Estoy al margen
–periodista, político, predicador o pensador insigne–
no existe la belleza, la compasión, ni la alegría;
y no hay lugar para los pobres, los de pueblo, los feos y los raros;
y si tú sólo valoras el triunfo, el dinero, la derrota del adversario
y la utilización descarnada del hombre
como votante sumiso, creyente fiel o consumidor filopublicitario;
debes saber que ya no me interesan tus palabras premiadas
ni tus sabias lecciones bendecidas.
No me interesan nada. Ni escucharlas ni rebatirlas.
Nada, nada.
–profesor o maestro y gurú de las aulas–
se arropan en la hojarasca de una terminología artificiosa
y sustentan sus fines y objetivos
en el acopio de un aparato erudito arborescente,
y esgrimes como mérito académico
tu rebuscado hermetismo sin sustancia
y el número elevado de suspensos
como excelencia de tu labor estéril y engolada,
debes saber que a mí no me interesan tus palabras
ni tus vacuas lecciones sin provecho.
No me interesan nada. Ni escucharlas ni rebatirlas.
Nada, nada.
–perseguidor excelso de la belleza esquiva
y aplaudido profeta de la última vanguardia–
no existe la emoción y el aleteo del ángel de lo humano,
ni el humor, el misterio, la sorpresa, la lágrima o la risa,
ni la transmisión de un mensaje humanizado,
y sólo buscas aplausos, premios, ventas, oropeles y páginas amigas,
debes saber que ya no me interesan tus pinturas,
tu música, tus libros, tu teatro,
por más aplausos o medallas o premios u homenajes que recibas.
A mí no me interesan nada.
Nada, nada.
–amante que declaras, prometes o profesas amor–
no existen más que quejas o reproches
y no la admiración y la ternura, la ayuda y el perdón,
la alegría y el respeto, la complicidad y la sorpresa,
debes saber que tu mensaje de amor no me emociona,
ni tampoco me interesa ese amor tuyo tan triste y tan mezquino.
Es preferible mil veces vivir solo, desamorado y libre,
que enzarzado en fatigosas batallas
por palabras de amor que no se viven,
fácilmente trocadas en hostiles palabras de egoísmo y de rencor.
Y eso a mí ya no me interesa nada.
Ni siquiera seguir hablando de ello.
No me interesa nada.
Nada, nada, nada.
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