16.2.05

los Insatisfechos

Confirmado. El lunes 14, Día de los Enamorados por decreto mercantil, hemos registrado el casamiento (con fecha del viernes 11) ante las autoridades taiwanesas; ahora queda hacer lo propio con las españolas. Así que se acabó el estrés: estamos felices, relajados y contentos, sobre todo una vez terminada la sesión de fotos para el álbum, ayer durante casi todo el día. Y esta noche tenemos cena con una veintena de amigos.

Al contrario que los DNI españoles, en los que ya no aparece siquiera el estado civil, al dorso del de Chen desde ahora se lee también mi nombre completo en caracteres chinos (si bien mi nombre de pila consta de dos sílabas, como el de la mayoría de los chinos, mi apellido tiene tres sílabas en lugar de sólo una, como sería lo normal; en eso me asemejo a los aborígenes, que tienen problemas al cumplimentar formularios en los que en el recuadro reservado para el apellido sólo cabe un ideograma; de hecho, Teresa y Chen bromean que tanto Michel, el marido de la primera, como yo pertenecemos a una tribu particular de aborígenes, la de los Pu-man-tsu o los Insatisfechos).

Volviendo al tema del Windsor, reconozco que lo que nunca llegó a convencerme de él fue el nombre (tampoco el logotipo, esa W de cartón que lo coronaba). De haber previsto su final, le podían haber llamado "Winston"... Ah, se me ocurren estúpidos juegos de palabras ("Gone with the Windsor", o "Lo que el Windsor se llevó"), pero prefiero recordar un palíndromo latino, "in girum imus nocte et consumimur igni" (que, con la pequeña trampa de una "i" en vez de una "y", significa: vamos dando vueltas en la noche y nos consumimos en el fuego). Como bien dice Paco:

"Madrid ha perdido un punto importante de su perfil, pero al menos ha desaparecido por todo lo alto y dando espectáculo, y no ha muerto nadie, que tampoco está mal."

En cuanto al artículo de EP que os pedía, Miguelito y Bernar se ofrecen a enviármelo en version electrónica. Me parece muy bien, pero mejor cuando volvamos de Japón y Taipei. Mañana nos vamos a Japón, al invierno (menos de 10 C en Tokio, unos 30 C en Pingtong), regresamos el 3 de marzo pero pasaremos unos 3 ó 4 días en Taipei antes de regresar a Pingtong. Así que mejor que no escribáis hasta nuevo aviso y, sobre todo, no enviéis fotos, que se me bloquea el Hotmail.

¡Felicidades para Xénia, que cumple mañana!

Por último, y con respecto a hipotéticas crónicas japonesas, no prometo nada (pero me llevo cuadernos y boli, por si acaso).

14.2.05

petardos y cohetes

El único comentario que me merecen los petardos de ETA en ARCO es señalar el acierto de El Roto al enmarcarlos en una de sus viñetas. Por si los del COI no tenían suficiente para descartar la candidatura olímpica de Madrid (que el ayuntamiento y el gobierno se la metan por donde les quepa, por cierto, porque a los madrileños tampoco nos han consultado sobre esta cuestión) ahora se quema el rascacielos Windsor. Me avisó mi hermano Carlos en un e-mail y luego lo he seguido por internet y por las imágenes emitidas en uno de los telediarios taiwaneses. Si mis conocimientos de inglés no me traicionan, podríamos decir ambigua y lacónicamente: fire works (es decir, tanto "fuegos de artificio" como "el fuego trabaja, o funciona"). Supongo que debería haberme dado pena, ya que la construcción del Windsor (creó que llevó unos 7 años levantarlo, con sus 31 pisos y 106 metros de altura) fue el motivo determinante para que mi padre, que dirigió los trabajos como jefe de obras de la constructora Agromán, se llevara a la familia de Badajoz a Madrid. Como dice mi hermana Beatriz, mejor que mi padre no haya podido ver como se consumía en 17 horas la obra de la que estuvo más orgulloso y que consideraba la culminación de su carrera profesional. A mí, la verdad, casi me ha producido más alegría que pena: confirma que las personas podemos vivir más tiempo que estos horribles edificios de mierda (es decir, de acero, vidrio y hormigón, o, como escribió mi amigo islandés Baldur Ragnarsson en uno de sus poemas, "acero / vidrio / piedra / todo artificial / superficial y falso"). Por casualidad, ayer mismo por la tarde subimos con unos amigos al mirador en el piso 74 (a 295 m del suelo) de los 85 que tiene el rascahuevos más alto de Kaohsiung (datos para el turista: el ascensor tarda en bajar 45 segundos y alcanza una velocidad de 600 m/s). Es cierto que la estructura del Windsor, de hormigón armado y no de acero como las Torres Gemelas de Nueva York, ha aguantado estupendamente, sin derrumbarse, las altas temperaturas, con lo cual, en vez de una "zona cero" (denominación que en propiedad corresponde a la del lugar devastado por una bomba atómica, y por usurpación de sentido al solar del World Trade Center) tendremos que conformarnos con una "zona cuatro con cinco" (insuficiente por los pelos). Desmontar el esqueleto del edificio puede que resulte más caro y trabajoso que construirlo, como parece haber sido el caso también del cercano viaducto de Cuatro Caminos o de cualquiera de las centrales nucleares que en el mundo han sido. Anoche, en el edificio Splendor de Kaohsiung, pensaba en la obsolescencia programada de estas torres fálicas (por lo del Falo de Alejandría), que cada cierto número de años necesitan un lifting, una muda, un transplante que les devuelva la belleza efímera de sus primeros días, y que en el imaginario de la ciencia ficción antiutópica de nuestros tiempos forman parte de un paisaje de ruinas corroídas por el óxido.

12.2.05

ya está

Bueno, ya está. Me refiero a la boda. Ahora lo explico. El jueves 10 (segundo día del ANL o Año Nuevo Lunar) voy a la desayunería de la tía de Chen. Allí se encuentran un montón de familiares que me reciben con cariño y alegría: sus tíos, dos primas, las dos sobrinas, la hermana menor Hsiu Ching que vive cerca de Taipei (en Jhongli) y el marido de ésta, que acaba de cambiar oficialmente hace poco su nombre chino (es el segundo caso que conozco).

Primer inciso: eso de que somos seres poligonales o poliédricos y que en la interacción con otras personas a cada una le presentamos una arista o cara diferente de las muchas que tenemos, lo llevan a la práctica taiwaneses y chinos en general en el empleo de los nombres. Aquí uno no se llama simplemente "Fulano (de Tal y de Cual)"; tus hermanos o hermanas mayores o menores te llamarán "keke", "titi", "yieyie" o "meimei" (palabras que significan respectivamente: hermano mayor / menor; hermana mayor / menor) según corresponda; distintos familiares utilizarán cualquier otra de las múltiples palabras con que cuenta el chino para expresar cada matiz en las relaciones de parentesco; los amigos, colegas, jefes o subordinados usarán motes o apelativos que comiencen, por ejemplo, por las palabras "viejo", "pequeño" o "hermano" seguidas (o precedidas) de tu apellido. Es decir, a cada persona le corresponde un gran número de nombres según quien se dirija a ella y en qué situación.

Continúo. Después de desayunar nos vamos todos (tía y primas incluidas) a casa de los padres de Chen. Les entrego unos regalos de Año Nuevo así como los sobres rojos con que se felicitan las fiestas en la cultura china (llevan dinero dentro; no dinero fantasma como el que se quema en los templos, sino del bueno, el que se cambia por euros), lo que me obliga a insistir en chino para que los acepten, ayudado por el resto de la parentela que se supone que han venido a desbrozar el terreno. Almorzamos juntos y después les anuncio que Chen y yo vamos a casarnos el día 16 y les invito a asistir a la boda. A partir de este preciso instante me recuesto cómodamente en el sofá ya que la conversación pasa al común de los presentes, a saber: Chen, sentada a mi lado, sus padres y el resto de la familia, cada uno de los cuales tercia en la discusión con gran variedad de ideas, opiniones y sugerencias. Dados mis conocimientos escasos de chino y nulos de taiwanés y hakka o hoklo, yo me abstengo y me dedico a la meditación contemplativa.

El resultado es que renunciamos a la idea de celebrar la ceremonia en la iglesia de Chen para no complicar más las cosas. Nos limitaremos al trámite de recoger las firmas necesarias para presentarlas en el juzgado, y el banquete tendrá lugar en agosto. Así que habrá fotos vestidos de blanco, pero no de la boda propiamente dicha sino de las que hace un fotógrafo de la agencia un día diferente para la confección del álbum de fotos (en propiedad, libro) que se muestra a quienes asistan al banquete junto con una foto ampliada de los esponsales.

Segundo inciso: en Taiwán no es necesario oficiar o celebrar el matrimonio civil en un juzgado o ayuntamiento. Se rellena un documento (que te proporcionan, por ejemplo, las mencionadas tiendas pre-para-nupciales, si bien con ciertos aditamentos supuestamente románticos y valentinescos) y se pide a varios testigos que lo avalen mediante su firma, firma que en realidad consiste en la estampación en tinta roja de un sello individual e intransferible de madera o piedra. No importa dónde se desarrolle el acto: puede ser en casa o en un restaurante, después sólo hace falta validarlo o registrarlo ante el funcionario correspondiente. Cada taiwanés tiene al menos un sello, pero puede tener uno para el banco, otro para cartas personales, para votar etc. Su falsificación equivale a un delito de imitación de firma o suplantación de personalidad. Yo me hice uno de madera como curiosidad o recuerdo en mi primera visita a la isla, hace tres años, y Chen me regaló luego uno de piedra; ahora resulta que, más que útiles, me son necesarios.

Por la tarde Chen y yo desaparecemos del mapa unas cuantas horas. Volvemos a la casa de los padres y cenamos en familia. Luego nos vamos a un bar y decidimos estampar nuestros dos sellos personales en el documento. Nos hacen falta seis más.

Por la mañana del día 11 vuelvo a casa de los padres y les comunico que vamos a llevar las firmas al juzgado el lunes 14. El padre asiente y poco después estampamos su sello y el de su esposa. Por la tarde pedimos a varios amigos más que hagan lo mismo y, por último, esta mañana, conseguimos el sello que faltaba, el octavo. Ahora mismo acabo de volver de cenar en su casa una vez más, lo que supongo que significa que las cosas van por buen camino.

Salvo que hubiera algún problema de tipo burocrático el próximo lunes, podemos decir que ya nos hemos casado. Os lo cuento ahora porque el jueves nos vamos a Japón hasta el día 3 de marzo (del 3 al 6 estaremos en Taipei) y probablemente no entre ni mucho ni poco en internet.

Ah, en "El País" de hoy publican un artículo de una sinóloga (es decir, chinóloga) que dice que la verdadera religión de los chinos es el culto a los antepasados. ¿Alguien me lo puede guardar, copiar, enviar? [Ya lo tengo.]

Por último, una costumbre muy taiwanesa es la de que la gente se descalce al llegar a una casa. Al contrario que en Finlandia, donde luego se deambula de puertas adentro en calcetines o a pelo, aquí uno deja los zapatos fuera, como si de una mezquita se tratase, y se calza unas chanclas o alpargatas. Ahora bien, en algunas casas hay que repetir la operación al entrar en el cuarto de baño, donde disponen de otros pares de chancletas o chinelas particulares. Anoche cené en la casa tradicional de una familia hakka, en el patio exterior, a la fresca, y para ir al servicio tuve que cambiar mi calzado al entrar en la casa, al cruzar el patio interior y al pasar al mingitorio (y vuelta).

9.2.05

puntualicemos

Con tanto mirarme al ombligo se me olvidó desearos un feliz carnaval. En cuanto a mi último mensaje, metí la pata al enumerar los cinco elementos que pueden caracterizar a los doce animales del zodiaco chino. El quinto no es el aire, sino la tierra.

Aprovecho para hacer otras puntualizaciones:

Lo que dijo el padre de Chen fueron dos frases distintas, no una. Finalmente cené en mi casa, con el hermano de Chen y su amigo; luego Chen y yo fuimos al cine a ver "El aviador", la última de Scorsese, y tras la película nos dirigimos a un bar para celebrar el cambio de año con vodka (ella) y tequila (yo). Y en cuanto a las canciones del otro día en el KTV, en español canté "Bésame mucho" (la única disponible), y en inglés "Yellow submarine", "You are the sunshine of my life", "Black is black" y otras no menos conocidas y pegadizas, aunque la que quizás tuvo más éxito (a falta de "Guantanamera" y "Macarena") fue la brasileña "Coração de melão", que yo no conocía antes de venir aquí. Por último, más que preparativos logísticos, lo que me resultaba más cansado era la aceptación paulatina por parte de los padres de Chen.

8.2.05

toca madera

Esta noche tendrá lugar lo que yo llamo la Nochevieja China (o Lunar). Desde el fin de semana, millones de taiwaneses se han desplazado a otras ciudades de la isla en ferrocarril o por carretera. Ahora, por la mañana, ya se oyen algunos petardos y cohetes. Una quinta parte de la población mundial lo celebra, p.ej. también en Madrid (en Lavapiés, supongo). A los dos ciclos que os mencionaba se añade otro, el de los cinco elementos: agua, fuego, metal, madera y aire, si no me equivoco (pero seguro que no en ese orden). Pues bien, este año toca madera. Tenemos como signo el Gallo de Madera, combinación que, al depender de la coincidencia de un ciclo de 12 años con otro de 5, sólo se repite cada 60 años. Por última vez, en 1945, el año de la muerte de Hitler, los asesinatos con armas de destrucción masiva de dos ciudades enteras (Hiroshima y Nagasaki) y el final de la Segunda Guerra Mundial. Como veis algo mucho más sutil que lo de que cada 30 años muere un hijo de la gran puta (1945: Hitler; 1975: Franco) y que este año le tocaría a Bush (hijo) o al papa Woytila.

He recibido varios mensajes acerca de lo mucho o poco que os gustan estas cartas, de si mi fijación con las gambas, almejas y otros simpáticos animalejos no será síntoma de otro tipo de desvaríos etc. Os agradezco mucho que os preocupéis por mí. Naturalmente, no siempre estoy animado, algún día que otro veía más de un nubarrón (alguno bien gordo, por cierto) en el horizonte, pero al final ninguna borrasca ha sobrevivido a la prueba de fuego de la almohada o la siesta. En cualquier caso, la ironía con la que escribo, más que para enmascarar u ocultar problemas o conflictos, me sirve para desactivarlos, y hasta el momento funciona; por otra parte, me temo que a estas alturas sea ya mi forma preferida de acercamiento y análisis de los acontecimientos, desde los más graves a los pefectamente irrelevantes, y que no creo que eso vaya a cambiar.

Hace un par de días osé de nuevo entrar en casa de los padres de Chen. El padre estuvo simpático y creo poder afirmar que mantuvimos nuestra primera conversación en chino digna de tal nombre. Yo entendí que me decía que si yo aprendía chino no tendría que preocuparme por aprender taiwanés (por cierto, algunos canales de televisión emiten en taiwanés). Chen me dijo luego que su padre le dijo que si yo aprendía chino él no tendría que aprender inglés. Todavía me pregunto si se trataba de la misma frase. Ah, qué curioso tener que revivir (a mi manera, claro) los desvelos de mi padre cuando se aventuró por vez primera en la casa o el cortijo de mi abuelo materno, allá en tierras extremeñas...

Ayer volví a casa como a las 7 de la tarde, hecho polvo, cansado de estar todo el día de tienda en tienda, de los preparativos. Quedamos Chen y yo en descansar para pillar la cena de esta noche (prevista, en principio, en casa de sus padres) con más energía. Pero, claro, cómo iba a acostarme a las siete... Además, al rato de llegar me dice el hermano de Chen que era el cumpleaños de su amigo, al que llamaremos Xiao Mao (pequeño Mao) por la broma sobre su parecido sobrinesco con Mao Tse Tung. Así que bajé a felicitarle, llegaron otros dos amigos con comida (excelente: camarones, patas de cangrejo...) y litronas de cerveza y, nada, recuperé las fuerzas como por arte de magia. A las 11 de la noche nos fuimos al KTV (donde sólo pude cantar una canción en español, y el resto en inglés), a las 2 recenábamos en una tasca (carne de ganso, sopa de almejas, tortilla de gambas) y a las 3 volvimos a casa. Había bebido en una tarde más cerveza que en Madrid en un año (y con cubitos de hielo, como la toman por aquí). Pero, en fin, menos mal que no mezclé con otros tragos y que lo acompañé con alimentos sólidos. Veremos que nos deparan las celebraciones en días sucesivos.

Bueno, os dejo. ¡Feliz Año Nuevo! Xin nien kuai le!

6.2.05

del mono al gallo

Ya falta menos. En la noche del martes 8 al miércoles 9 pasaremos del Año del Mono al Año del Gallo (según algunos, si tenemos en cuenta el ciclo de alternancia binaria yin/yang, o femenino/masculino, luna/sol etc, el año que comienza sería yin y, por tanto, Gallina). Será, como el del Mono, un año inquieto, como la cola del macaco o la cresta del gallito con ganas incontenibles de asomar la cabeza. Un año de quiquiriquíes no sólo de madrugada, sino a cualquier hora del día. Un año en que todas las misas serán misa del Gallo. El ciclo de los animales del zodiaco chino se completa cada 12 años. Sois gallos, pues, los que en el 2005 hayáis cumplido o vayáis a cumplir 12 años, ó 24, 36 etc.

5.2.05

la dichosa almeja

Escribo desde el instituto en el que trabaja Chen. Aunque es sábado y está de vacaciones, tiene una reunión con el nuevo director. La gente, que ya me conoce (se trata tanto de profesores colegas de Chen como de sus alumnos), nos saluda cuando nos ve diciendo "konsi-konsi"; puede significar tanto "enhorabuena" (por la boda) como "felicidad" (por el Año del Gallo que comienza el miércoles día 9) o las dos cosas a la vez.

El ambiente cada vez es más parecido al de los días anteriores a nuestra Nochevieja: orgía de compras, consumo y regalos; decoración en colores rojo y dorado por todas partes; villancicos en chino que se repiten sin cesar; plaga de gallos. La gran diferencia son las temperaturas en torno a los 20 grados o incluso superiores: yo voy casi todo el tiempo en camisa de manga corta o camiseta.

Anoche asistimos a un concierto de la orquesta del instituto de Chen (esto parece Finlandia). Tocaban música de películas, que, como dice mi amigo Santi, es la única música "clásica" contemporánea que llega a todos los públicos, lo que no ocurre con compositores más experimentales o esotéricos.

Hace días fuimos a la casa de un amigo de Kiki muy majete e interesante. Me hizo un pequeño regalo, que sin embargo tiene un enorme valor para mí, como un imán en torno al cual se va formando un torbellino de ideas. Se trata del fósil de una almeja de tamaño mediano, de unos 5 ó 6 centímetros de largo por lo menos (bueno, de una almeja o de otro molusco bivalvo, el bicho no viene con etiqueta), ovalado pero con una envidiable simetríia, de color entre blanco y grisáceo con estríias más oscuras. Naturalmente ya no es una almeja, sino una piedra (preciosa, por cierto), pero el hecho de que sigan existiendo congéneres suyos vivitos y concheando en todos los mares del mundo lo hace mucho más próximo a mí desde un punto de vista afectivo que un hipotético diente de dinosaurio o la taba de un mamut.

Una amiga me preguntaba ayer por qué dibujo gambas. Bueno, no sólo me gusta comer marisco; de la gamba y el camarón me gustan hasta los andares; tiene una forma perfecta, muy estilizada (como las avispas) y, además, como les ocurre a las almejas, un español o un taiwanés ha crecido viendo las gambas en el mercado, en la cocina, en la mesa. No peladitas con salsa rosa como el consumidor medio norteamericano de mi mente prejuiciosa, sino con patas y cabeza, a la plancha o al ajillo. Por si fuera poco, y como ocurre con el vocabulario de origen taurino, también tenemos expresiones relacionadas con las profundidades y suculencias marinas: "ponerse rojo como un langostino" entre otras.

Retomo el mensaje después de volver de Kaohsiung, la ciudad del millón de motos (el mote es mío). Creo que no podría vivir en esa ciudad, con tanto ruido y humo. Todo lo contrario de mi rincón favorito en Pingtung, el templo de la familia Hsiao dedicado al culto a los ancestros y que data de 1880, muy cercano a mi casa. Pensaba el otro día que de todos los cultos habidos y por haber, el único que vale la pena es el que recuerda a nuestros antepasados y nos recuerda de quiénes venimos. Yo, que llevo en mi agenda de bolsillo fotografías de carnet de mis padres, que normalmente reveo en fechas señaladas como sus cumpleaños o los aniversarios de sus fallecimientos, ahora de vez en cuando también las miro cuando me adentro en ese espacio recogido y silencioso, en lugar de quedarme bajo el árbol que se encuentra a varios metros leyendo o pintando.

En cierto sentido, la almeja de este mensaje es un templo en miniatura. Cuando la tengo en la mano y la acaricio, como se hace con una canica o una bola de relajación, es como si pudiera tocar o acariciar el tiempo. Tengo en casa en Madrid un trozo de ámbar del Báltico con uno o dos mosquitos atrapados para posteridad en su interior, y lo guardo en una cajita de metal que reposa encima de la televisión. La almeja, por el contrario, en seguida ha encontrado su sitio natural sobre la mesilla de noche, como si quisiera susurrarme algo al óido durante el sueño. Me pregunto cuáles serían los últimos espasmos neuronales en el sencillo sistema nervioso de la almeja segundos antes de morir y de que su concha se transformara en el inmejorable sarcófago de piedra en el
que ha perdurado, transustanciada, hasta nuestros días. ¿Estaría soñando, con una sonrisa en los labios, como dicen que les ocurre a quienes mueren por congelación?

Supongo que de cada uno de nosotros hay millares y millares de documentos en diferentes archivos y registros, desde el hospital en el que nos alumbraron pasando por la partida de nacimiento, las calificaciones escolares, los pagos y transacciones efectuados, los otros tantos innumerables originales y fotocopias. No sé cuántos quilos pesará todo ese papel ni cuántos metros cúbicos ocupará, pero contando con la destrucción programada de documentos cada cierto número de años y la degradación química inexorable del papel de mala calidad en el que se ha escrito o impreso este protocolo burocrático de nuestro paso por el mundo, me imagino que dentro de 150.000 años muy pocos de nosotros habrán alcanzado un ápice de la inmortalidad de esta bienaventurada almeja.

Para terminar, miscelánea surrealista:

El periódico de ayer informa de que, en Taiwán, en uno de cada cinco matrimonios uno de los cónyuges es extranjero (17% mujeres + 2,3% hombres = casi 20%). En el de hoy leo que en un parque de Pingtung han erigido una estatua de madera (maciza, supongo) con forma de pene, de 8,5 metros de alto y más de 10 toneladas de peso.

4.2.05

¿eructar no es tan feo?

Acaba de pasar la medianoche, así que ya es día 4. Desde que llegué a Taiwán os escribo en la habitación, con el portátil de Chen (marca taiwanesa: Acer), no desde un cibercafé como en mi estancia anterior.

Dos cosas a las que hay que acostumbrarse en Taiwán son, en primer lugar, que no puede arrojarse papel en la taza del váter (tampoco en Grecia) y, segundo, que, en efecto, no es de mala educación eructar. En los últimos diez días he oído eructos ruidosos, algunos estentóreos, tanto en las mesas de los restaurantes del aeropuerto de Hong Kong como en tiendas, grandes almacenes, tascas y tabernas de Pingtung, así como en casa, sobre todo cuando llego por la noche y me encuentro al hermano de Chen y a sus amigos cenando cocido chino o sopa de tortuga anura (sin cola). La palma del estruendo se la lleva "el sobrino de Mao Tse Tung", que además tiene la boca completamente echada a perder por el hábito de masticar la nuez de betel, con los dientes enrojecidos, por no decir ennegrecidos. Con eso y con todo, es un tipo simpático, y nos hemos reído un montón entre brindis y brindis (brindan más que yo), en especial cuando le da por tararear Guantanamera con un certero contoneo de las caderas. Por suerte parece que sólo eructan los hombres: ninguna de mis amigas y conocidas lo hace, al menos en mi presencia.

3.2.05

formosaurio

Confirmado (de momento): retomamos la fecha prevista en un principio, el día 16. Cambiando de tema, hace un par de días hicimos una breve visita a Kaohsiung para buscar la partida de nacimiento de Chen (ah, esos mandarines...). Saltándome una vez más todos mis prejuicios, entramos a comer en un McDonalds, donde al menos sirven pollo frito como les gusta a los taiwaneses, un poco picante. Finalmente opté por una hamburguesa de pollo con pan de arroz: el pan era una masa blanda pero compacta en la que se distinguen todos y cada uno de los granos de arroz, como si de material de embalar se tratase. Estaba bastante buena para ser una hamburguesa. Pues bien, ayer leí que se trata de un nuevo producto recién lanzado por McDonalds, precisamente el día que yo me atreví a probarlo y de momento sólo en Taiwán. Estoy por volver para que me hagan un certificado o diploma, como cuando cruzas el llamado círculo polar ártico en Rovaniemi.

En cuanto a las acuarelas, hoy he copiado del periódico la figura de un diplodoco, pero he decidido bautizar mi dibujo con un nombre más apropiado y cariñoso: Formosaurio.

Ayer también casi me atropella una moto tripulada por tres individuos pertenecientes a esa edad llamada jumentud (de jumento), mientras yo montaba en bicicleta. Cruzaron a dos centímetros de mí a toda hostia, pero por suerte ni me rozaron. La chica, que creo que iba en medio (a lo sandwich, en una especie de menage-a-trois sobre ruedas) soltó un alarido de esos que se entienden aunque no sepas ni jota de chino. Yo, al intentar evitarlos, y gracias a lo torpe y patoso que soy en lo que a la psicomotricidad se refiere, perdí el equilibrio, fui a dar con un coche aparcado y después me caí con todo el equipo hacia el lado contrario. No me pasó nada aparte del susto y de que se salió la cadena de la bici, que luego Chen se encargó de poner en su sitio (si no os habíais dado cuenta, también soy un manazas o, como dicen en Finlandia, tengo el pulgar en mitad de la palma de la mano).

2.2.05

augurios

Poco después de anunciaros el cambio de fechas, resulta que Chen descubre que celebrar una boda durante las vacaciones del Año Nuevo (o Año Lunar) Chino es de mal agüero, y podría acarrear mala suerte a su familia y al negocio de ésta (en opinión de uno de los hermanos). Y eso que había consultado la fecha en un calendario especial para ver si era o no propicia, pero ya se sabe que en esto de la superstición y las artes adivinatorias dos bolas de cristal ven más que una.

1.2.05

cambio de planes

Hola, y feliz febrero a todo el mundo,

Hoy he tenido que recurrir a la amistad y la tecnología para conseguir que llegara a mis manos una partida de nacimiento que dejé en Madrid después de que allí me dijeran que no la necesitaría, algo que me acaba de desmentir (de modo poco rotundo, eso sí) el encargado de este tipo de asuntos de nuestra oficina de representación (es decir, criptoembajada) en Taipei. Ya odiaba la burocracia, sobre todo la vertiente consular y de visados por lo que tiene de humillante para el extranjero por el mero hecho de serlo; ahora además compruebo que es un auténtico coñazo no sólo en España sino también en estas tierras, y que la culpa no la tiene la actual globalización. Cuánta razón tenía Miguel Espinosa en su "Escuela de mandarines"...

También estoy un poquito hasta las narices de los preparativos de la boda. Llevamos dos días visitando tiendas pre(para)nupciales. Me imagino que en España la cosa es igual de hortera y/o cursi pero en plan castizo. Ah, nada de esto sería necesario si los dos fueramos de Chinchón, o de Chingchong, por poner otro ejemplo.

Lo del cambio de planes es porque, al final y sin que sirva de precedente, hemos decidido no casarnos el miércoles 16... sino el sábado 12. En efecto, en una maniobra inaudita con el fin de sorprender y desorientar al adversario, adelantamos el acto cuatro días. Además lo haremos en la iglesia de Chen, por si quedaba alguien a quien despistar, humano o divino. El resto sigue igual: legalización en el juzgado, viaje a Japón, celebración en agosto... Y que no cunda el pánico: habrá fotos.