Lo mejor de este viaje ha sido, sin duda alguna, el reencuentro con viejos amigos y el descubrimiento de nuevas amistades. Aquí tenemos al gran Gian Carlo, sin cuya presencia en Madrid junto con su esposa Ada hace más de 20 años no me hubiera embarcado en cierto viaje a Bruselas en el verano de 1985 (y de allí a Holanda y Alemania) que me zambulló de lleno en el mundillo del esperanto y del que en parte se habrían de derivar los 15 años dedicados a la interpretación de conferencias y quizás también mi actividad actual de bibliotecario. ¡Brindemos, con el bicerin en la mano, por la amistad y la buena vida!
Tres noches pasamos en Milán y una en Turín antes de subirnos a un tren camino de Florencia con parada en Bolonia, la ciudad roja. En el (foto)blog de Chen, cuyo enlace podéis encontrar a la derecha de estas líneas, tal vez veáis más fotos del viaje. Yo pongo sólo unas pocas, como ilustración de los textos también bastante breves con los que resumo nuestras dos semanas de vacaciones por tierras de Italia. Será que ya estoy viejo, o soy vago, o las dos cosas a un tiempo... Bueno, tengo previsto poner otras fotos, y otros textos, también en mi blog en esperanto, centrándome en las presentaciones de poesía que hice en los clubes de Turín, Nápoles y Roma, así como en otros amigos a los que presentaré igualmente en este blog, como a Gian Carlo.
Para Chen, el tren era el búnker perfecto en el que desplegar los mapas y planificar las campañas, expediciones y operaciones, mientras yo dedicaba cada día de trayecto a leer a uno de los nueve "Poetas italianos contemporáneos" recogidos por Antonio Colinas en una antología bilingüe publicada por Editora Nacional en 1977 y que compré recientemente (por 6 euretes) en el Paseo de Recoletos, entre ellos Dino Campana, Salvatore Quasimodo y Pier Paolo Pasolini.
Podría haber elegido ahora, de entre las fotos de Bolonia, la de las famosas dos torres de ladrillo rojo, o los murales de su plaza mayor que recuerdan a quienes cayeron en la lucha contra los fascismos (¡qué diferencia con Hespaña!)... pero al final me quedo con ésta, la de un altar en perfecto estado de conservación del credo religioso que en la actualidad impera en Europa: el telefútbol.
Por suerte en ese mismo lugar disfrutamos de una excelente comida (no os fiéis de la expresión de mi cara). Ah, qué bien se come en Italia, cómo cuidan la calidad, variedad y presentación de los ingredientes, el buen pan, y qué rico está el vino...
Amigos, ¡salud y poesía!
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