5.1.08

piedras caídas del cielo

Aunque no esté directamente relacionada con su contenido, he elegido para ilustrar esta entrada la obra "La nona ora", del artista italiano Maurizio Cattelan, muy polémica en su día:


Pero yo quería hablaros de otra cosa. Antesdeayer [ya sé que esta palabra no aparece en muchos diccionarios; peor para ellos], el jueves 3 de enero, hacia las once y cuarto de la mañana, el escudo de cemento que coronaba el número 29 del paseo de Recoletos, edificio propiedad de la empresa aseguradora Mapfre, se desprendió de la cornisa y cayó a la calle desde una altura de siete pisos o 25 metros, matando a Cristina Jávea, una mujer valenciana de 41 años de edad que paseaba por Madrid en compañía de su amiga de la infancia Pilar Monteagudo, que resultó ilesa.

41 años; los mismos que tengo yo cumplidos cuando escribo estas líneas.

Una posible interpretación de los hechos, similar a la del punto de partida de la novela corta "El puente de San Luis Rey" de Thornton Wilder, sería: "Algo habría hecho. El escudo de cemento no cayó por casualidad justo en el momento en que esa persona precisamente (y no otra) pasaba por debajo. Dios lo ha querido. Es la voluntad del Señor."

No muy distinta de lo que expresa la palabra árabe "mektub": "Estaba escrito". Es decir, "Era su destino. Tenía sentido."

Claro que también se puede plantear de otra manera: "Desde el punto de vista de la física atómica no hubo tal colisión, pues los átomos del escudo y de la cabeza no chocaron unos con otros. Se trata de una ilusión. Tanto el edificio como la persona no son sino ondulaciones de un mismo mundo físico. Todo está en contacto con todo, por mediación de los átomos del aire y de infinidad de ondas y corpúsculos. No hay partes, ni individuos, razón por la cual lo único que cesó es la ilusión de conciencia y de permanencia que tendemos a llamar 'persona', 'identidad', 'yo'."

O bien: "Todo lo que ocurre en el cosmos, por el mero hecho de ocurrir, es necesario. Por tanto, nada importa, nada está bien ni mal, ni el asesinato de un peatón en Kenia, ni la violación de un niño por un cura, ni la destrucción sistemática y escalonada de Palestina. Simplemente, lo que es, es. No hay, pues, que alegrarse o entristecerse por nada, sino aceptar cuanto ocurra como acontecimientos o sucesos de este mundo."

En mi opinión, ninguna de las pajas mentales que acabo de mencionar, tan difundidas unas y otras entre millones y millones de personas, se refieren al accidente del jueves 3 de enero. Al hecho de que, antesdeayer, un escudo de cemento desprendido de una fachada mató en plena calle a una valenciana de 41 años.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, Jorge. Tu entrada de hoy es de lo más filosófica. Qué pena que no podamos reunirnos en torno a una mesa bien servida a charlar sobre el tema. Sólo diré que tus muy bien sintetizadas "pajas mentales" no agotan la serie de las posibles (por ejemplo, también tiene interés, metodológico al menos, la que hace intervenir el azar en lugar de la necesidad). Pero frente a tu despectiva (me parece) denominación, yo prefiero considerarlas explicaciones (claro que unas bastante más inteligentes que otras) del mundo, es decir respuestas a nuestra absoluta necesidad de entender lo que pasa para aceptarlo. Son fruto del esfuerzo de los humanos para aceptar la vida, su vida. Incluso la opción de aceptar sin (supuestamente) interpretar (tipo budismo y similares) es ya una opción gnoseológica, una decisión voluntaria, y una forma de entender el mundo. Otra cosa es querer o confundir o defender que la explicacion que uno abraza ES la realidad, o que hay una realidad diferente a lo que de ella nosotros hacemos... En fin, lo dicho, qué pena no estar más cerca geográficamente. Salud y buen año!! Menchu

Jorge dijo...

Lo de "paja mental" es, más que despectivo, descriptivo, e incluye naturalmente también las mías, como esta misma entrada.

Me refiero a que esas visiones del mundo (cristiana, "new age", relativista etc) no explican nada. Nada de nada. Ni las muertes del tsunami, ni las producidas por el SIDA, por el aceite de colza o por el terrorismo de estado.

Además, se olvidan de plantear que medidas como la revisión periódica obligatoria de las fachadas de los edificios, o del estado de su estructura, podrían evitar cierto número de muertes; el control en la venta de armas de fuego, otras tantas; etc etc etc.

Es decir, se olvidan interesadamente de que las causas de muchos accidentes e incidentes propios del mundo humano se encuentran en el mismo mundo humano, no fuera de él, en las alturas celestiales o en universos paralelos.

Es decir, que de ellas también somos responsables todos nosotros, cada cual en la medida, mayor o menor, que le corresponda.

Anónimo dijo...

Bueno, no estoy de acuerdo en que no explican nada. Otra cosa es que te convenzan o no, que expliquen mejor o peor (según los criterios que tomemos, obviamente). Pero explicar explican, incluso aceptaría que explican demasiado antes que aceptar que no explican. Otra cosa es que algunos sean (seamos) capaces o lo que quieras para percibir (¿o proyectar?) lo que queda de misterioso en los hechos. O tal vez sea simplemente la estupidez de no comprender nuestra propia insignificancia como individuos. Y no, desde luego yo no me siento en absoluto responsable de que una cornisa se desprenda, o de que alguien no haga bien su trabajo. No acepto, en principio, responsabilidades colectivas. Mi responsabilidad es hacer mi trabajo lo mejor posible, y vivir mi vida lo mejor posible, lo que incluye tener en cuenta a los demás, actuales y futuros, y tratar de no perjudicarles y de beneficiarles en lo que en mi mano esté. Las limitaciones que me ponga mi inteligencia o mi circunstancia pueden ser insuperables para mí, y en ese caso no seré responsable. Yo no soy responsable de que mi presidente haya colaborado en la invasión injusta de un país, de que una empresa no cumpla la legislación de prevención de riesgos o de que esa legislación sea inapropiada. La responsabilidad es individual. Asumo toda la mía, pero sólo la mía. Y cada uno ha de asumir la suya. Podemos y debemos señalar con el dedo, despreciar o pedir cuentas a todo el que eche balones fuera. Pero creo también que estamos obligados a no simplificar a la hora de establecer las causas de los hechos y las responsabilidades derivadas. La tristeza, la rabia, la ira... o como decían los antiguos, las pasiones alteran el juicio racional. Acepto que la vida no ha de reducirse a la razón, defiendo que los sentimientos, la imaginación, la intuición son parte de nuestras "herramientas" para andar por el mundo y es estúpido despreciarlas o ignorarlas. y así coincido contigo en que quedarse tanquilo con alguna de esas explicaciones es simplificador, claro.

l'air du temps dijo...

something for me to think about. i read often about how 'death' in some cultures is a cause for celebration. they say 'cry when we are born and rejoice when we go.'

then i thought there is no way one can understand in anyway how a young woman walking can have such a violent and sudden death. and i am tempted to wonder, isn't birth violent and sudden as well, all that blood and pain and screaming (so i hear).

then also, we All have to die don't we. and however it happens, it seems to be heart breaking.

is it possible to accept death just as another part of this existence that we all share?

there is a poem that says 'each year we pass the date of our death on the calendar, it's just that we don't know which day it is.'

Jorge, you have brought before us some incredibly interesting perspectives, ideas, and happenings. as you can see i have no answers, only questions. thank you for encouraging thought and exchange.

i always remember one actor when talking about his mother's death. she was elderly, the family had been out for a nice long walk. upon returning home the mother asked to be made a cup of tea. she went in the bedroom to lie down, and by the time the tea arrived she had passed on. not a bad way to go after a long life. but who gets to say how and when... or do we?

Anónimo dijo...

Propuestas para solucionar problemas:
- Al caminar por la calle, mirar siempre hacia arriba, excepto al llegar a un semáforo (especialmente en Kenia).
- Castrar a los curas
- Castrar a los israelíes
- Castrar a los progenitores de albañiles incompetentes.

En serio, recuerdo cuando no era nada. Si entonces otra nada me hubiese hablado del olor del pan recién hecho, del color naranja y de las cosquillas, le habría dicho ¡vamos ya, tronco! Sin embargo, en medio del vacío eterno hubo un momento (no sé muy bien cual) en el que, en un lugar remotísimo, un espermatozoide entre docenas de miles fecundó un óvulo y desde entonces más o menos veo, huelo y siento.
He hecho todas estas cosas y muchas otras a lo largo de casi cuarenta años. No he visto naves ardiendo más allá de Orión, pero he visto al Madrí ganar la Copa de Europa tres veces, me he reído bastante, he olido cosas fétidas y me han dedicado algún poema. ¿Quién me lo iba a decir a mí?
Si quieres que te diga la verdad, el que una roca me aplaste el cráneo, por accidente o por premeditación, es algo que considero francamente probable en este sitio.
De hecho ya ha sucedido antes, a un tío que se estaba follando a una gallina en las Canarias. En aquel caso la gallina también falleció.
¿Dónde está la broma? Me parece que te ha afectado el hecho de que la víctima en este caso tuviera tu misma edad. ¿No será que le tenemos miedo a LA MUERTE? Pero si puede llegar del cielo en cualquier momento ¿debemos tenerle miedo a LA VIDA? ¿quién cojones nos mandó venir, en primer lugar?

Espero no haber solucionado tus problemas. Las pajas mentales también dan gustito, después de todo.
Un abrazo
Paco

Jorge dijo...

Ni soy filósofo ni tengo respuestas para nada. No creo que todos seamos responsables de todo, pero sí que todos tenemos nuestra partecita de responsabilidad en muchas cosas, en mayor o menor medida, claro.

Por ejemplo, quienes llevan 20 años votando al PP en las elecciones municipales de Madrid, no pueden escandalizarse ahora por las obras de la M-30, el nuevo ayuntamiento en Cibeles o la Operación Guateque.

Por desgracia yo no recuerdo cuando no era nada o, mejor dicho, cuando no era. Mis primeros recuerdos, muy vagos, que aún conservo conscientemente son de 1969 ó 1970 (nací a finales de 1996). El hecho de que Cristina Jávea tuviera mi edad, más que afectarme, me hizo reflexionar. Una piedra mata a una señora y no pasa nada, nadie es responsable de nada, todo sigue igual y todos tan contentos. En cuanto a la muerte, ¿la temo? Digamos que no me apetece morir, de momento. Y desde luego, si hay que morir, preferiría que no me fulmine un misil, me apuñale un cabeza rapada o me atropelle un farruquito. A eso me refiero.