sabe o cree que nunca volverá a leer. Libros de los que vale la pena entresacar algún párrafo para compartirlo con los amigos, en lugar de garabatear unas notas en una pequeña agenda que nadie se tomará la molestia de releer dentro de unos meses. De modo que, a partir de ahora, voy a publicar en mi blog citas o fragmentos de obras que, por la razón que sea, han llegado a mis manos y me han obligado a leerlas.

Comenzaré por "Contra el lenguaje", de Andrés Viña, editado por Anagrama en 1977, libro opaco, de difícil lectura, del que destaco las siguientes líneas (p. 73), que parecen citar a su vez a Spinoza:

"Ni la consciencia, ni el pensamiento ni otros atributos (el Alma), pueden ser considerados con independencia y autonomía con respecto al Cuerpo, como tampoco al Alma se le puede atribuir soberanía sobre el Cuerpo al que pertenece. ¿Acaso no son simples atributos de éste? Pertenecen a la epidermis, son efectos superficiales, 'vapores desprendidos por la pradera' y que permanecen en contacto directo con ella."

disfrutad del presente


Del artículo "Todos eran otros. De materia indiana", de Manuel Gutiérrez Estévez, p. 69, publicado en Revista de Occidente, nº 133, junio 1992 (en el mismo número aparece un interesantísimo artículo de John Berger sobre Lee Krasner y Jackson Pollock):

"Marshall Sahlins en una reciente conferencia en la Universidad de Virginia contó lo que sigue. Dos misioneros jesuitas, en el siglo XVII, pasaron su primer invierno en las tierras de lo que hoy es Canadá viviendo con un pequeño grupo de indios cree, adoptando muchas de sus costumbres y aprendiendo así mucho de su cultura. No obstante, se sintieron totalmente confusos cuando llegó la primavera y los cree les presentaron un gran recipiente de corteza de abedul lleno de lo que resultó ser moco humano, que los indios habían estado almacenando por considerar que era un regalo muy adecuado para 'establecer vínculos con extranjeros'. Las palabras con que ofrecieron su presente fueron: 'Os vemos sonándoos cuidadosamente la nariz con trozos de tela y guardándolos después en vuestros bolsillos, por lo que pensamos que eso, el moco, debe ser especialmente valioso para vosotros'."

9.11.07

padres e hijos


Os recomiendo la lectura de la entrada "35 años", con fecha de ayer (8 de noviembre), en el blog de César Mallorquí, al que podéis acceder pinchando en el enlace a la derecha de estas líneas. Reproduzco a continuación parte de mi propio comentario a ese texto:

"Qué difícil es ser hijo y, supongo, también ser padre debe de ser complicado. Mi madre, María, murió en el 2001 (yo ahora tengo 40, a punto de cumplir los 41); en 1993 escribí un soneto en esperanto (que ella nunca pudo leer) anticipándome a su muerte, y cuya traducción cito:

Madre

Tú me creaste. Yo te sabía eterna,
terrible y apaciblemente hermosa,
siempre de buen humor y, ante todo,
acompañante próxima e íntima.
Ingenuas ilusiones de la infancia
naufragan en mi mente zaherida.
Ha poco que me duelo de antemano:
te irás, y todo seguirá sin cambio.
Tiempo y vida son cáncer que acaricia.
La muerte nos obsequia con un lote
solidario de silenciosa pena.
Dirá una voz experta: "es necesario
resignarse a lo dado". Así lo llaman,
quizás como consuelo, — "madurez".

Y mi padre... mi padre murió en 1996, cuando yo vivía en Bruselas. Año y pico más tarde escribí el siguiente poema, esta vez bilingüe:

Anastasio

La última vez que lo vi fue cuando vino
a visitarme, por unos cuantos días.
Luego se fue. Si yo hubiera sabido
que sólo meses más tarde iba a morirse,
¿le habría hablado? No dijimos nada
salvo, tal vez, "En navidad nos vemos".
Una llamada nocturna trajo el mensaje,
una baraja colmó la noche infinita.
Hace un año que tengo que expresarlo.
No es posible callar y la métrica estorba.
¿Se puede comunicar una vivencia?
Jorge Manrique lo escribió hace siglos
en versos a la muerte de su padre.
Todavía no ha cesado el estupor.

Los dos murieron, por enfermedad o deterioro físico, antes de cumplir los 70. Y, claro, con ambos he soñado, de vez en cuando. Al igual que los antiguos romanos y que los japoneses y chinos de hoy en día, ésta es mi religión: el culto a los ancestros."

2.11.07

poema "Pingüino", de Christian


Pingüino

Desentierra un hueso.
Piensa,
lo cambia de lugar y lo vuelve a enterrar.
Adusto
mira el horizonte.



Christian