Hace casi dos meses acabé discutiendo de madrugada en un bar con un amigo sobre la autoría del 11-M: habían logrado contagiarnos la crispación bipartidista de los medios de desinformación. A quien le interese mi opinión sobre estos temas, le remito a una entrada del blog de César Mallorquí y a otra del de Javier Ortiz, columnista habitual de El Mundo (y de lo poco que se puede digerir de ese periódico):
Tras el reciente atentado de ETA en Barajas, está claro que el gobierno se ha equivocado con respecto a las intenciones de esa banda de descerebrados asesinos. Firme detractor del segundo gobierno de Aznar y de la sombra que proyecta sobre los patéticos Rajoy-Acebes-Zaplana, soy también crítico con el gobierno de Zapatero, sobre todo en temas como la vivienda o la memoria histórica. De nuevo sugiero la lectura de una columna de Ortiz:
Ahora bien, una cosa es criticar al gobierno y otra muy distinta es compararlo con ETA. ¿Dónde están ahora los que se manifestaban pidiendo "la verdad del 11-M"? ¿Por qué no lo hacen de nuevo, exigiendo esta vez toda la verdad sobre el 30-D? Puestos a elucubrar conspiraciones, y dado que el modus operandi no se corresponde con el habitual de ETA, ¿no podría haber sido Al Qaeda la autora del atentado, para devolverles a los etarras el favor de marzo del 2004? ¿O no lo habrá hecho, pensándolo mejor, el propio Partido Popular, para debilitar a Zapatero y asegurarse así la victoria en las próximas elecciones?
Por cierto, la ilustración es el cartel de "La máscara de Fu Manchú", con Boris Karloff, de 1932. Y os recuerdo que en los últimos días he puesto fotos y dibujos en las entradas de mi blog más recientes.
2 comentarios:
Deseo que sobre los descerebrados, como tu bien los calificas, que han cometido la barbaridad de Madrid caiga la justicia (la civil, no la poética). Hace ya tiempo que ETA, y buena parte de la izquierda abertzale, parecen haber transcendido el sentido de realidad.
Dicho esto, y siendo evidente que el único responsable de la bomba de Barajas fue ETA, no lo tengo tan claro en lo referente a la ruptura del proceso de paz y de diálogo. Estoy de acuerdo, en este sentido, con el primer artículo de Javier Ortiz, en el que critica, entre otras cosas, la forma en que Zapatero ha gestionado el proceso de paz. Lo hace en voz baja, pero como dijo el poeta, “hablar en voz baja también es hablar”.
A mediados de diciembre, ignoro con que intención, El País sacó un artículo bastante revelador sobre los entresijos de la cosa, cuya lectura recomiendo:
http://www.elpais.com/articulo/espana/tropiezos/proceso/elpepuesp/20061210elpepinac_6/Tes
A alguna gente, aquí arriba, le sabía a cuerno quemado la insistencia del gobierno y del PSOE en que nunca habría contraprestaciones políticas derivadas del proceso, así como su incomprensible jactancia de haber realizado incluso menos concesiones que el PP durante la tregua del 98.
Lo primero se me antoja una pretensión irreal y fuera de toda lógica: ningún proceso de estas características (hablo de diálogo, no de victoria) parece que pueda llegar a puerto sin que intermedie, en algún punto del mismo y vehiculizada no necesariamente por ETA, alguna forma de compensación política (así fue, por ejemplo, en Irlanda del Norte). Yo creo que el PSOE no ha sabido, o no ha querido, hacer llegar este mensaje a la opinión pública.
Por otra parte, algunos han echado en falta gestos simbólicos que ayudaran a crear eso que llaman “clima de confianza”. Me refiero a cuestiones, repito, más o menos simbólicas, hacia las cuales la izquierda abertzale se muestra extremadamente sensible: pienso, por ejemplo, en el acercamiento de presos al País Vasco o en una actitud más audaz en el caso de Iñaki de Juana Chaos (personajillo psicótico por el que siento nula simpatía, pero cuya última condena por delito de opinión tiene un claro sesgo político y de venganza). Y no hablo ya de la legalización de Batasuna, aspecto que me parece más que lacerante, aunque también esta cuestión podría admitir una solución pactada y airosa para ambas partes que evitara, provisionalmente, la deshonrosa derogación de la ley de partidos (un instrumento, a mi juicio, “ad hoc” y aberrante).
Es comprensible el escepticismo que despierta en mucha gente de buena voluntad las verdaderas intenciones de ETA; de hecho la última atrocidad de Barajas viene a sembrar dudas más que razonables sobre su verdadera disposición a enterrar las armas. Pero quizá habría también que preguntarse si el gobierno de España, y en general la sociedad española, están en disposición de encarar un proceso de paz y de diálogo asumiendo con serenidad todas las implicaciones, también las políticas, que pudieran derivarse del mismo.
Y perdón por el tocho.
La comparación con Irlanda está fuera de contexto: en Irlanda hay (o había) dos bandos enfrentados, cada uno apoyado en su grupo terrorista. Para empezar a hablar de paz hubo de convencer a ambos grupos que dejaran las armas.
En Euskadi no hay dos bandos terroristas: sólo hay uno. Y como sólo hay uno, ese uno tiene que dejar las armas. No hay nada que negociar a este respecto. No se puede hablar con nadie que porta una pistola.
(Tiene más sentido la comparación con Chechenia o Palestina; con la diferencia que el Estado español ha abandonado los métodos contraterroristas ilegítimos que usan el Estado ruso y hebreo respectivamente.)
La socidedad civil vasca no está enfrentada (aunque según el momento, pasa por mayores o menores crisis); hay un conflicto entre soberanistas y no soberanistas que, si no fuera por ETA, sería un conflicto político sin traducción en víctimas.
Por eso, yo prefiero decir que en Euskadi no hay un conflicto sino dos: uno provocado por una banda de autoabducidos violentos, y otro político. Hay que acabar con el primero para abordar el segundo con tranquilidad.
El conflicto político se ha resolver entre representantes legítimos de Euskadi y el Parlamento español. En un entorno legal democrático, donde los ciudadanos eligen libremente sus representantes sin la presión del terrorismo, si la mayoría política de Euskadi resuelve a favor del soberanismo entonces le toca al aparato del Estado lidiar políticamente la situación y hacer las concesiones que sean oportunas, *pero con los representantes legítimos* no con una banda terrorista.
Publicar un comentario