Hace ya dos días que llegué a Helsinki. Desde el próximo sábado hasta el siguiente tiene lugar el Festival de Cultura en Esperanto, con música, cine, teatro, charlas y, cómo no, literatura, poesía. Así que, antes de verme envuelto en la vorágine del asunto, aprovecho para reencontrarme con la ciudad, con el idioma, con los amigos que viven aquí.
Cada vez que vuelvo a Helsinki soy incapaz de prever cuál será mi primera reacción o impresión. Hace dos años de la última visita, y ahora todo me parece nuevo, fresco, aunque familiar y conocido. Paseo casi sin mirar ningún mapa, dejándome guiar por la memoria o el instinto, y al mismo tiempo disfruto con la paz, la calma de esta ciudad; con el buen tiempo (sol y calor, pero no como en Madrid donde, en determinadas horas del día, se te paralizan los músculos faciales en una mueca de piloto kamikaze, algo que en Finlandia sólo se da en algunas sesiones de sauna especialmente agresivas y sadomasoquistas); disfruto también con la naturaleza, los bosques que se retiran imperceptiblemente ante el paulatino avance de la ciudad, dejando tras de sí un rastro de parques, una quinta columna de árboles y flores que mantienen vivo el vínculo con la naturaleza; con las noches en las que se sigue viendo la luz del sol hasta las once o más tarde...
Aprovecho para enviar un abrazo muy grande a los que os encontráis en Londres o cerca de ella. Sigo las noticias con interés y preocupación, a pesar de las circunstancias paradisíacas en las que me encuentro.
Me quedo en Helsinki hasta el día 23.
Cada vez que vuelvo a Helsinki soy incapaz de prever cuál será mi primera reacción o impresión. Hace dos años de la última visita, y ahora todo me parece nuevo, fresco, aunque familiar y conocido. Paseo casi sin mirar ningún mapa, dejándome guiar por la memoria o el instinto, y al mismo tiempo disfruto con la paz, la calma de esta ciudad; con el buen tiempo (sol y calor, pero no como en Madrid donde, en determinadas horas del día, se te paralizan los músculos faciales en una mueca de piloto kamikaze, algo que en Finlandia sólo se da en algunas sesiones de sauna especialmente agresivas y sadomasoquistas); disfruto también con la naturaleza, los bosques que se retiran imperceptiblemente ante el paulatino avance de la ciudad, dejando tras de sí un rastro de parques, una quinta columna de árboles y flores que mantienen vivo el vínculo con la naturaleza; con las noches en las que se sigue viendo la luz del sol hasta las once o más tarde...
Aprovecho para enviar un abrazo muy grande a los que os encontráis en Londres o cerca de ella. Sigo las noticias con interés y preocupación, a pesar de las circunstancias paradisíacas en las que me encuentro.
Me quedo en Helsinki hasta el día 23.
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