Como sé que alguno no apreció o no entendió la chorrada sin paliativos en que consistía mi última entrada (al fin y al cabo, no viene mal hacer el payasete de vez en cuando), os sorprendo ahora con una noticia verídica: ayer por la tarde me rompí la nariz. No temáis, sólo me la rompí un poquito. La noche anterior, la del jueves, había vuelto a casa supercansado a eso de la una gracias a un hijoputesco retraso en el aeropuerto de Bruselas debido, según comentarios de una pasajera, a los primeros ensayos para la huelga de Brussels Airlines del día siguiente. Pues bien, el viernes, mientras Chen y yo practicábamos para recuperarnos el saludable deporte nacional de la siesta, recibí en el móvil una llamada de mi amigo Felip; como ya antes había recibido en el fijo otra de Paco, y para no despertar del todo a Chen, me levanté lo más rápidamente que pude con el móvil en la mano, de modo que tropecé (supongo que con alguna chancla), yo, que no necesito que me empujen para caerme en cualquier sitio, y me golpeé la nariz con un mueble bajo de madera que acechaba en medio de la habitación. Empezó a brotar sangre por el corte producido en el lugar del golpe así como por las dos narinas u orificios nasales externos aunque, como le dije a Chen en el taxi camino de La Paz, más sangra un cerdo cuando lo sacrifican. Tras haber limpiado y taponado las hemorragias, habíamos ido primero al ambulatorio más cercano, donde me hicieron perder el tiempo sin atenderme debidamente, y luego de allí a La Paz, a Urgencias. Como no era muy grave la cosa, me tocó esperar unas cuantas horas hasta que el joven y competente especialista maxilofacial examinó esa parte tan característica de mi cara, me dio algún que otro punto con anestesia local y luego me fue recolocando los huesecillos y el cartílago en su sitio como si estuviera modelando un muñeco de plastilina, mientras me preguntaba sí oía el “cric-crac” propio de semejante trabajillo de artesanía sanitaria. Reconozco que me encantan ese tipo de manejos, tanto en el dentista como en la peluquería (a la que he ido, por cierto, esta misma mañana). Salí del hospital con la nariz vendada, como lejano eco del protagonista de la película de Aki Kaurismäki “Un hombre sin pasado”. Por la calle la gente se me quedaba mirando, y todo por culpa de la nariz, igualito que en Taiwán, con la diferencia de que aquí los viejos (acostumbrados a todo tipo de percances y achaques) me miraron menos que jóvenes y niños, mientras que allá lejos lo hacía casi todo el mundo por igual. En fin, vaya forma de empezar las vacaciones de verano. Digamos que no viene mal como recordatorio de nuestra vulnerabilidad, de la imposibilidad de que nunca se tuerzan los planes, y del precario e interesante equilibrio entre el deterioro natural del organismo y su todavía sorprendente capacidad de regeneración. Por momentos me acordé de cuando, en enero del 2004, me cortaron 70 cm del intestino grueso para solucionar definitivamente la tendencia a producirse vólvulos del colon (megacolon dolicosigma). Anoche, y pese a los medicamentos recetados, no he podido dormir bien. Hoy estoy mejor, ya no me duele, aunque, con la nariz hinchada y enrojecida (además de dos pequeños moratones, uno en el párpado y otro en el pómulo izquierdos, unidos formando un 7 ó una J), voy hecho un cromo, por no decir un cristo, si tenemos en cuenta la operación del intestino de hace 3 años. Decía Chen que parezco una víctima (“un víctimo”) de malos tratos… Como digo, no es muy grave; el lunes he de volver a Urgencias para que rematen la faena y me digan si hay que hacer algo más. Me ahorro la ordinariez de sacarme una foto escabrosa con la cámara digital para colgarla en el blog (a propósito, Menchu, es una Olympus FE-220 7.1 megapíxel), y en su lugar os pongo una de la reciente estancia en Taiwán, en la que podéis apreciar la serena y singular belleza de mis facciones. Aprovecho para desear a Samuel un feliz cumpleaños y, a los demás, un espléndido San Fermín.
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4 comentarios:
Felip no te sientas culpable, que no ha sido por ti, sino por esas chancletas que otrora merecieron elogios líricos.
Ánimo compañero (ahora me refiero a ti, Jorge). Por desgracia el olfato no se echa de menos en esta ciudad de mi....
Lo que has tenido es mucha suerte. Por la tardanza, digo. En realidad, ese apéndice tuyo pedía ya desde el instituto una remodelación semejante. Peor hubiera sido el sucicido del loro, digo yo.
Yo hasta que no te quiten las vendas no me creo lo del accidente. Seguro que en un arrebato de aburrimiento y frivolidad te has mandado hacer la nariz de George Clooney.
Envía fotos del nuevo Jorge.
Un abrazo y que te sea leve.
Bueno, veo que tampoco es para tanto y que te estás recuperando de una manera sorprendente. Tu estado de ánimo lo delata. Sin embargo, decirte que estos accidentes no se curan nada más que en la playa, remojando tus doloridas fosas nasales en el salitre sanador de las aguas del Mediterráneo (con el dolor de cojones pasa lo mismo y es que son dos zonas de nuestro cuerpo muy unidas a la vagina, ¿he de decir de la mujer?). Que usted lo pase lo mejor posible y dé recuerdos a Chen.
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