8.2.05

toca madera

Esta noche tendrá lugar lo que yo llamo la Nochevieja China (o Lunar). Desde el fin de semana, millones de taiwaneses se han desplazado a otras ciudades de la isla en ferrocarril o por carretera. Ahora, por la mañana, ya se oyen algunos petardos y cohetes. Una quinta parte de la población mundial lo celebra, p.ej. también en Madrid (en Lavapiés, supongo). A los dos ciclos que os mencionaba se añade otro, el de los cinco elementos: agua, fuego, metal, madera y aire, si no me equivoco (pero seguro que no en ese orden). Pues bien, este año toca madera. Tenemos como signo el Gallo de Madera, combinación que, al depender de la coincidencia de un ciclo de 12 años con otro de 5, sólo se repite cada 60 años. Por última vez, en 1945, el año de la muerte de Hitler, los asesinatos con armas de destrucción masiva de dos ciudades enteras (Hiroshima y Nagasaki) y el final de la Segunda Guerra Mundial. Como veis algo mucho más sutil que lo de que cada 30 años muere un hijo de la gran puta (1945: Hitler; 1975: Franco) y que este año le tocaría a Bush (hijo) o al papa Woytila.

He recibido varios mensajes acerca de lo mucho o poco que os gustan estas cartas, de si mi fijación con las gambas, almejas y otros simpáticos animalejos no será síntoma de otro tipo de desvaríos etc. Os agradezco mucho que os preocupéis por mí. Naturalmente, no siempre estoy animado, algún día que otro veía más de un nubarrón (alguno bien gordo, por cierto) en el horizonte, pero al final ninguna borrasca ha sobrevivido a la prueba de fuego de la almohada o la siesta. En cualquier caso, la ironía con la que escribo, más que para enmascarar u ocultar problemas o conflictos, me sirve para desactivarlos, y hasta el momento funciona; por otra parte, me temo que a estas alturas sea ya mi forma preferida de acercamiento y análisis de los acontecimientos, desde los más graves a los pefectamente irrelevantes, y que no creo que eso vaya a cambiar.

Hace un par de días osé de nuevo entrar en casa de los padres de Chen. El padre estuvo simpático y creo poder afirmar que mantuvimos nuestra primera conversación en chino digna de tal nombre. Yo entendí que me decía que si yo aprendía chino no tendría que preocuparme por aprender taiwanés (por cierto, algunos canales de televisión emiten en taiwanés). Chen me dijo luego que su padre le dijo que si yo aprendía chino él no tendría que aprender inglés. Todavía me pregunto si se trataba de la misma frase. Ah, qué curioso tener que revivir (a mi manera, claro) los desvelos de mi padre cuando se aventuró por vez primera en la casa o el cortijo de mi abuelo materno, allá en tierras extremeñas...

Ayer volví a casa como a las 7 de la tarde, hecho polvo, cansado de estar todo el día de tienda en tienda, de los preparativos. Quedamos Chen y yo en descansar para pillar la cena de esta noche (prevista, en principio, en casa de sus padres) con más energía. Pero, claro, cómo iba a acostarme a las siete... Además, al rato de llegar me dice el hermano de Chen que era el cumpleaños de su amigo, al que llamaremos Xiao Mao (pequeño Mao) por la broma sobre su parecido sobrinesco con Mao Tse Tung. Así que bajé a felicitarle, llegaron otros dos amigos con comida (excelente: camarones, patas de cangrejo...) y litronas de cerveza y, nada, recuperé las fuerzas como por arte de magia. A las 11 de la noche nos fuimos al KTV (donde sólo pude cantar una canción en español, y el resto en inglés), a las 2 recenábamos en una tasca (carne de ganso, sopa de almejas, tortilla de gambas) y a las 3 volvimos a casa. Había bebido en una tarde más cerveza que en Madrid en un año (y con cubitos de hielo, como la toman por aquí). Pero, en fin, menos mal que no mezclé con otros tragos y que lo acompañé con alimentos sólidos. Veremos que nos deparan las celebraciones en días sucesivos.

Bueno, os dejo. ¡Feliz Año Nuevo! Xin nien kuai le!

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