29.7.05

hola desde Pingtung

Llegamos ayer a media tarde hora local después de las 19 horas de los tres vuelos. A mí todo esto me resulta familiar, conocido (es mi cuarta visita, si no recuerdo mal), pero a mi hermana Beatriz y compañía les sorprende cada cosa que ven o que se hace por aquí. Primero, el trayecto entre el aeropuerto de Kaohsiung y Pingtung: el tráfico, la conducción temeraria o anárquica, familias enteras a lomos de una moto, la mezcla entre lo nuevo (cochazos) y lo viejo o simplemente descuidado (muchas casas). Luego, en Pingtung, las calles abigarradas, tiendas, grandes almacenes, puestos de comida, la gente que te mira discreta o descaradamente, la sensación de no entender nada de lo dicho o escrito... Cada uno de los cuatro lleva su propia libreta para anotar impresiones, como diario o cuaderno de viaje, con lo que prefiero no adelantarme a lo que vayan escribiendo. Imagino que Llorenc señalará lo del zumo o bebida de judía verde que ayer le llamó tanto la atención. O las cámaras con infrarrojos (supongo) que, en el aeropuerto, detectan a los viajeros con fiebre, de modo que se los someta a un control más preciso en previsión de fiebres o gripes de ultramar (en estos momentos una desconocida enfermedad porcina ha matado ya a 31 personas en la China ex comunista o continental).

Son casi las diez de la mañana, la tropa se está levantando, duchando y acicalando. Yo, dándole a la tecla. Ahora iremos a la desayunería de la tía de Chen y luego comeremos en casa de sus padres. Ayer ya nos encontramos con el hermano menor de Chen (que hizo buenas migas con Andreu: se lo llevó a jugar en máquinas de simulación de combates de artes marciales mientras nosotros nos dedicábamos al consumismo) y con nuestra amiga Kiki, en cuya peluquería tenemos cita esta tarde Llorenc y yo.

Seguiremos informando.

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