30.12.05

"mensamientos"

Hoy me he levantado con ganas de escribir. Llevaba dándole vueltas en la cabeza durante la noche, puede que incluso desde antes. Hace un rato lucía el sol, pero se ha vuelto a cubrir, así que supongo que, como los dos últimos días, hoy también lloverá. Antesdeayer (empleo esta palabra pese a lo que diga la Academia) cayó la primera lluvia; más que armarme de valor, me desarmé de pereza, cogí la bici (¡hola, Ale, gran poeta argentino!) y me lancé a recorrer un Pingtung distinto (según la televisión: temperatura de entre 18 y 24 C, y 60 % de humedad): además de las habituales familias de 3, 4 ó incluso 5 miembros encaramados todos ellos a lomos de una moto de ciudad, el invierno taiwanés permite ver a otros motoristas que circulan con el paraguas abierto... Y qué grata sensación la de cobijarse bajo los viejos techos de madera del pequeño templo de la familia Hsiao ("mi templo"), con la pintura descascarillada por la intemperie, mientras la lluvia ligera moja mansamente el patio interior, entre los altares dedicados a los ancestros y la entrada principal.

Ayer por la tarde Atia, el hermano menor de Chen con el que compartimos casa, apareció por aquí por la tarde con dos raciones de sopa de tallarines finos con ostras, empanadillas de carne a la plancha y otras cosas para picar. Nada que objetar si no fuera porque habíamos quedado para cenar más tarde con otros amigos suyos y con Chen, cuando ella volviera del trabajo. Ah, entre Atia y la tía de Chen que tiene la desayunería, me van a matar cebándome... Fuimos más tarde al puesto de comida que lleva un amigo suyo y allí, en la trastienda, a la vista de los viandantes compradores y consumidores de sus viandas, sentados a una mesa baja sobre sillas de plástico para niños, entre niños y otros adultos relacionados de algún modo con el negocio; allí, digo, nos pusimos a cenar Atia, sus amigos Apiong y el del puesto, y yo, picoteando todo tipo de alimentos cocidos en salsa de soja y mojados en diversas salsas, con una botella de güisqui escocés que fue cayendo entre los cuatro a lo largo de la noche; Chen llegó más tarde, le dio un sorbo a mi vaso creyendo que era cerveza (aquí se le pone hielo a las dos bebidas), e inmediatamente se fue al puesto de al lado a por un zumo multifrutas.

La que no vino fue Hsiaoma (literalmente, "Caballito"), la novia de Atia; hace más o menos una semana que falleció su madre y, aunque no va vestida de luto, no puede "salir" con amigos hasta finales de enero. Estuvo con nosotros un rato en nuestra casa, luego fuimos los tres en el coche de Atia para dejarla a ella en la suya, y entonces él y yo continuamos la ruta camino del puesto de comidas del que os hablaba en el párrafo anterior.

Hasta que llegó Chen, tuve que hablar chino todo el rato, durante casi un par de horas. Cada vez voy soltándome y entendiendo más, aunque me falta muchísimo antes de llegar al nivel de principiante; incluso en taiwanés voy pillando ya algunas palabras. De todos modos, en muchos momentos, cuando no me esfuerzo por comprender ni tan siquiera lo intento; por ejemplo si la televisión está encendida y dan un programa que no me interesa; o si hay una conversación fluida entre varias personas, como colegas de Chen acerca de otros colegas o de su trabajo; entonces, digamos que desconecto y que la escucha desatenta del chino, en lugar de frustrarme, tiene en mí casi el efecto balsámico de un mantra.

Con lo que llegamos al tema que quería tratar. Etimológicamente, "mantra" significa "instrumento para pensar"; en la práctica, se trata más bien de una palabra (por ejemplo "Om") o serie de palabras por medio de cuya repetición constante se logra no pensar. En eso consiste la meditación. En "Occidente" (entrecomillo expresiones que resultan útiles como abreviatura pero que no hay que entender al pie de la letra; en sentido estricto, Occidente "no existe") tendemos a creer que la meditación es cosa de gurúes y jarecrisnas. Ahora bien, y sin confundirla con la reflexión, casi todo el mundo realiza este tipo de meditación en la que desconectamos el pensamiento, lo que pasa es que no la reconocemos como tal y tampoco nos damos cuenta de lo que nos sucede en esas ocasiones. Cuántas veces nos ha ocurrido que alguien nos pregunta "¿En qué piensas?", y nosotros respondemos "No, en nada, tenía la mente en blanco..."; estábamos absortos más que ausentes; el cerebro, sin estar apagado o dormido, sigue funcionando pero, en lugar de pensar, simplemente respira, late, vive. Ah, envidiable estado de beatitud en el que no es preciso pensar. Yo ahora intento provocar esos momentos de vacaciones mentales. En teoría, en esos instantes, nuestro pensamiento está en todo y en nada; mi cerebro, de momento, sólo llega a la nada, a menos que yo mismo, en mi inexperiencia, no me percate de otros niveles de conocimiento.

"La funesta manía de pensar". La mente no existe; quiero decir que no podemos hablar de "la mente" como entidad, individuo, sujeto u objeto. Como dice Steven Pinker, la mente es la actividad de un órgano corporal, el cerebro. No es que tengamos, perdamos o recuperemos "la visión" como quien tiene, pierde o recupera un billete de 5 euros: vemos, dejamos de ver, volvemos a ver. La visión es el nombre que damos a la actividad del ojo; la mente, el que damos a la del cerebro. Una metáfora más. En realidad, no tenemos mente: "menteamos" o, si me permitís un neologismo más audaz, "mensamos". Y lo interesante es dejar de "mensar".

Tanto el budismo como el taoismo llevan siglos advirtiendo sobre otra peligrosa ilusión, la de la existencia del "yo" como ente estable, continuo, idéntico a sí mismo o consigo mismo a través del tiempo.

Cito ahora fragmentos de la automentalografía "Tarokoj kaj epokoj" (en esperanto: "Cartas de tarot y épocas"), de Christian Declerck, que me acabo de terminar, nada menos que 654 páginas:

"[La ilusión del yo] complica la existencia por medio del deseo constante de placer, éxito, seguridad, confort, y del miedo a la soledad, el dolor y la tristeza."

"[El mantra] Es sólo un medio, una herramienta para silenciar de una vez por todas el ruido del cerebro, para detener el pensamiento, ese flujo de pensamientos mecánico, involuntario, no dirigido e incontrolable que nos arrastra sin orden de uno a otro tema, de uno a otro asunto, sin fin. Dominar la mente, no pensar, ¡qué difícil!"

El cerebro, que en los primeros homínidos tenía como función principal la de buscar comida ("yo matar mamut") y encontrar pareja para la procreación ("..."), ha evolucionado hasta un nivel de complejidad y capacidad increíbles; ahora bien, resuelto el problema del alimento mediante las jornadas de 8 horas, a nuestro cerebro ocioso le sobran capacidad y tiempo libre; su actividad, la mente, se dispara; cuando pensamos o mensamos, aunque lo hagamos con imágenes, recurrimos a estructuras discursivas, narrativas, lingüísticas; si la personificamos por un momento como metáfora, la mente sería ese enanito parlanchín que todos llevamos dentro, que no deja de hablar en todo el día, de crear, complicar y marear problemas, y al que lo mejor que podríamos hacer es decirle de vez en cuando "cállate de una puñetera vez".

Por desgracia en "Occidente" se le ha hecho demasiado caso a Descartes y a su "cogito ergo sum" (pienso luego existo, o: pienso luego soy). Pues no, señor, ni "ergo" ni nada. Pienso luego no soy. No pienso luego soy. (Quizás en ambos casos sería mejor decir "estoy", pero eso nos daría para un par de libros.) O, en versión coloquial: pienso luego estoy jodido.

Es la trampa de la mente, de los "mensamientos", de las palabras. Todos sabemos cuánto daño pueden hacer las palabras, daño intencionado, involuntario o contrario a nuestra voluntad. Y cómo nos liamos y enredamos con nuestras ideas y constelaciones de ideas, con las expectativas, frustraciones, exigencias absolutamente innecesarias y contraproducentes.

Pues bien, la idea que me ronda últimamente (toda esta frase es otra gran metáfora) es que, para no volvernos locos, la mayoría de la gente realizamos gran número de actividades como mantra, para no pensar. Las prácticas religiosas (rituales, oraciones etc) son el mantra perfecto siempre y cuando no se crea en ellas (creer es pensar) sino que se lleven a cabo con espontaneidad y naturalidad. La cita recurrente de las fiestas de fin de año o navideñas es otro gran mantra. Como lo es el consumismo; con la salvedad de que repetir ciento cincuenta mil veces la sílaba "Om" es menos dañino para el medio ambiente que el fundido masivo de tarjetas de crédito en las cajas de tiendas y grandes almacenes. Es mantra ver la tele, e ir al cine, aunque a veces ambas cosas nos lleven a pensar. Yo reconozco que en el cine puedo desconectar la fábrica de pensamientos y tragarme casi cualquier cosa; con la lectura, en cambio, me resulta más difícil no pensar, aunque a veces me sucede que leo un artículo o una página y me doy cuenta de no haberme enterado de nada, de no haberle prestado atención: meditación pura.

Mantras hay por todas partes: el sexo, los niños, el sudoku, la obsesión por las identidades colectivas, el futbolismo, la buena mesa, el esperanto, la violencia (para algunos brutos), la música, sí, la música... En definitiva, la vida como mantra: la vida es mantra.

Espero que no se os indigeste esta gran paja mental con la que voy dando por concluido el 2005. Pasadlo bien, nos vemos el año que viene.

28.12.05

trece fotos [sin fotos]

A los que habéis tenido la paciencia de leer mis mensajes quería enviaros imágenes del templo ese que menciono cada dos por tres. Ya puestos, añado otras fotos del pasado fin de semana en Kenting, en el sur de la isla, donde por fin conseguí pegarme un par de baños (uno de ellos nada más llegar). En total son trece:

62 vista frontal del templo (y de mi bici)
65 vista lateral
66 desde el interior
72 pintura de un guerrero en una puerta de madera
77 otra desde el interior
82 baño en Kenting, al atardecer
94 Chen, en el campo
98 yo también
99 aberración arquitectónica para turistas
100 no podía faltar una con comida
101 dos colgados en el puente colgante
109 playa con central nuclear al fondo
111 procesión

Lo de la procesión tiene que ver con el Año Nuevo Chino, el domingo 29 (el sábado es la víspera, equivalente a nuestra Nochevieja). Estamos en pleno ambiente de celebraciones, y también empezando a pensar en las maletas, porque el próximo miércoles volvemos a Madrid.

El lunes, en Kaohsiung, fuimos al único restaurante español genuino de Taiwán, el mesón "Hola" (no es como el restaurante "Amor y pan" de nuestro amigo Jimmy, que toma la cocina española como fuente de inspiración). Nos olvidamos de llevar la cámara, así que no pudimos hacernos una foto con el patrón*, paisano ni más ni menos que de... Aranda de Duero. Ancha es Castilla.

[* Ángel y su esposa taiwanesa Elena]

26.12.05

entre fiestas

Pasadas ya las fiestas del solsticio de invierno, que los romanos denominaban saturnales y que nosotros llamamos navidad desde que empezó la moda del cristianismo, me dispongo a contaros algunas de las cosas que hemos hecho en estos últimos días.

La verdad es que he encontrado en Taiwán más "espíritu navideño" del que esperaba. Aunque un diez por ciento de los 23 millones que pueblan la isla son cristianos, la navidad no se celebra oficialmente (es como el año nuevo chino en España). Sin embargo, parece que en los últimos años se han ido extendiendo más y más los modos occidentales: árboles, decoración, villancicos etc. Por otra parte, se me había olvidado que en Taiwán el invierno también existe, y, aunque suave, al atardecer refresca y conviene abrigarse, y por la noche hay que dormir con pijama y manta(s).

Pues bien, Chen y yo decidimos irnos a pasar el fin de semana a Taichung (en pinyin "Taizhong"), ciudad situada a entre 2 y 3 horas en coche desde Pingtung. Hemos hecho fotos, pero como todavía no hemos logrado pasarlas de la cámara al ordenador, tendré que enviároslas en un próximo reportaje fotográfico. Tuvimos suerte: el viernes subieron las temperaturas y me he pasado desde entonces hasta hoy en camiseta (dicen que mañana refresca de nuevo). La primera foto que no os mando, del sábado 24 de diciembre, podría titularse "En camiseta en un área de servicio", para dar un poquito de envidia.

En Taichung nos quedamos una noche en casa de una amiga de Chen, Apple, casada y con tres hijas de 14, 15 y 16 años más o menos. Viven en una zona, barrio o municipio llamado Longjin, el Pozo del Dragón, nombre prefecto para donde íbamos a pasar la Nochebuena. Otra de las futuras fotos podría ser "El conejo blanco". Su casa se encuentra en una calle de restaurantes y tiendas, como las Ramblas pero cuesta arriba en la montaña, con multitud de turistas durante la tarde y la noche. Llegamos a eso de las cuatro y, después de tomar el té con la familia, quedamos con Dulce, una amiga taiwanesa que estudia en Taichung y a la que conocí en el metro de Madrid hace unos meses. Dimos una vuelta y luego fuimos a cenar de tapas en un salón de té. Todo estaba lleno de gente, las tiendas, los restaurantes: puro consumismo navideño, como en casa. Después, a eso de las diez, quedamos con otra amiga, Nathalie, y su marido, que nos llevaron en coche a una cafetería más cerca del centro de la ciudad. Como se acaban de casar en noviembre, procedimos al visionado mutuo y obligatorio de los álbumes de fotos correspondientes. En resumen, una tarde bastante animada, con muchas actividades.

El domingo 25, después de un desayuno abundante con la familia, nos pusimos en camino de vuelta a Pingtung. Primero visitamos el campus de la universidad de Tunghai ("Donghai"), en Taichung, muy espacioso y tranquilo, donde, además de facultades que más bien parecen templos de la ciudad japonesa de Nara, se encuentra la iglesia Capilla Memorial de Luce, del arquitecto I. M. Pei, construida a prueba de terremotos (es decir, de la ira divina):

http://en.wikipedia.org/wiki/Luce_Memorial_Chapel

En el campus sacamos fotos de un árbol de navidad y un par de belenes obra de los estudiantes. Ya en Pingtung, y después de la siesta, fuimos a la iglesia (cristiana) de Chen, donde había cena de navidad. Cada parroquiano llevó un plato distinto: pato de Pequín, sopa de almejas o de albóndigas de pescado, comida aborigen, gambas y langostinos, arroz y tallarines con carne, pescado o verduras etc. Nosotros, jamón serrano (traído de España) y pan blanco comprado en el Carrefour. Aparte de que nos pusimos las botas, tuve la impresión de encontrarme en el ambiente más apropiado posible para la cena de navidad: entre cristianos practicantes. Hubo un reparto de regalos al azar (para los más de 50 participantes, también para los que, como yo, no habían llevado un regalo desde casa, como lo del amigo invisible), y a mí me tocó hacer en una ocasión de mano inocente para extraer tres números del sorteo.

Los compañeros de la iglesia de Chen ya me conocen porque he aparecido por allí en varias ocasiones, creo que no sólo coincidiendo con cenas o similares. Uno de ellos es capitán de barco, y durante varios meses lleva un petrolero hasta Oriente Medio y luego disfruta de otro par de meses de permiso en Taiwán. Ayer charlamos durante un buen rato y me puso al corriente de las diferentes prácticas de piratería en Yibuti (Djibouti) o en el estrecho de Malaca, en el Mar de China Meridional.

Otra de las fotos que quería hacerme era una con una chica vestida de Papá Noel o Santa Claus, pero con falda, a ser posible una vendedora de betel (aunque dudo mucho que cambien de ropa con motivo de las fiestas) o, si no, una cajera de grandes almacenes. Pues bien, al final conseguí hacerme la foto. A ver si hay suerte y os la envío mañana.

Os deseamos tranquilidad y relax en los días que quedan hasta Nochevieja y Año Nuevo.

El fin de semana que viene tenemos pensado bajar a Kenting, en el sur. A ver si hay suerte, el sol calienta, y puedo empezar el 2006 dándome un baño en la playa.

20.12.05

creacionismo

El domingo 18, al subir al avión que me traería a Taiwán, cogí en el aeropuerto de Hong Kong un ejemplar del Sunday Morning Post, editado en inglés. En la página 22 encontré una historieta en 8 viñetas de la serie "Doonesbury" (que se publica también en el International Herald Tribune, si no recuerdo mal), del dibujante y guionista G. B. Trudeau. Trata del creacionismo, es decir, de la doctrina que niega la teoría de la evolución de Darwin y otros, y que afirma que la diversidad de especies biológicas es obra de un "diseño inteligente". No puedo resistirme a la tentación de traducirla. Que aproveche.

http://www.doonesbury.com/strip/dailydose/index.html?uc_full_date=20051218]

El médico observa a solas una radiografía y musita: "Uh. Oh". A continuación piensa para sus adentros: "Espero que sólo sea un creacionista de domingo".

Cuando muestra la radiografía al paciente, éste le pregunta, preocupado:

—¿T u b e r c u l o s i s? ¿Está s e g u r o?
—Me temo que sí. Pero la hemos pillado en fase temprana.
—¿Entonces el pronóstico es bueno?
—Depende. ¿Usted es creacionista?
—Esto, sí, bueno, lo soy. ¿Por qué lo pregunta?
—Porque tengo que saber si quiere que trate el bacilo de la tuberculosis tal y como era antes de los antibióticos... [cambio de viñeta] ... o como la cepa resistente a mútiples fármacos a la que ha evolucionado.
—¿Evolucionado?
—Usted elige. Si prefiere la versión del Arca de Noé, me limito a darle estreptomicina.
—Hm... ¿Y cómo son los nuevos fármacos?
—Son de diseño inteligente.

19.12.05

de King Kong a Pintung (pasando por Hong Kong)

He llegado bien y ya he pasado la primera noche en Pingtung. Pensaba haberos escrito antes de emprender el viaje para hablaros de mis últimos dos días en Estrasburgo; de su mercado de navidad con pista de patinaje sobre hielo al lado de la catedral; de las tres trufas y tres bombones de chocolate negro, los dos vasos de zumo de naranja caliente (en lugar del vino caliente, ponche, grog o como queráis llamarlo) y los dos ibuprofenos que me tomé para disipar el dolor de cabeza producido por el pleno nocturno del Parlamento Europeo de la noche anterior; de las dos películas que fui a ver, "King Kong" (insoportable tostón sentimentaloide spielbergdisneyesco de más de 3h de duración, ambientado en decorados de una mala película de los años 30, con dinosanfermines infográficos incluidos; malísima, pese a lo que afirman las críticas leídas hasta el momento) y "El arco" (del coreano Kim Ki Duk, y que me recuerda menos a la excelente "Hierro 3" que a la anterior "Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera"; al igual que ésta, "El arco" se puede y se deja ver, pero le faltan la redondez y rotundidad de la obra maestra del mismo director). Pensaba haberos contado todo eso y mucho más, pero de pronto me vi haciendo maletas y, en seguida, entrando en pista para despegar...

Tengo "jet lag" (o cronofatiga) después del triple vuelo de un total de 18 horas de duración. Al contrario de lo que temía o imaginaba, el vuelo largo entre Francfort y Hong Kong (de 11 horas) no se me hizo nada pesado porque tuve la suerte de tener libre el asiento contiguo en una fila de dos, con lo que no hubo que molestar a nadie ni tampoco que ser importunado para ir al servicio etc durante la pseudonoche del avión.

En el avión pusieron "Charlie y la fábrica de chocolate"; lástima que no encargaran hacer "King Kong" precisamente a Tim Burton, que habría podido aportar algo de humor y mala leche en lugar de tanta baba y lagrimilla. Otra cosa, por si se me olvida: os recomiendo adquirir la novela histórica que viene este miércoles con "El País", "Los idus de marzo", de Thornton Wilder. Y con esto pasamos a Taiwán de una vez por todas.

Nada más llegar, y tras dormir una siestecita, fuimos a un pueblo en las afueras de Pingtung donde se celebraba la conclusión de la restauración de un templo. La familia de Yingchen, una amiga de Chen, al igual que otras familias de la localidad, ofrecía una cena a más de un centenar de personas (al menos 15 mesas con no menos de 8 comensales cada una) bajo una carpa montada en un callejón, casi como si fuera un banquete de bodas, con todo tipo de platos... No estaba nada mal como "desayuno tardío" de bienvenida al país. De postre, además de fruta, había una especie de iceburger o hamburguesa de helado; me decidí a probarla engatusado por el envoltorio, cuando en realidad se trataba de un corte de helado no cuadrado sino redondo, con galleta fina industrial similar a la de los helados de bola cuyo presupuesto no da para barquillo; en fin, menos de lo que prometía.

En la casa de esta familia había cierta decoración navideña como el árbol engalanado con luces y otros adornos, o los cartelitos de "Merry Christmas" con purpurina. Al parecer, cada año que pasa los taiwaneses, en su mayoría no cristianos, van celebrando un poco más la navidad, tal vez como los europeos el Halloween, arrastrados por el imparable tsunami del consumismo folcloricorreligioso. Después de cenar fuimos a comprar al Carrefour, donde, además de algunos villancicos en la machacona música de fondo, las cajeras estaban vestidas de Santa Claus o Papá Noel, pero con falda (también esta mañana en el 7Eleven); algo así como el papa Benemérito XVI (el mote no es mío) con tricornio o, como escribió Maruja Torres, "papacornio".

Ahora estoy en la escuela de Chen, con un despacho a mi disposición para escribir o para echarme otra siestecita mientras ella trabaja. Esta mañana ella la tenía libre, y, como nos hemos levantado tarde, casi no hemos tenido tiempo más que para ir a la desayunería de su tía (donde he pedido, cómo no, tortilla de albahaca) y, al cabo de un rato, a un restaurante para almorzar con dos colegas suyos (mi plato: filete de anguila a la plancha con salsa japonesa). Todo el mundo dice que me encuentra más delgado, y eso que no me vieron antes de los diez días pasados entre Cabo de Gata y Estrasburgo, en los que no me privé de casi nada.

Una vez más me sorprendo de lo rápido que me adapto a la nueva normalidad de la vida en Pingtung. Los días en Madrid me resultan ahora, de pronto, lejanos y vagos. Aquí, aunque refresca de noche y hay que ponerse algo de abrigo, de día (sobre todo al sol) se puede ir en camisa. Es el invierno (sub)tropical, con temperaturas que oscilan entre los 14 y los 25 grados, poca humedad en el aire (al menos si se compara con el verano) y algún mosquito despistado.

13.12.05

martes y 13

Es martes y 13, día de mala suerte*. Aquí hace un frío que pela, pero por lo menos luce el sol, es un día claro y luminoso. Esta noche hay una copa-merienda con los colegas intérpretes españoles. *A mí me toca trabajar en el turno nocturno de la sesión plenaria, de 21h a 24h, así que sólo podré pasarme un rato antes para felicitar a los compañeros, brindar con ellos (sin alcohol, que luego curro) y probar alguna especialidad española de ésas que no voy a encontrar tan fácilmente a partir del sábado, como chorizo, lomo o jamón ibéricos, tortas de turrón imperial, frutas escarchadas de Aragón bañadas en chocolate etc...

Espero escribiros desde Pingtung, a 10.000 km de distancia, unas 20 horas de vuelo y 7 horas de diferencia horaria. Espero bañarme entero, no sólo los pies, en aguas del Pacífico... En fin, mejor no anticipar nada, ya os iré contando sobre la marcha.

12.12.05

puente y aparte

Hola a todos

y "feliz lo que os apetezca", cuando y donde sea. Escribo desde Estrasburgo, adonde he llegado hoy a mediodía, después de regresar ayer a Madrid de cinco días de puente entre Alicante y, sobre todo, la zona de Níjar-Cabo de Gata con compañeros de la facultad y familias (es decir, progenies). Me daba pereza ir, con tanto viaje, pero al final me animé y no me arrepiento. Me reservo el nombre del pueblico donde nos alojamos para que no se convierta en un nuevo Benidorm del s. XXI. Me ahorro también el contaros lo mucho y bien que comimos y bebimos en esos cinco días, y las tonterías que me dio tiempo a pensar y a decir. De las que hice, menciono dos: meter los pies en aguas del Mediterráneo, y emular a mis acompañantes al saltar desde la cima de una duna para caer de culo sobre la blanda, perfecta pendiente de arena (los demás lo hicieron casi hasta hartarse; yo, por cobarde, perezoso o acomodaticio, sólo una vez).

La noche del día 7, en el Centro de Títeres de Alicante, vimos el espectáculo de teatro de sombras de Richard Bradshaw: excelente "one man show", muy ocurrente y divertido, surrealista, genial en la aparente sencillez de varios de sus números, en especial aquéllos en los que el argumento y las imágenes creadas por las sombras se correspondían con la letra de alguna canción popular o similar, como en el caso de "Super Kangaroo" (Supercanguro).

En Cabo de Gata, en el punto de observación de los flamencos (de los que vuelan, no de los otros dos tipos), descubrí también la existencia de un pajarillo que sólo habita en esa zona y que se llama, vaya usted a saber por qué, "camachuelo trompetero" (en latín: Bucanetes githagineus).

Pues bien, este jueves vuelvo a Madrid, el viernes (des)hago maletas, y el sábado me voy a pasar el fin de año cristiano (y el chino también) con Chen en Taiwán. Si no cambian los planes, hasta el día 1 de febrero.

3.12.05

primer poema de diciembre

No son aún las nueve de la mañana del sábado, todavía no me he duchado, vestido ni desayunado, pero acabo de escribir mi primer poema de diciembre (como diría Monterroso: cuando me desperté, ya estaba ahí). Espero que os guste.
Aprovecho para desearos un puente largo y placentero.

Fatamorgana

Dejé de ver, de pronto,
el agua y las palmeras, el oasis
ilusorio. Al mismo tiempo
comprendí que también era espejismo
aquel desierto, y en lugar de sus dunas, sus arenas,
ahora creo reconocer las formas
del laberinto ineludible.


Fatamorgano

Mi chesis vidi, subite,
la akvon kaj la palmojn, la oazon
iluzian. Samtempe
mi ekkomprenis miragha
ankau tiun dezerton, anstatau kies dunoj, kies sabloj,
mi kredas nun rekoni la formojn
de la nepreterebla labirinto.

Madrid, 3.12.2005

1.12.05

año 1, día 1

Ya no sabe uno a quién felicitar. Hoy, 1 de diciembre, entramos en plena vorágine navideña. En Taiwán, como en China, el día de Año Nuevo será esta vez el 29 de enero. Y luego están los griegos ortodoxos, los judíos heterodoxos, los tolkienianos, los trekkies... Se me ocurre que hoy podría ser el primer día del primer mes de mi propio calendario. Una fecha arbitraria, como todas. Habría ciclos no de 12 años (como en el calendario chino), sino de 13, también regidos por un signo, por un animal. Sea, pues. Hoy empieza el Año de la Araña. Como todavía no he decidido cuántos meses o días tendrá, ni de cuánta duración, os tendré informados para cuando llegue el próximo fin de año y que no se os olvide celebrarlo.

Como veis, hoy tampoco tengo nada especial que contar (no he ido al cine en los últimos días y tampoco me apetece describiros mi último almuerzo con pelos y señales). Pero qué importa. Dice Gino que lo mío es un blog intrusivo; en lugar de una página web en la que uno entra cuando le da la gana, mis e-mails (o cibermensajes, como propone la Academia) se cuelan en vuestros sacrosantos buzones sin que nadie los invite, poniéndoos en la tesitura de leerlos o no leerlos. Seamos sinceros: los blogs son un coñazo. Bastantes compromisos tenemos casi a diario para encima tener que acudir a la cita con una ciberpágina (seguimos con la RAE) en la que alguien desocupado desahoga su verborrea con más frecuencia y menos interés de lo deseable. Ya hay en el mundo millones de blogs, cientos de millones de páginas, millardos de palabras... ¿Para qué viajar al pueblo de Ni-Su-Pu cuando podemos leer con todo detalle las peripecias de Fulanita de Sidney o Menganito de Triana, que además ilustran espléndidamente su viaje gracias a la impepinable cámara digital? Así que yo sigo con mi "bloj" (es decir, blog rudimentario, intrusivo y jorgiano), tecleando con el índice de la mano derecha, mientras escucho una estupenda compilación de música (¡gracias, Dimitri!).

Dentro de dos semanas y media me voy a Taiwán... y todo cambiará. Como si, en un minicine, te sales de ver una película de Bergman y te metes en la nueva versión de King Kong: mundos paralelos. Mientras, en mi búsqueda del nirvana y la paz interiores, esta mañana he ido al centro comercial de La Vaguada. Recordemos que hoy, además de ser el Día Mundial del Sida, la situación sigue siendo terrible en la Cachemira paquistaní y en la Palestina ocupada, por poner sólo dos ejemplos, pero a los informativos españoles sólo les interesan el Estatuto de Cataluña, la familia real y la televisión digital. No pensaba en nada de todo esto cuando me acercaba al centro comercial, en una mañana verdaderamente otoñal, con las hojas de los árboles cayendo al suelo en plena luz, los viandantes bien abrigados para protegerse del frío intenso. Pero he aquí que, ya dentro, tuve que pasar por la sección de juguetería del Alcampo, casi vacía un jueves a hora tan temprana. Qué visión más surrealista: pasillos y más pasillos, como los de los nichos en el cementerio de La Almudena, si bien repletos de todo tipo de artefactos de plástico o metal, en caros y coloridos embalajes, con precios que serán la pesadilla navideña de tantos padres, tíos y padrinos. Nada que envidiar a los chechenos o los iraquíes ya que pronto empezará, si no lo ha hecho ya, el bombardeo anunciado: el de anuncios de juguetes y otros chismes, para ablandar aun más los tiernos cerebros infantiles.

Ya sé que mi discurso se va pareciendo demasiado al del típico cascarrabias... Qué le vamos a hacer. Antes de despedirme, os recomiendo los dos enlaces siguientes:

www.calicoelectronico.com (son vídeos de animación; cliquead en "Capítulos")

www.zippythepinhead.com (tiras cómicas, en inglés; hace falta leerlas durante una temporada para irles pillando el punto)