Acabo de leer el libro Educación para la ciudadanía. Democracia, capitalismo y estado de derecho, de Carlos Fernández Liria, Pedro Fernández Liria y Luis Alegre Zahonero, y que, como bien dice la página de la que he tomado prestada la imagen de la cubierta (del genial Miguel Brieva), "no es exactamente un libro de texto para 2º de ESO sino más bien una revisión crítica desde la izquierda de los contenidos de esta nueva materia". En mi opinión, se trata de un texto intermedio entre el ensayo y el panfleto, con más denuncia que preguntas y, por supuesto, que respuestas, pero que al menos da que pensar o hace repensarse algunos de los mitos y falacias más firmemente arraigados en el parecer de las gentes.
A mí no me cabe ninguna duda de que el capitalismo, sistema parido por Europa y sus derivados (lo que se suele llamar "Occidente") y extendido hoy en día prácticamente por todo el planeta, es un sistema demencial que ha transformado el mundo, todo el mundo, en un degradante mercado de seres humanos y para el que parece que no hay alternativa posible (desde luego no lo fueron los experimentos "comunistas" de criminales como Stalin o Mao). La noción de dinero es un lenguaje sin el cual somos incapaces de tratar el mundo humano y el universo en que este mundo se aloja. Como invenciones humanas, esa noción y ese lenguaje me parecen de las más desafortunadas de nuestra historia. Da la impresión de que ni los individuos ni siquiera los gobiernos, sean del signo que sean, pueden hacer nada para modificar sustancialmente esta situación. Cada cierto tiempo una crisis del capitalismo se lleva por delante las economías de cientos de miles o quizás de millones de personas, pero (salvo parches como los aplicados por Obama y compañía) nada se hace al respecto, como si se tratara de una catástrofe de la naturaleza. Los privilegiados que vivimos en el primer mundo podemos decir que tampoco vivimos tan mal, aunque tengamos que aguantar nuestras jornadas de treintaitantas horas semanales durante no-sé-cuántas semanas al año a lo largo de 30 ó 40 años de vida laboral, atados a nuestras nóminas e hipotecas, madrugando para que nuestros benefactores los empresarios se sigan sacrificando por el bien de la especie al tiempo que aumentan sus beneficios. Pero nuestro bienestar es el anverso del horror en el que viven el resto (la mayoría) de los habitantes del globo: penuria, precariedad, pobreza, explotación, enfermedades, hambrunas, guerras.
¿Qué se podría hacer, pues, con el capitalismo? ¿Realmente no hay alternativa? ¿Por donde se podría empezar?