Nuestro padre
Mi padre ha muerto y está siempre a mi lado.
Jorge Luis Borges
Nuestro padre ha muerto y está siempre a nuestro lado. Nuestro padre siempre estaba al lado, incluso durante sus ausencias, frecuentes y prolongadas. Y nosotros, los pequeños, ¡cuántas cosas le pedíamos una y otra vez, seguros de que nos lo traería todo! Como si del modo más natural tuviera a su disposición todos los remedios, soluciones y respuestas. Nuestro padre siempre se encontraba bien, o al menos eso nos parecía. Y ahora, cuantos más años pasan desde que murió, empezamos a comprender, a vislumbrar lo que siempre fue evidente. Y nuestro padre se va haciendo cada vez más humano, más igual a nosotros y casi de nuestra edad. Un hombre normal, con problemas y dilemas; con aficiones, secretos, goces. Los antiguos romanos, los japoneses y los chinos modernos convierten a sus difuntos en cálidos dioses del hogar; yo también veo a mi padre, al principio o al final de cada noche, en la foto del improvisado altarcillo que tengo en el dormitorio. Pese a la niebla, pese a la distancia, nos seguimos dirigiendo a nuestro padre para pedirle consejo o para enseñarle algo, o quizás para continuar la conversación inacabada e inacabable, el diálogo en cadena asumido sin darnos cuenta y que continuaremos en silencio. Nuestro padre, nuestra madre han muerto y están siempre a nuestro lado.