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27.8.09

Quieto y Joana

Aunque a veces su autor no pueda evitar pequeños excesos de estilo, os recomiendo esta obra sobre la que podéis leer un artículo de Javier Cercas (gracias, Antonio) y otro de Nuria Barrios (gracias, Nuria, si bien me dice un amigo que en tu reseña cuentas demasiado del libro):


En cierto sentido, su lectura me remite a la del que probablemente sea el mejor libro de poemas en catalán, y en castellano, de los últimos años (sí, Margarit también escribe poemarios bilingües, de altísima calidad).

5.8.07

cuerpos

Algunos de los lectores habituales de este blog (o de los correspondientes correos electrónicos colectivos) no consideraban necesaria la inclusión o publicación de las fotografías sobre mi estado tras el accidente doméstico en el que me rompí la nariz. Otros, por el contrario, estaban deseando ver las fotos sin disimular la curiosidad o incluso el morbo. Mis razones para colgarlas en el blog fueron las siguientes: por una parte, si únicamente se lee la frase "me he roto la nariz", uno es incapaz de imaginar y, por tanto, mucho menos de sentir lo que eso significa, y ha de contentarse con una vaga idea, con un eco de lo que realmente ha ocurrido; por otra parte, como me escribió un amigo, si te ocurre algo semejante en una localidad pequeña, todo el mundo se entera en seguida, puedes recibir visitas en el hospital o en casa... pero en una gran ciudad, en este mundo semiglobalizado, casi la única forma de que los conocidos pasen a verte es que los invites a tu parcela en el universo virtual, en el ciberespacio (si Mahoma no va a la montaña, la montaña irá a Mahoma).

Todo esto viene a cuento del tabú sobre el cuerpo que impera en nuestra cultura capitalista, consumista y derrochadora, el tabú, culto y mito del cuerpo. Como bien explicaban recientemente en un programa televisivo sobre las operaciones de cirugía plástica con motivos estéticos, sobre todo las de pecho (implantes de silicona etc), los medios de comunicación parecen estar obsesionados con la idea del cuerpo, que nos exponen las 24 horas del día de un modo sin duda pornográfico. Ahora bien, se trata de cuerpos irreales, "perfectos" (como el de la modelo Katja Shchekina, a la izquierda de estas líneas), que no envejecen ni enferman, no engordan ni sufren accidentes, no cambian, cuerpos irreales en definitiva. Cuerpos así dan forma a una fantasía sexual colectiva, razón por la cual considero pornográfica esta mitificación del cuerpo, ya que lo convierte en un objeto de deseo imposible e inalcanzable, tanto por quienes estaríamos encantados de beneficiarnos a una supermodelo semejante como por quienes sueñan con tener la misma figura. El resultado no puede ser otro que el de la frustración, el descontento con el cuerpo propio; el despilfarro en engañosos productos y tratamientos que prometen la belleza y juventud eternas (como si se tratase del mismo concepto); la vergüenza, el pudor o el rechazo a contemplar o incluso a convivir con cuerpos ajenos que no respondan a esos cánones consumistas.

13.7.07

fotos para morbosos [retiradas]

Algunos de vosotros, queridos amigos, habéis pedido ver fotos de mi nariz y mi jeta tras el accidente doméstico de la semana pasada. Para satisfacer vuestro morbo y para dejar constancia de la rapidez de la recuperación, cuelgo a continuación cinco fotos (no aptas para hipocondriacos). Empezamos por la más fuerte, del sábado 7 de julio (San Fermín), es decir, del día posterior al gran golpe, con la nariz vendada e hinchada, debido entre otras cosas al vendaje interior para mantener derecho el tabique nasal.

[Hoy, 26 de agosto, un mes y 20 días después del percance, he decidido retirar las tres primeras fotografías, cuya visión me parece innecesaria a estas alturas...]

Con esas pintas fui a la peluquería el mismo sábado... Esta otra debe de ser del lunes 9, ya sin vendas. En la nariz se aprecian los puntos de sutura que cierran el corte producido por el golpe. A estas alturas ya hacía vida normal, sin dolores ni molestias apreciables.

[otra menos]

Ésta, del miércoles 11, supongo:

[y la tercera también]

Si se me ve serio es porque estoy solo, concentrado con la función autorretrato de la cámara. La que sigue es de esta misma tarde, ya sin los puntos de sutura.

Por último, una de hace algunos años, cuando era jovencito, tierno e inocente. La ventaja de estar sentado es que, en caso de caerme, me haría bastante menos daño...

9.7.07

faraón por un día

Acabo de volver del hospital, adonde fui con Chen esta mañana para que una joven y competente doctora me analizara o revisara el pingarrón, hasta entonces oculto bajo el vendaje. Al parecer todo va bien, sólo hace falta esperar las seis semanas que tardarán en soldar plenamente los huesos rotos de la nariz, aparte de pasar por el ambulatorio dentro de una semana para que me quiten los puntos (y eso que no tengo carné de conducir). Chen y yo nos hemos quedado flipados porque, tras retirar los tapones de algodón de las narinas que yo había ido reponiendo varias veces al día desde el viernes, la doctora me sacado de las fosas nasales unas tiras larguísimas de gasa, como si me estuviera desembalsamando.

Sólo faltó que contuviesen conjuros u oráculos escritos en jeroglíficos egipcios, y que la sala del hospital estuviera provista de canopos o canopes, los vasos que en el Antiguo Egipto contenían las vísceras de los cadáveres momificados, y cuyas tapas solían representar una cabeza de chacal, de halcón, hipopótamo o cocodrilo. La función de las gasas era fijar el tabique nasal desde dentro, como una escayola interna, para que soldara mejor. Pero confieso que no me habría importado ser faraón (es decir, dios e inmortal), por ejemplo el desconocido Tuntematón II, de la antepenúltima dinastía.

7.7.07

nariz rota

Como sé que alguno no apreció o no entendió la chorrada sin paliativos en que consistía mi última entrada (al fin y al cabo, no viene mal hacer el payasete de vez en cuando), os sorprendo ahora con una noticia verídica: ayer por la tarde me rompí la nariz. No temáis, sólo me la rompí un poquito. La noche anterior, la del jueves, había vuelto a casa supercansado a eso de la una gracias a un hijoputesco retraso en el aeropuerto de Bruselas debido, según comentarios de una pasajera, a los primeros ensayos para la huelga de Brussels Airlines del día siguiente. Pues bien, el viernes, mientras Chen y yo practicábamos para recuperarnos el saludable deporte nacional de la siesta, recibí en el móvil una llamada de mi amigo Felip; como ya antes había recibido en el fijo otra de Paco, y para no despertar del todo a Chen, me levanté lo más rápidamente que pude con el móvil en la mano, de modo que tropecé (supongo que con alguna chancla), yo, que no necesito que me empujen para caerme en cualquier sitio, y me golpeé la nariz con un mueble bajo de madera que acechaba en medio de la habitación. Empezó a brotar sangre por el corte producido en el lugar del golpe así como por las dos narinas u orificios nasales externos aunque, como le dije a Chen en el taxi camino de La Paz, más sangra un cerdo cuando lo sacrifican. Tras haber limpiado y taponado las hemorragias, habíamos ido primero al ambulatorio más cercano, donde me hicieron perder el tiempo sin atenderme debidamente, y luego de allí a La Paz, a Urgencias. Como no era muy grave la cosa, me tocó esperar unas cuantas horas hasta que el joven y competente especialista maxilofacial examinó esa parte tan característica de mi cara, me dio algún que otro punto con anestesia local y luego me fue recolocando los huesecillos y el cartílago en su sitio como si estuviera modelando un muñeco de plastilina, mientras me preguntaba sí oía el “cric-crac” propio de semejante trabajillo de artesanía sanitaria. Reconozco que me encantan ese tipo de manejos, tanto en el dentista como en la peluquería (a la que he ido, por cierto, esta misma mañana). Salí del hospital con la nariz vendada, como lejano eco del protagonista de la película de Aki Kaurismäki “Un hombre sin pasado”. Por la calle la gente se me quedaba mirando, y todo por culpa de la nariz, igualito que en Taiwán, con la diferencia de que aquí los viejos (acostumbrados a todo tipo de percances y achaques) me miraron menos que jóvenes y niños, mientras que allá lejos lo hacía casi todo el mundo por igual. En fin, vaya forma de empezar las vacaciones de verano. Digamos que no viene mal como recordatorio de nuestra vulnerabilidad, de la imposibilidad de que nunca se tuerzan los planes, y del precario e interesante equilibrio entre el deterioro natural del organismo y su todavía sorprendente capacidad de regeneración. Por momentos me acordé de cuando, en enero del 2004, me cortaron 70 cm del intestino grueso para solucionar definitivamente la tendencia a producirse vólvulos del colon (megacolon dolicosigma). Anoche, y pese a los medicamentos recetados, no he podido dormir bien. Hoy estoy mejor, ya no me duele, aunque, con la nariz hinchada y enrojecida (además de dos pequeños moratones, uno en el párpado y otro en el pómulo izquierdos, unidos formando un 7 ó una J), voy hecho un cromo, por no decir un cristo, si tenemos en cuenta la operación del intestino de hace 3 años. Decía Chen que parezco una víctima (“un víctimo”) de malos tratos… Como digo, no es muy grave; el lunes he de volver a Urgencias para que rematen la faena y me digan si hay que hacer algo más. Me ahorro la ordinariez de sacarme una foto escabrosa con la cámara digital para colgarla en el blog (a propósito, Menchu, es una Olympus FE-220 7.1 megapíxel), y en su lugar os pongo una de la reciente estancia en Taiwán, en la que podéis apreciar la serena y singular belleza de mis facciones. Aprovecho para desear a Samuel un feliz cumpleaños y, a los demás, un espléndido San Fermín.