11.11.07

disfrutad del presente


Del artículo "Todos eran otros. De materia indiana", de Manuel Gutiérrez Estévez, p. 69, publicado en Revista de Occidente, nº 133, junio 1992 (en el mismo número aparece un interesantísimo artículo de John Berger sobre Lee Krasner y Jackson Pollock):

"Marshall Sahlins en una reciente conferencia en la Universidad de Virginia contó lo que sigue. Dos misioneros jesuitas, en el siglo XVII, pasaron su primer invierno en las tierras de lo que hoy es Canadá viviendo con un pequeño grupo de indios cree, adoptando muchas de sus costumbres y aprendiendo así mucho de su cultura. No obstante, se sintieron totalmente confusos cuando llegó la primavera y los cree les presentaron un gran recipiente de corteza de abedul lleno de lo que resultó ser moco humano, que los indios habían estado almacenando por considerar que era un regalo muy adecuado para 'establecer vínculos con extranjeros'. Las palabras con que ofrecieron su presente fueron: 'Os vemos sonándoos cuidadosamente la nariz con trozos de tela y guardándolos después en vuestros bolsillos, por lo que pensamos que eso, el moco, debe ser especialmente valioso para vosotros'."

4 comentarios:

Kaplan dijo...

Ostras, qué bueno.

Anónimo dijo...

El escritor húngaro Frigyes Karinthy ya notó el mismo sobre moco y pañuelos, pero sin los cree.
Istvan

Anónimo dijo...

Pues va a resultar que los indios cree fueron los primeros antropólogos inocentes. Seguro que Nuria tiene algo que decir.

Nuria Cano dijo...

Muy agudo, Joxemari. Si de la “observación participante” (método por excelencia de la antropología moderna) los indios dedujeron el gran valor de los mocos para los “blancos”, ¡a cuántas deducciones absurdas no habrán llegado los antropólogos occidentales en sus observaciones a tribus y “pueblos primitivos”! En fin…

A propósito, ya puestos, recomiendo un par de ironías bien construidas acerca del trabajo de campo. Primero, el libro “El antropólogo inocente”, de Nigel Barley: un acídisimo acto de sinceridad perpetrado por un antropólogo que relata sus penurias y peripecias en una tribu africana. Segundo, una película sueco-noruega , “Kitchen Stories” (aquí se ha optado por traducir el título original al inglés en lugar de al castellano, ¡toma ya!), en la que un científico social se sienta en un rincón de la cocina de un soltero (como si de un árbitro de tenis se tratara) para observar “objetivamente” sus movimientos “sin interferir” en su vida diaria. Divertidas e inteligentes ambas. Os las recomiendo.

(Uff… perdonad por lo largo que me ha salido el post.)