Lo bueno de las visitas, aparte de la compañía, es que a menudo traen cosas ricas de beber o de comer, como los en este blog ya famosos calçots.
Una vez limpios, van al horno con un chorrito de aceite, sal y pimienta.
Con un manojo de estas proporciones y la dosis correspondiente de salsa romesco, amén de vino tinto y otros manjares de acompañamiento, se puede hacer en el mismo Madrid una exquisita calçotada.
A la mañana siguiente, fuimos al restaurante In Situ (calle Valverde 40) a probar el abundante brunch (desayuno-almuerzo) de los domingos. Aquí se me ve con Charlotte y Elías.
Y aquí, con la espectacular hamburguesa que, entre la tostada, el zumo, el café y el yogur con frutas por una parte, y el brownie de postre por la otra, contribuye a que uno se vaya más que contento.
Y con esto parece que por fin acabó el invierno...
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