Llegué a Taiwán el viernes pasado tras 24 h de aviones y aeropuertos (7 horas en el de Hongkong te dejan peor que al Tom Hanks de "La terminal", la última película perpetrada por Spielberg). Lo bueno es que ya se me están pasando el "jet lag" y la mueca de yeti que te produce.
Del vuelo, lo más impresionante es la visión de la interminable llanura o meseta monatañosa del Tíbet, cubierta de nieve, hielo o escarcha. Interminable por no decir infinita, y quien lo dude que se agarre un atlas y la compare con las cordilleritas pirenaica o alpina, que tanto me cautivan en mis frecuentes vuelos a Bruselas y Estrasburgo.
Hemos pasado el fin de semana en Kenting, en el sur. Temperatura: unos 20 grados, con sol. He ido a la playa un par de veces, pero no nos hemos bañado. Ahora ya estoy en Pingtung. La sensación predominante es de absoluta normalidad. No me extraña nada: ni la gente, ni la comida, ni los letreros incomprensibles o ilegibles (bueno, algo sí que pillo, pero ya no me fijo en ellos), ni el endiablado idioma chino en su versión coloquial. Y hoy me acaba de cortar el pelo nuestra amiga Kiki.
Por cierto, el novio de Kiki (Andy) ha leído en internet algo escrito en chino por Jimmy, nuestro amigo cocinero, donde al parecer habla de mi hermana Beatriz como de una gran cocinera (vete preparando el libro de recetas, por si te piden que lo demuestres en Extremo Oriente). Quizás también la fama de Kiki como peluquera logre extenderse hasta los confines occidentales de Eurasia.
Del vuelo, lo más impresionante es la visión de la interminable llanura o meseta monatañosa del Tíbet, cubierta de nieve, hielo o escarcha. Interminable por no decir infinita, y quien lo dude que se agarre un atlas y la compare con las cordilleritas pirenaica o alpina, que tanto me cautivan en mis frecuentes vuelos a Bruselas y Estrasburgo.
Hemos pasado el fin de semana en Kenting, en el sur. Temperatura: unos 20 grados, con sol. He ido a la playa un par de veces, pero no nos hemos bañado. Ahora ya estoy en Pingtung. La sensación predominante es de absoluta normalidad. No me extraña nada: ni la gente, ni la comida, ni los letreros incomprensibles o ilegibles (bueno, algo sí que pillo, pero ya no me fijo en ellos), ni el endiablado idioma chino en su versión coloquial. Y hoy me acaba de cortar el pelo nuestra amiga Kiki.
Por cierto, el novio de Kiki (Andy) ha leído en internet algo escrito en chino por Jimmy, nuestro amigo cocinero, donde al parecer habla de mi hermana Beatriz como de una gran cocinera (vete preparando el libro de recetas, por si te piden que lo demuestres en Extremo Oriente). Quizás también la fama de Kiki como peluquera logre extenderse hasta los confines occidentales de Eurasia.
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