La Noche de los Libros, ayer día 27 de abril, tuvo lugar una lectura pública en la Biblioteca Nacional de España. Yo leí, primero en el original en esperanto y luego en mi traducción al español, el poema Huellas del escritor islandés Baldur Ragnarsson, nacido en 1930 (foto de Ziko).
Huellas
A veces ciertas huellas de pies humanos
ocupan mi mente.
Las huellas de los pies desnudos
que Robinsón
encontró en la arena de su isla.
Las huellas petrificadas de hombres primitivos
marcadas en un desierto de Etiopía
hace dos millones de años.
La huella de Neil Armstrong
en la superficie de la luna.
Pero me obsesionan sobre todo
mis propias huellas
marcadas hace décadas
en un monte desértico
al este de Islandia,
borradas
hace ya otras tantas décadas
por la lluvia y la tormenta.
Aunque esas huellas
no tengan un lugar garantizado
en la literatura del mundo
ni un significado transcendental
en la historia del hombre,
sin embargo se mantienen firmes
en mi memoria
como símbolos de una agilidad pasada
y de un brío juvenil
de aquellas tardes cuando, después del trabajo,
me animaba a explorar
las tierras altas, deshabitadas, en torno a nuestras tiendas
mientras mis cansados camaradas
reposaban ya, distendidos,
sin poder entender
mi inútil afán de vagar
mi extraña obsesión por dejar mis huellas
en la hierba baja
la arcilla pegajosa
y la arena áspera
y sobre cimas desérticas sin vegetación alguna
sin vida alguna
salvo la de aves esporádicas
en vuelo camino de mejores sitios donde alimentarse.
A menudo busco en mis pensamientos
esas huellas borradas
porque para mí todavía tienen valor
como testimonios del deseo
de seguir mi propio camino
y, al final, de marcar otras huellas
no tan fácilmente borrables,
huellas que puedan ser consideradas como de algún valor
por los desconocidos
que sigan mis pasos.
10.10.2007
Título original: Spuroj (del poemario La neceso akceptebla, 2008).
Traducido del esperanto por Jorge Camacho.
Foto de Nevit Dilmen.