18.1.02

primeras y últimas páginas del diario de viaje...

... escrito en el cuaderno que me regaló Silvia con ese fin:

18 de enero del 2002, es decir, 18.1.2

10h 50' hora española
17h 50' hora de Taiwán

Me encuentro a bordo del avión que me llevará a Taipei [y a Taiwán por vez primera] y acabo de poner mi reloj en la hora del país de destino. Dado el retraso del vuelo de Madrid, he llegado a pensar que perdía la conexión, y por tanto un día de vacaciones, en Frankfurt. Por suerte no ha sido así.

Aparte de una cabezadita esta mañana (hora de la siesta en Taiwán), llevo más de un día sin dormir. Ayer fui con Silvia al cine (de 22h30 a 24h30), luego nos tomamos unos vinos, después me acompañó a casa a por el equipaje y luego al aeropuerto, donde se despidió de mí a las 6h, poco antes de mi embarque. En resumen, creo y espero que, así, a lo bruto, me he adelantado a mí también al horario de Taiwán. Veremos si lo consigo. De momento no me cuesta suponer o dar por hecho que ahora son ya casi las 6 de la tarde.

Traigo una cámara de fotos, pero no creo que haga ninguna. Mejor que las haga Chen [Hsiu-Chen en el original]; le gusta y se le da bien. Lo mejor es que me limite a escribir impresiones.

Comienzo por las ideas preconcebidas. Más que prejuicios serían preconcepciones (¿o preconceptos?). En primer lugar, Taiwán [que en chino significa "bahía de terrazas (de cultivo)", antiguo nombre de la ciudad hoy conocida como Tainan]. El nombre [al igual que el portugués de Formosa] se refiere a la isla, no al estado fantasma que en ella se asienta y cuya denominación oficial es República de China [Republic of China = ROC]
. Viajar a Taiwán o a la ROC equivale a viajar a una hipotética [Segunda] República Española sita en las Baleares tras una guerra civil en la que la canalla fascista hubiera fagocitado "sólo" la España peninsular. En cierto sentido es como visitar la España ucrónica de César Mallorquí [en su novela corta "El coleccionista de sellos"]. ¿Qué imagino que me espera? Una versión reducida, más manejable, de China; una república que ha alcanzado el llamado bienestar económico ahorrándose 50 años del mal llamado comunismo continental chino, y en la que la cultura, las artes tradicionales del pueblo chino se conservan mejor que en el continente pese (o gracias a) la conocida occidentalización sociotecnológica. (Todo esto suena muy pedante). Pero no me espero un país en miniatura. Los 400 km de norte a sur, los 23 millones de habitantes, la media docena de picos de más de 3000 metros (uno [el Yushan o Monte de Jade], de casi 4000, más alto que el Teide o el Fuji) con la diversidad de paisajes que eso conlleva — no, eso no es un país o una isla pequeñitos sino, por el contrario, todo un mundo nuevo que descubrir. Y de qué modo podría descubrirlo mejor que en compañía de Chen, nativa del país, con un mes de vacaciones, coche y carné de conducir y que, por cierto, todo el mundo (incluidos yo y ella misma) considera como "mi novia" (o yo el suyo, tanto da) .

Chen es el otro mundo que me queda por explorar y descubrir en estos 30 días. Pero de ella no hablaré en este cuaderno. Tal vez más adelante me anime a escribir algún poema inspirado en ella o por ella.

Supongo que también me redescubriré a mí mismo en este viaje. Suena a tópico, pero en mi caso (casi) siempre ha sido así: Budapest, Finlandia, Bruselas, España, Lisboa...

Bueno, estas son las ideas preconcebidas con las que comienza mi viaje, y mi diario del viaje.



18h 30'

Deberíamos haber despegado hace 50 minutos, pero seguimos en tierra. Nieva en Frankfurt. Odio el aeropuerto de Frankfurt y, supongo que desde mis viajes como guía acompañante en autocar, creo que odio también Frankfurt. Ah, parece que esto empieza a moverse. Cuanto antes salgamos de esta ciudad y de este país, mejor para todos.

Ahora son las 19h 45'. No sólo es la hora de Taiwán, de Taipei. Lo curioso (y curioso es que no lo pensara antes) es que es también la hora de Chen.