30.12.05

"mensamientos"

Hoy me he levantado con ganas de escribir. Llevaba dándole vueltas en la cabeza durante la noche, puede que incluso desde antes. Hace un rato lucía el sol, pero se ha vuelto a cubrir, así que supongo que, como los dos últimos días, hoy también lloverá. Antesdeayer (empleo esta palabra pese a lo que diga la Academia) cayó la primera lluvia; más que armarme de valor, me desarmé de pereza, cogí la bici (¡hola, Ale, gran poeta argentino!) y me lancé a recorrer un Pingtung distinto (según la televisión: temperatura de entre 18 y 24 C, y 60 % de humedad): además de las habituales familias de 3, 4 ó incluso 5 miembros encaramados todos ellos a lomos de una moto de ciudad, el invierno taiwanés permite ver a otros motoristas que circulan con el paraguas abierto... Y qué grata sensación la de cobijarse bajo los viejos techos de madera del pequeño templo de la familia Hsiao ("mi templo"), con la pintura descascarillada por la intemperie, mientras la lluvia ligera moja mansamente el patio interior, entre los altares dedicados a los ancestros y la entrada principal.

Ayer por la tarde Atia, el hermano menor de Chen con el que compartimos casa, apareció por aquí por la tarde con dos raciones de sopa de tallarines finos con ostras, empanadillas de carne a la plancha y otras cosas para picar. Nada que objetar si no fuera porque habíamos quedado para cenar más tarde con otros amigos suyos y con Chen, cuando ella volviera del trabajo. Ah, entre Atia y la tía de Chen que tiene la desayunería, me van a matar cebándome... Fuimos más tarde al puesto de comida que lleva un amigo suyo y allí, en la trastienda, a la vista de los viandantes compradores y consumidores de sus viandas, sentados a una mesa baja sobre sillas de plástico para niños, entre niños y otros adultos relacionados de algún modo con el negocio; allí, digo, nos pusimos a cenar Atia, sus amigos Apiong y el del puesto, y yo, picoteando todo tipo de alimentos cocidos en salsa de soja y mojados en diversas salsas, con una botella de güisqui escocés que fue cayendo entre los cuatro a lo largo de la noche; Chen llegó más tarde, le dio un sorbo a mi vaso creyendo que era cerveza (aquí se le pone hielo a las dos bebidas), e inmediatamente se fue al puesto de al lado a por un zumo multifrutas.

La que no vino fue Hsiaoma (literalmente, "Caballito"), la novia de Atia; hace más o menos una semana que falleció su madre y, aunque no va vestida de luto, no puede "salir" con amigos hasta finales de enero. Estuvo con nosotros un rato en nuestra casa, luego fuimos los tres en el coche de Atia para dejarla a ella en la suya, y entonces él y yo continuamos la ruta camino del puesto de comidas del que os hablaba en el párrafo anterior.

Hasta que llegó Chen, tuve que hablar chino todo el rato, durante casi un par de horas. Cada vez voy soltándome y entendiendo más, aunque me falta muchísimo antes de llegar al nivel de principiante; incluso en taiwanés voy pillando ya algunas palabras. De todos modos, en muchos momentos, cuando no me esfuerzo por comprender ni tan siquiera lo intento; por ejemplo si la televisión está encendida y dan un programa que no me interesa; o si hay una conversación fluida entre varias personas, como colegas de Chen acerca de otros colegas o de su trabajo; entonces, digamos que desconecto y que la escucha desatenta del chino, en lugar de frustrarme, tiene en mí casi el efecto balsámico de un mantra.

Con lo que llegamos al tema que quería tratar. Etimológicamente, "mantra" significa "instrumento para pensar"; en la práctica, se trata más bien de una palabra (por ejemplo "Om") o serie de palabras por medio de cuya repetición constante se logra no pensar. En eso consiste la meditación. En "Occidente" (entrecomillo expresiones que resultan útiles como abreviatura pero que no hay que entender al pie de la letra; en sentido estricto, Occidente "no existe") tendemos a creer que la meditación es cosa de gurúes y jarecrisnas. Ahora bien, y sin confundirla con la reflexión, casi todo el mundo realiza este tipo de meditación en la que desconectamos el pensamiento, lo que pasa es que no la reconocemos como tal y tampoco nos damos cuenta de lo que nos sucede en esas ocasiones. Cuántas veces nos ha ocurrido que alguien nos pregunta "¿En qué piensas?", y nosotros respondemos "No, en nada, tenía la mente en blanco..."; estábamos absortos más que ausentes; el cerebro, sin estar apagado o dormido, sigue funcionando pero, en lugar de pensar, simplemente respira, late, vive. Ah, envidiable estado de beatitud en el que no es preciso pensar. Yo ahora intento provocar esos momentos de vacaciones mentales. En teoría, en esos instantes, nuestro pensamiento está en todo y en nada; mi cerebro, de momento, sólo llega a la nada, a menos que yo mismo, en mi inexperiencia, no me percate de otros niveles de conocimiento.

"La funesta manía de pensar". La mente no existe; quiero decir que no podemos hablar de "la mente" como entidad, individuo, sujeto u objeto. Como dice Steven Pinker, la mente es la actividad de un órgano corporal, el cerebro. No es que tengamos, perdamos o recuperemos "la visión" como quien tiene, pierde o recupera un billete de 5 euros: vemos, dejamos de ver, volvemos a ver. La visión es el nombre que damos a la actividad del ojo; la mente, el que damos a la del cerebro. Una metáfora más. En realidad, no tenemos mente: "menteamos" o, si me permitís un neologismo más audaz, "mensamos". Y lo interesante es dejar de "mensar".

Tanto el budismo como el taoismo llevan siglos advirtiendo sobre otra peligrosa ilusión, la de la existencia del "yo" como ente estable, continuo, idéntico a sí mismo o consigo mismo a través del tiempo.

Cito ahora fragmentos de la automentalografía "Tarokoj kaj epokoj" (en esperanto: "Cartas de tarot y épocas"), de Christian Declerck, que me acabo de terminar, nada menos que 654 páginas:

"[La ilusión del yo] complica la existencia por medio del deseo constante de placer, éxito, seguridad, confort, y del miedo a la soledad, el dolor y la tristeza."

"[El mantra] Es sólo un medio, una herramienta para silenciar de una vez por todas el ruido del cerebro, para detener el pensamiento, ese flujo de pensamientos mecánico, involuntario, no dirigido e incontrolable que nos arrastra sin orden de uno a otro tema, de uno a otro asunto, sin fin. Dominar la mente, no pensar, ¡qué difícil!"

El cerebro, que en los primeros homínidos tenía como función principal la de buscar comida ("yo matar mamut") y encontrar pareja para la procreación ("..."), ha evolucionado hasta un nivel de complejidad y capacidad increíbles; ahora bien, resuelto el problema del alimento mediante las jornadas de 8 horas, a nuestro cerebro ocioso le sobran capacidad y tiempo libre; su actividad, la mente, se dispara; cuando pensamos o mensamos, aunque lo hagamos con imágenes, recurrimos a estructuras discursivas, narrativas, lingüísticas; si la personificamos por un momento como metáfora, la mente sería ese enanito parlanchín que todos llevamos dentro, que no deja de hablar en todo el día, de crear, complicar y marear problemas, y al que lo mejor que podríamos hacer es decirle de vez en cuando "cállate de una puñetera vez".

Por desgracia en "Occidente" se le ha hecho demasiado caso a Descartes y a su "cogito ergo sum" (pienso luego existo, o: pienso luego soy). Pues no, señor, ni "ergo" ni nada. Pienso luego no soy. No pienso luego soy. (Quizás en ambos casos sería mejor decir "estoy", pero eso nos daría para un par de libros.) O, en versión coloquial: pienso luego estoy jodido.

Es la trampa de la mente, de los "mensamientos", de las palabras. Todos sabemos cuánto daño pueden hacer las palabras, daño intencionado, involuntario o contrario a nuestra voluntad. Y cómo nos liamos y enredamos con nuestras ideas y constelaciones de ideas, con las expectativas, frustraciones, exigencias absolutamente innecesarias y contraproducentes.

Pues bien, la idea que me ronda últimamente (toda esta frase es otra gran metáfora) es que, para no volvernos locos, la mayoría de la gente realizamos gran número de actividades como mantra, para no pensar. Las prácticas religiosas (rituales, oraciones etc) son el mantra perfecto siempre y cuando no se crea en ellas (creer es pensar) sino que se lleven a cabo con espontaneidad y naturalidad. La cita recurrente de las fiestas de fin de año o navideñas es otro gran mantra. Como lo es el consumismo; con la salvedad de que repetir ciento cincuenta mil veces la sílaba "Om" es menos dañino para el medio ambiente que el fundido masivo de tarjetas de crédito en las cajas de tiendas y grandes almacenes. Es mantra ver la tele, e ir al cine, aunque a veces ambas cosas nos lleven a pensar. Yo reconozco que en el cine puedo desconectar la fábrica de pensamientos y tragarme casi cualquier cosa; con la lectura, en cambio, me resulta más difícil no pensar, aunque a veces me sucede que leo un artículo o una página y me doy cuenta de no haberme enterado de nada, de no haberle prestado atención: meditación pura.

Mantras hay por todas partes: el sexo, los niños, el sudoku, la obsesión por las identidades colectivas, el futbolismo, la buena mesa, el esperanto, la violencia (para algunos brutos), la música, sí, la música... En definitiva, la vida como mantra: la vida es mantra.

Espero que no se os indigeste esta gran paja mental con la que voy dando por concluido el 2005. Pasadlo bien, nos vemos el año que viene.

28.12.05

trece fotos [sin fotos]

A los que habéis tenido la paciencia de leer mis mensajes quería enviaros imágenes del templo ese que menciono cada dos por tres. Ya puestos, añado otras fotos del pasado fin de semana en Kenting, en el sur de la isla, donde por fin conseguí pegarme un par de baños (uno de ellos nada más llegar). En total son trece:

62 vista frontal del templo (y de mi bici)
65 vista lateral
66 desde el interior
72 pintura de un guerrero en una puerta de madera
77 otra desde el interior
82 baño en Kenting, al atardecer
94 Chen, en el campo
98 yo también
99 aberración arquitectónica para turistas
100 no podía faltar una con comida
101 dos colgados en el puente colgante
109 playa con central nuclear al fondo
111 procesión

Lo de la procesión tiene que ver con el Año Nuevo Chino, el domingo 29 (el sábado es la víspera, equivalente a nuestra Nochevieja). Estamos en pleno ambiente de celebraciones, y también empezando a pensar en las maletas, porque el próximo miércoles volvemos a Madrid.

El lunes, en Kaohsiung, fuimos al único restaurante español genuino de Taiwán, el mesón "Hola" (no es como el restaurante "Amor y pan" de nuestro amigo Jimmy, que toma la cocina española como fuente de inspiración). Nos olvidamos de llevar la cámara, así que no pudimos hacernos una foto con el patrón*, paisano ni más ni menos que de... Aranda de Duero. Ancha es Castilla.

[* Ángel y su esposa taiwanesa Elena]

26.12.05

entre fiestas

Pasadas ya las fiestas del solsticio de invierno, que los romanos denominaban saturnales y que nosotros llamamos navidad desde que empezó la moda del cristianismo, me dispongo a contaros algunas de las cosas que hemos hecho en estos últimos días.

La verdad es que he encontrado en Taiwán más "espíritu navideño" del que esperaba. Aunque un diez por ciento de los 23 millones que pueblan la isla son cristianos, la navidad no se celebra oficialmente (es como el año nuevo chino en España). Sin embargo, parece que en los últimos años se han ido extendiendo más y más los modos occidentales: árboles, decoración, villancicos etc. Por otra parte, se me había olvidado que en Taiwán el invierno también existe, y, aunque suave, al atardecer refresca y conviene abrigarse, y por la noche hay que dormir con pijama y manta(s).

Pues bien, Chen y yo decidimos irnos a pasar el fin de semana a Taichung (en pinyin "Taizhong"), ciudad situada a entre 2 y 3 horas en coche desde Pingtung. Hemos hecho fotos, pero como todavía no hemos logrado pasarlas de la cámara al ordenador, tendré que enviároslas en un próximo reportaje fotográfico. Tuvimos suerte: el viernes subieron las temperaturas y me he pasado desde entonces hasta hoy en camiseta (dicen que mañana refresca de nuevo). La primera foto que no os mando, del sábado 24 de diciembre, podría titularse "En camiseta en un área de servicio", para dar un poquito de envidia.

En Taichung nos quedamos una noche en casa de una amiga de Chen, Apple, casada y con tres hijas de 14, 15 y 16 años más o menos. Viven en una zona, barrio o municipio llamado Longjin, el Pozo del Dragón, nombre prefecto para donde íbamos a pasar la Nochebuena. Otra de las futuras fotos podría ser "El conejo blanco". Su casa se encuentra en una calle de restaurantes y tiendas, como las Ramblas pero cuesta arriba en la montaña, con multitud de turistas durante la tarde y la noche. Llegamos a eso de las cuatro y, después de tomar el té con la familia, quedamos con Dulce, una amiga taiwanesa que estudia en Taichung y a la que conocí en el metro de Madrid hace unos meses. Dimos una vuelta y luego fuimos a cenar de tapas en un salón de té. Todo estaba lleno de gente, las tiendas, los restaurantes: puro consumismo navideño, como en casa. Después, a eso de las diez, quedamos con otra amiga, Nathalie, y su marido, que nos llevaron en coche a una cafetería más cerca del centro de la ciudad. Como se acaban de casar en noviembre, procedimos al visionado mutuo y obligatorio de los álbumes de fotos correspondientes. En resumen, una tarde bastante animada, con muchas actividades.

El domingo 25, después de un desayuno abundante con la familia, nos pusimos en camino de vuelta a Pingtung. Primero visitamos el campus de la universidad de Tunghai ("Donghai"), en Taichung, muy espacioso y tranquilo, donde, además de facultades que más bien parecen templos de la ciudad japonesa de Nara, se encuentra la iglesia Capilla Memorial de Luce, del arquitecto I. M. Pei, construida a prueba de terremotos (es decir, de la ira divina):

http://en.wikipedia.org/wiki/Luce_Memorial_Chapel

En el campus sacamos fotos de un árbol de navidad y un par de belenes obra de los estudiantes. Ya en Pingtung, y después de la siesta, fuimos a la iglesia (cristiana) de Chen, donde había cena de navidad. Cada parroquiano llevó un plato distinto: pato de Pequín, sopa de almejas o de albóndigas de pescado, comida aborigen, gambas y langostinos, arroz y tallarines con carne, pescado o verduras etc. Nosotros, jamón serrano (traído de España) y pan blanco comprado en el Carrefour. Aparte de que nos pusimos las botas, tuve la impresión de encontrarme en el ambiente más apropiado posible para la cena de navidad: entre cristianos practicantes. Hubo un reparto de regalos al azar (para los más de 50 participantes, también para los que, como yo, no habían llevado un regalo desde casa, como lo del amigo invisible), y a mí me tocó hacer en una ocasión de mano inocente para extraer tres números del sorteo.

Los compañeros de la iglesia de Chen ya me conocen porque he aparecido por allí en varias ocasiones, creo que no sólo coincidiendo con cenas o similares. Uno de ellos es capitán de barco, y durante varios meses lleva un petrolero hasta Oriente Medio y luego disfruta de otro par de meses de permiso en Taiwán. Ayer charlamos durante un buen rato y me puso al corriente de las diferentes prácticas de piratería en Yibuti (Djibouti) o en el estrecho de Malaca, en el Mar de China Meridional.

Otra de las fotos que quería hacerme era una con una chica vestida de Papá Noel o Santa Claus, pero con falda, a ser posible una vendedora de betel (aunque dudo mucho que cambien de ropa con motivo de las fiestas) o, si no, una cajera de grandes almacenes. Pues bien, al final conseguí hacerme la foto. A ver si hay suerte y os la envío mañana.

Os deseamos tranquilidad y relax en los días que quedan hasta Nochevieja y Año Nuevo.

El fin de semana que viene tenemos pensado bajar a Kenting, en el sur. A ver si hay suerte, el sol calienta, y puedo empezar el 2006 dándome un baño en la playa.

20.12.05

creacionismo

El domingo 18, al subir al avión que me traería a Taiwán, cogí en el aeropuerto de Hong Kong un ejemplar del Sunday Morning Post, editado en inglés. En la página 22 encontré una historieta en 8 viñetas de la serie "Doonesbury" (que se publica también en el International Herald Tribune, si no recuerdo mal), del dibujante y guionista G. B. Trudeau. Trata del creacionismo, es decir, de la doctrina que niega la teoría de la evolución de Darwin y otros, y que afirma que la diversidad de especies biológicas es obra de un "diseño inteligente". No puedo resistirme a la tentación de traducirla. Que aproveche.

http://www.doonesbury.com/strip/dailydose/index.html?uc_full_date=20051218]

El médico observa a solas una radiografía y musita: "Uh. Oh". A continuación piensa para sus adentros: "Espero que sólo sea un creacionista de domingo".

Cuando muestra la radiografía al paciente, éste le pregunta, preocupado:

—¿T u b e r c u l o s i s? ¿Está s e g u r o?
—Me temo que sí. Pero la hemos pillado en fase temprana.
—¿Entonces el pronóstico es bueno?
—Depende. ¿Usted es creacionista?
—Esto, sí, bueno, lo soy. ¿Por qué lo pregunta?
—Porque tengo que saber si quiere que trate el bacilo de la tuberculosis tal y como era antes de los antibióticos... [cambio de viñeta] ... o como la cepa resistente a mútiples fármacos a la que ha evolucionado.
—¿Evolucionado?
—Usted elige. Si prefiere la versión del Arca de Noé, me limito a darle estreptomicina.
—Hm... ¿Y cómo son los nuevos fármacos?
—Son de diseño inteligente.

19.12.05

de King Kong a Pintung (pasando por Hong Kong)

He llegado bien y ya he pasado la primera noche en Pingtung. Pensaba haberos escrito antes de emprender el viaje para hablaros de mis últimos dos días en Estrasburgo; de su mercado de navidad con pista de patinaje sobre hielo al lado de la catedral; de las tres trufas y tres bombones de chocolate negro, los dos vasos de zumo de naranja caliente (en lugar del vino caliente, ponche, grog o como queráis llamarlo) y los dos ibuprofenos que me tomé para disipar el dolor de cabeza producido por el pleno nocturno del Parlamento Europeo de la noche anterior; de las dos películas que fui a ver, "King Kong" (insoportable tostón sentimentaloide spielbergdisneyesco de más de 3h de duración, ambientado en decorados de una mala película de los años 30, con dinosanfermines infográficos incluidos; malísima, pese a lo que afirman las críticas leídas hasta el momento) y "El arco" (del coreano Kim Ki Duk, y que me recuerda menos a la excelente "Hierro 3" que a la anterior "Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera"; al igual que ésta, "El arco" se puede y se deja ver, pero le faltan la redondez y rotundidad de la obra maestra del mismo director). Pensaba haberos contado todo eso y mucho más, pero de pronto me vi haciendo maletas y, en seguida, entrando en pista para despegar...

Tengo "jet lag" (o cronofatiga) después del triple vuelo de un total de 18 horas de duración. Al contrario de lo que temía o imaginaba, el vuelo largo entre Francfort y Hong Kong (de 11 horas) no se me hizo nada pesado porque tuve la suerte de tener libre el asiento contiguo en una fila de dos, con lo que no hubo que molestar a nadie ni tampoco que ser importunado para ir al servicio etc durante la pseudonoche del avión.

En el avión pusieron "Charlie y la fábrica de chocolate"; lástima que no encargaran hacer "King Kong" precisamente a Tim Burton, que habría podido aportar algo de humor y mala leche en lugar de tanta baba y lagrimilla. Otra cosa, por si se me olvida: os recomiendo adquirir la novela histórica que viene este miércoles con "El País", "Los idus de marzo", de Thornton Wilder. Y con esto pasamos a Taiwán de una vez por todas.

Nada más llegar, y tras dormir una siestecita, fuimos a un pueblo en las afueras de Pingtung donde se celebraba la conclusión de la restauración de un templo. La familia de Yingchen, una amiga de Chen, al igual que otras familias de la localidad, ofrecía una cena a más de un centenar de personas (al menos 15 mesas con no menos de 8 comensales cada una) bajo una carpa montada en un callejón, casi como si fuera un banquete de bodas, con todo tipo de platos... No estaba nada mal como "desayuno tardío" de bienvenida al país. De postre, además de fruta, había una especie de iceburger o hamburguesa de helado; me decidí a probarla engatusado por el envoltorio, cuando en realidad se trataba de un corte de helado no cuadrado sino redondo, con galleta fina industrial similar a la de los helados de bola cuyo presupuesto no da para barquillo; en fin, menos de lo que prometía.

En la casa de esta familia había cierta decoración navideña como el árbol engalanado con luces y otros adornos, o los cartelitos de "Merry Christmas" con purpurina. Al parecer, cada año que pasa los taiwaneses, en su mayoría no cristianos, van celebrando un poco más la navidad, tal vez como los europeos el Halloween, arrastrados por el imparable tsunami del consumismo folcloricorreligioso. Después de cenar fuimos a comprar al Carrefour, donde, además de algunos villancicos en la machacona música de fondo, las cajeras estaban vestidas de Santa Claus o Papá Noel, pero con falda (también esta mañana en el 7Eleven); algo así como el papa Benemérito XVI (el mote no es mío) con tricornio o, como escribió Maruja Torres, "papacornio".

Ahora estoy en la escuela de Chen, con un despacho a mi disposición para escribir o para echarme otra siestecita mientras ella trabaja. Esta mañana ella la tenía libre, y, como nos hemos levantado tarde, casi no hemos tenido tiempo más que para ir a la desayunería de su tía (donde he pedido, cómo no, tortilla de albahaca) y, al cabo de un rato, a un restaurante para almorzar con dos colegas suyos (mi plato: filete de anguila a la plancha con salsa japonesa). Todo el mundo dice que me encuentra más delgado, y eso que no me vieron antes de los diez días pasados entre Cabo de Gata y Estrasburgo, en los que no me privé de casi nada.

Una vez más me sorprendo de lo rápido que me adapto a la nueva normalidad de la vida en Pingtung. Los días en Madrid me resultan ahora, de pronto, lejanos y vagos. Aquí, aunque refresca de noche y hay que ponerse algo de abrigo, de día (sobre todo al sol) se puede ir en camisa. Es el invierno (sub)tropical, con temperaturas que oscilan entre los 14 y los 25 grados, poca humedad en el aire (al menos si se compara con el verano) y algún mosquito despistado.

13.12.05

martes y 13

Es martes y 13, día de mala suerte*. Aquí hace un frío que pela, pero por lo menos luce el sol, es un día claro y luminoso. Esta noche hay una copa-merienda con los colegas intérpretes españoles. *A mí me toca trabajar en el turno nocturno de la sesión plenaria, de 21h a 24h, así que sólo podré pasarme un rato antes para felicitar a los compañeros, brindar con ellos (sin alcohol, que luego curro) y probar alguna especialidad española de ésas que no voy a encontrar tan fácilmente a partir del sábado, como chorizo, lomo o jamón ibéricos, tortas de turrón imperial, frutas escarchadas de Aragón bañadas en chocolate etc...

Espero escribiros desde Pingtung, a 10.000 km de distancia, unas 20 horas de vuelo y 7 horas de diferencia horaria. Espero bañarme entero, no sólo los pies, en aguas del Pacífico... En fin, mejor no anticipar nada, ya os iré contando sobre la marcha.

12.12.05

puente y aparte

Hola a todos

y "feliz lo que os apetezca", cuando y donde sea. Escribo desde Estrasburgo, adonde he llegado hoy a mediodía, después de regresar ayer a Madrid de cinco días de puente entre Alicante y, sobre todo, la zona de Níjar-Cabo de Gata con compañeros de la facultad y familias (es decir, progenies). Me daba pereza ir, con tanto viaje, pero al final me animé y no me arrepiento. Me reservo el nombre del pueblico donde nos alojamos para que no se convierta en un nuevo Benidorm del s. XXI. Me ahorro también el contaros lo mucho y bien que comimos y bebimos en esos cinco días, y las tonterías que me dio tiempo a pensar y a decir. De las que hice, menciono dos: meter los pies en aguas del Mediterráneo, y emular a mis acompañantes al saltar desde la cima de una duna para caer de culo sobre la blanda, perfecta pendiente de arena (los demás lo hicieron casi hasta hartarse; yo, por cobarde, perezoso o acomodaticio, sólo una vez).

La noche del día 7, en el Centro de Títeres de Alicante, vimos el espectáculo de teatro de sombras de Richard Bradshaw: excelente "one man show", muy ocurrente y divertido, surrealista, genial en la aparente sencillez de varios de sus números, en especial aquéllos en los que el argumento y las imágenes creadas por las sombras se correspondían con la letra de alguna canción popular o similar, como en el caso de "Super Kangaroo" (Supercanguro).

En Cabo de Gata, en el punto de observación de los flamencos (de los que vuelan, no de los otros dos tipos), descubrí también la existencia de un pajarillo que sólo habita en esa zona y que se llama, vaya usted a saber por qué, "camachuelo trompetero" (en latín: Bucanetes githagineus).

Pues bien, este jueves vuelvo a Madrid, el viernes (des)hago maletas, y el sábado me voy a pasar el fin de año cristiano (y el chino también) con Chen en Taiwán. Si no cambian los planes, hasta el día 1 de febrero.

3.12.05

primer poema de diciembre

No son aún las nueve de la mañana del sábado, todavía no me he duchado, vestido ni desayunado, pero acabo de escribir mi primer poema de diciembre (como diría Monterroso: cuando me desperté, ya estaba ahí). Espero que os guste.
Aprovecho para desearos un puente largo y placentero.

Fatamorgana

Dejé de ver, de pronto,
el agua y las palmeras, el oasis
ilusorio. Al mismo tiempo
comprendí que también era espejismo
aquel desierto, y en lugar de sus dunas, sus arenas,
ahora creo reconocer las formas
del laberinto ineludible.


Fatamorgano

Mi chesis vidi, subite,
la akvon kaj la palmojn, la oazon
iluzian. Samtempe
mi ekkomprenis miragha
ankau tiun dezerton, anstatau kies dunoj, kies sabloj,
mi kredas nun rekoni la formojn
de la nepreterebla labirinto.

Madrid, 3.12.2005

1.12.05

año 1, día 1

Ya no sabe uno a quién felicitar. Hoy, 1 de diciembre, entramos en plena vorágine navideña. En Taiwán, como en China, el día de Año Nuevo será esta vez el 29 de enero. Y luego están los griegos ortodoxos, los judíos heterodoxos, los tolkienianos, los trekkies... Se me ocurre que hoy podría ser el primer día del primer mes de mi propio calendario. Una fecha arbitraria, como todas. Habría ciclos no de 12 años (como en el calendario chino), sino de 13, también regidos por un signo, por un animal. Sea, pues. Hoy empieza el Año de la Araña. Como todavía no he decidido cuántos meses o días tendrá, ni de cuánta duración, os tendré informados para cuando llegue el próximo fin de año y que no se os olvide celebrarlo.

Como veis, hoy tampoco tengo nada especial que contar (no he ido al cine en los últimos días y tampoco me apetece describiros mi último almuerzo con pelos y señales). Pero qué importa. Dice Gino que lo mío es un blog intrusivo; en lugar de una página web en la que uno entra cuando le da la gana, mis e-mails (o cibermensajes, como propone la Academia) se cuelan en vuestros sacrosantos buzones sin que nadie los invite, poniéndoos en la tesitura de leerlos o no leerlos. Seamos sinceros: los blogs son un coñazo. Bastantes compromisos tenemos casi a diario para encima tener que acudir a la cita con una ciberpágina (seguimos con la RAE) en la que alguien desocupado desahoga su verborrea con más frecuencia y menos interés de lo deseable. Ya hay en el mundo millones de blogs, cientos de millones de páginas, millardos de palabras... ¿Para qué viajar al pueblo de Ni-Su-Pu cuando podemos leer con todo detalle las peripecias de Fulanita de Sidney o Menganito de Triana, que además ilustran espléndidamente su viaje gracias a la impepinable cámara digital? Así que yo sigo con mi "bloj" (es decir, blog rudimentario, intrusivo y jorgiano), tecleando con el índice de la mano derecha, mientras escucho una estupenda compilación de música (¡gracias, Dimitri!).

Dentro de dos semanas y media me voy a Taiwán... y todo cambiará. Como si, en un minicine, te sales de ver una película de Bergman y te metes en la nueva versión de King Kong: mundos paralelos. Mientras, en mi búsqueda del nirvana y la paz interiores, esta mañana he ido al centro comercial de La Vaguada. Recordemos que hoy, además de ser el Día Mundial del Sida, la situación sigue siendo terrible en la Cachemira paquistaní y en la Palestina ocupada, por poner sólo dos ejemplos, pero a los informativos españoles sólo les interesan el Estatuto de Cataluña, la familia real y la televisión digital. No pensaba en nada de todo esto cuando me acercaba al centro comercial, en una mañana verdaderamente otoñal, con las hojas de los árboles cayendo al suelo en plena luz, los viandantes bien abrigados para protegerse del frío intenso. Pero he aquí que, ya dentro, tuve que pasar por la sección de juguetería del Alcampo, casi vacía un jueves a hora tan temprana. Qué visión más surrealista: pasillos y más pasillos, como los de los nichos en el cementerio de La Almudena, si bien repletos de todo tipo de artefactos de plástico o metal, en caros y coloridos embalajes, con precios que serán la pesadilla navideña de tantos padres, tíos y padrinos. Nada que envidiar a los chechenos o los iraquíes ya que pronto empezará, si no lo ha hecho ya, el bombardeo anunciado: el de anuncios de juguetes y otros chismes, para ablandar aun más los tiernos cerebros infantiles.

Ya sé que mi discurso se va pareciendo demasiado al del típico cascarrabias... Qué le vamos a hacer. Antes de despedirme, os recomiendo los dos enlaces siguientes:

www.calicoelectronico.com (son vídeos de animación; cliquead en "Capítulos")

www.zippythepinhead.com (tiras cómicas, en inglés; hace falta leerlas durante una temporada para irles pillando el punto)

19.11.05

celebraciones

Ayer, día 18, fue mi cumpleaños, y mañana, el 20, será el de Chen. Hoy, sábado, es día de tregua (bueno, acabo de enterarme de que esta tarde hay partido de fútbol Real Madrid-Barcelona; haré todo lo posible por no saber más del asunto, al igual que de la coronación de Alberto de Mónaco). Gracias a los que os acordasteis, especialmente los que me enviasteis mensajes de texto al teléfono móvil (a los cuales no respondí: ayer estuve en huelga digital y dactilar, y ni moví el dedo índice para escribir e-mails ni mucho menos el gordo para teclear sms). Y a los que no os acordasteis, besos y abrazos también.

A mediodía comí con Lourdes en el EsteOEste, en la calle Manuela Malasaña (tomé menestra de verduras de primero y, a continuación, atún rojo a la plancha; todo con buen ambiente y a muy buen precio). Por la noche cené con Charlotte, su padre Eric y su amigo David en La Vaca Argentina, en la calle Bailén (mi plato: ensalada de perdiz con vinagreta de frutas del bosque, muy rica). En ambos casos pedí de postre tiramisú, a ver si se parecía a los que te sirven en Bruselas o Estrasburgo, pero no hay color: al del almuerzo le fallaba la textura, sobre todo la del bizcocho, y al segundo, bastante más cremoso, le hacía falta una dosis mayor de café y de cacao, sin los cuales resultaba bastante insípido.

Así, con un buen vino con cada comida y en excelente compañía, celebré mi cumple. Y con un buen paseo de reencuentro con Madrid a media tarde, y otro más corto por la noche por la plaza de Oriente, con el Palacio Real conveniente y bellamente iluminado.

No tengo nada más que contaros de momento. Hasta otro rato

12.11.05

crónica bruselense

Hola a todos

... desde Bruselas. Sí, por primera vez en varios años, en lugar de volver religiosamente a Madrid después de cuatro o cinco días de trabajo, he decidido pasar en Bruselas este fin de semana y aceptar la invitación de Dimitri de ir con él en coche a Estrasburgo el lunes por la mañana (cuatro horas en carretera para escuchar buena música y resolver los problemas del mundo, pasando por Luxemburgo).

Como también Meike recibía visita (hola, Meike), no podía quedarme en su casa; por suerte, una colega italiana muy simpática, amiga de Dimitri y Andrea, se ofreció a darme alojamiento (hola, Arianna, y gracias a ti también; te he incluido en la lista a la que envío estos mensajes; si no te interesa demasiado, dímelo y se acabó el problema). Así que ahora me encuentro en su piso, un dúplex abuhardillado en la place Jourdan, donde empiezan los barrios de Bruselas y acaba la impersonal zona comunitaria en la que trabajamos, muy cerca del Centro Albert Borschette, escenario del curso de formación de intérpretes hace ya más de 10 años.

Como suele ser habitual en esta ciudad, en el interior de cada manzana de casas se oculta un gran patio interior dividido en jardines, terrazas y garajes, a menudo con grandes árboles frondosos, lo que contrasta con el aspecto gris y triste de las calles a las que dan muchas de las fachadas. Tras una semana de días frescos pero secos, soleados, hoy el cielo está nublado, a ratos llueve o chispea. Desde la ventana que da a ese gran espacio interior veo el cielo, algunos árboles, escucho el graznar de los cuervos (mi pájaro favorito; ya hablaremos de eso en otra ocasión). Qué tranquilidad. Arianna se fue después del desayuno. Yo he estado leyendo y también escribiendo algunas de esas cosas que se me pasan por la cabeza. Luego he bajado a comer, solo, a un pequeño restaurante tailandés al lado de la plaza: excelente comida (anoche también cené tailandés; bueno, en realidad era cocina indochina, en la rue Lesbroussart, donde pasé mis primeros seis meses en Bruselas, los del curso de formación). Antes de volver a casa he pasado por la chocolatería Neuhaus a por el postre, tres bombones de chocolate belga, el mejor del mundo. Aquí tampoco me ha ocurrido nada especial; mejor dicho, todo lo que me ha ocurrido es especial, y en la mayoría de los casos se ha tratado de cosas ante las que detenía la mirada o que de algún modo me pasaban por la cabeza. Así que os hablaré una vez más de las dos últimas películas que he visto, ambas en el 13 Festival de Cine de España y de América Latina en Bruselas, en la place Flagey, cerca del piso en Champs Élysées donde viví durante unos tres años (¿se escribe así?). El miércoles fui a ver (hola, Pilar) la coproducción italo-franco-brasileña "Orfeu Negro", de Marcel Camus, de 1959, que presenta el mito de Orfeo y Eurídice durante un par de días de carnaval en un Río de Janeiro que probablemente ya no exista; extraña película, con un ritmo fuera de lo común en estos días de cine basura, cine pólvora, cine adrenalina; bellas actrices y bellos actores en una tragedia envuelta en el desenfreno y la alegría carnavalescos. Ayer vimos "El método (Gronholm)", adaptación pretendidamente seria de una obra de teatro de humor negro que aún no he visto y que dudo si iré a ver (siento impulsos contradictorios). La película no se la recomiendo a nadie; empieza bien, pero acaba defraudando y aburriendo, salvo por la actuación de varios de los protagonistas. Pero, en fin, el cine es el cine, y no hay película que no tenga algo bueno, si descontamos "El puente de Varsovia" de Pere Portabella y una de Antonioni sobre no-sé-qué de las nubes con Inés Sastre en uno de sus peores papeles.

Esta noche hay cena, y luego fiesta (un cumpleaños). Mañana ya veremos. Y ahora son las tres, las 15h, es decir, las diez de la noche en Taiwán. Hora de salir de internet y hablar por teléfono...

20.8.05

comentario y templo

Acerca del poema "Sentimientos censurados", uno de vosotros me escribe:

¿Por qué esperar a morir para liberarse de todo? ¿Es
imposible hacerlo ahora? ¿a qué tenemos miedo, a las normas?
Estoy de acuerdo. De todas formas, el poema en cierto sentido es narrativo, y se debería leer como se hace con un relato de ficción, preguntándose en primer lugar quién o quiénes son el "yo" y el (o, de hecho, los) "tú" del texto. Dicho esto, la última estrofa, más que una invitación al suicidio como liberación, en mi opinión sería un darle la vuelta al guante o la tortilla para no ver la muerte propia con temor o con odio, como acostumbramos a hacer.

Bueno, dejo las técnicas de comentario de texto del bachillerato para otra ocasión, y os presento mi último tanka.



"Templo de la familio Siao"

La tempo lulas
la templon de l' prapatroj
tajfune, sune.
Sur sxtono, mil karesoj;
sur ligno, cent cikatroj.


("Templo de la familia Siao ": El tiempo mece / el templo de los ancestros / con el tifón, el sol. / En la piedra, mil caricias; / en la madera, cien cicatrices.)

Pingtung/Pingtongo, 19-20.8

19.8.05

seis fotos [sin fotos]

Aquí van seis fotos de diversos momentos del día del banquete: ceremonia ante el altar de los ancestros en el piso superior de la casa de los padres de Chen; con anterioridad, se engalana a los novios con las joyas familiares; foto de familia ante la puerta de la casa; y luego, claro, el banquete...

17.8.05

poemas insulares

Es día 17, me quedan otros 10 antes de volver a Madrid. Mi hermana Beatriz y familia ya han regresado; en cuanto me manden fotos, os envío unas cuantas (espero que pueda ser este fin de semana).

Un par de días después del banquete, cuando nos encontrábamos en el sur de la isla, en Kenting, le detectaron al padre de Chen un tumor en el pecho, por lo que ingresó en el hospital en Kaohsiung. Antes de iniciar nuestro viaje hacia el norte, acompañe a Chen al hospital. Era la segunda vez, ya que hace meses fuimos a ver a un tío suyo que había sufrido un accidente de moto. Algún día escribiré un poema sobre los hospitales; es algo que tengo pendiente desde mi operación de megacolon del año pasado. Luego emprendimos el viaje. Cada día recibíamos noticias. De momento no se sabe si el tumor es benigno o maligno, estamos a la espera de los resultados de pruebas más recientes. Ayer volvimos a visitarlo, y esta tarde nos pasaremos de nuevo por allí, donde, por cierto, también se encuentra ingresado Aping, uno de los amiguetes del hermano de Chen, por una herida detrás de la oreja.

Os cuento todo esto como introducción a los poemas de las últimas semanas. Al primero ya le he puesto título, así que lo vuelvo a incluir.



"Araneo"

Rekonstruite
la reto splendas nun.
Ho araneo!
- sizifo sensignifa
post paso de tajfun'.

("Araña": Reconstruida / esplende ahora la red. / ¡Oh araña! / - sísifo insignificante / tras el paso del tifón.)

Kaohsiung/Kaoshjongo, 6.8



"Vivprotokolo"

La tutan vivon
labori shpare, shvite,
preter ripozo,
ghis inkognite kora
atak', au metastazo.


("Curriculum vitae": La vida entera / de trabajo y ahorro, / de sudor, sin descanso, / hasta que llega de incógnito / el infarto, o la metástasis.)

Taipei/Tajpeo, 11.8


"Difinoj"

La urbo havas limojn
elastajn, provizorajn,
dum la insulo bordon
precizan, kaj la maron.


("Definiciones": La ciudad tiene límites / elásticos, provisionales, / mientras la isla la orilla / precisa, y la mar.)

NE de Taiwán/Nord-orienta Tajvano, 11.8



"Cenzuritaj sentoj"

Vi chiam timis morton
de via vivkunul'
char ghi signifus solon,
la solon absolutan.

Jen ghi okazis. Strange,
vi sentis senpezighon
kiel (vi nun komprenas)
che mortoj la gepatraj.

Jarojn poste, la samon
vi spertos proprakorpe:
senton de liberigho
el chio, kaj forpasos.


("Sentimientos censurados": Siempre temiste la muerte / del compañero en la vida / porque significaría soledad, / la soledad absoluta. // Luego ocurrió. Extrañamente / sentiste alivio / como, ahora lo entiendes, / al morir de los padres. // Años más tarde, lo mismo / experimentarás en tu propio cuerpo: / el sentimiento de liberarse / de todo, y te habrás ido.)

NE de Taiwán/Nord-orienta Tajvano, 11.8



"Oceano"

Akvo sen limoj.
Havenoj akcesoras.
Malgrau etimoj
gravas drivi, pelate
de ventoj oportunaj.

("Océano": Agua sin límites. / Los puertos, accesorios. / Pese a los étimos, / lo que importa es ir a la deriva, empujado / por vientos oportunos.)

Taipei/Tajpeo, 13.8



"Nautoj"

La marojn sulkas
diversaj navigantoj:
aventuristoj,
korsaroj kaj matrosoj,
vrakuloj, celakantoj.

("Nautas": Surcan los mares / diversos navegantes: / aventureros, / corsarios y marinos, / náufragos, celacantos.)

Taipei/Tajpeo, 13.8

7.8.05

diluvio particular

Ayer por la tarde, en un hospital de Kaohsiung en el que me encontraba de visita, escribí el siguiente tanka, aún sin título:

Rekonstruite
la reto splendas nun.
Ho araneo!
- sizifo sensignifa
post paso de tajfun'.

(Reconstruida / esplende ahora la red. / ¡Oh araña! / - sísifo insignificante / tras el paso del tifón.)

El Matsa debe de haber alcanzado ya la costa de China, pero aquí sigue lloviendo como en Macondo. Ayer, durante la visita al poblado aborigen de Santimen ("puerta de tres tierras"), nos calamos casi por completo. Y hoy salimos de Pingtung en tren hacia el norte, hacia Taitung, Hualien y Taipei. Chen y yo estaremos de vuelta en Pingtung en torno al día quince.

4.8.05

Kenting y Matsa

Acabamos de regresar de una excursión de dos días en Kenting, al sur de la isla. Es zona playera, surfera y dominguera, y desde ella se divisan tanto el estrecho de Taiwán (que nos separa de la China pseudocomunista, es decir, capitalista y ultranacionalista; esto es por si alguien aún no se ha enterado de la muerte de Marx, Mao y Deng) como el océano Pacífico.

Me he bañado con mis sobrinos en la playa de Paishawan ("playa de arena blanca"), mi primer chapuzón en aguas de estas tierras. Ayer visitamos la reserva natural o parque nacional de Kenting. Entre otros bichos, vimos un ciempiés grandote negro con patas amarillas; avispas venenosas; ardillas; una araña gigante (como la palma de la mano) pendiente de su red igualmente enorme; algún pájaro; búfalos asiáticos; lagartos; muchas y muy variadas mariposas; libélulas y caballitos del diablo... Del reino vegetal, helechos, taro y muchas otras plantas cuyo nombre no conozco ni recuerdo. A diferencia del resto de la isla, donde el clima es subtropical, en Kenting es tropical, con abundancia de palmeras y exhuberante vegetación. Sólo nos faltó toparnos con una serpiente venenosa, de cuya presencia advertía la señalización del parque.

Por la tarde cruzamos una zona arrasada por un tifón reciente. La carretera, que serpentea aferrada a las montañas del interior, aparecía interrumpida, retorcida, rota por corrimientos de tierra y desprendimientos, como si hubiera sufrido un terremoto. Ese tifón causó bastantes estragos al menos en el sur del país, con algún puente destruido, o con zonas de bosque tropical abrasadas por una ola de aire caliente.

Más tarde fuimos a ver unas fuentes naturales de gas con llama incluida. A los que seáis de Islandia, Santorini, Tenerife u otro paraje volcánico, no os sorprenderá que te ofrezcan hacer palomitas de maíz al aire libre, sin necesidad de mecheros, cerillas o de tener que pagar la factura de Gas Natural.

Esta noche, cuando ya nos encontrábamos de vuelta en el hotel, empezó la tormenta. Se trata de los primeros coletazos del tifón Matsa, procedente del sureste. A las nueve de la mañana de hoy el centro de la espiral del tifón se hallaba a 350 km al sureste de Taiwán; mañana a la misma hora, estará a unos 120 km de la costa nororiental (p. ej. la ciudad de Hualien). Por alguna razón, Kenting y Pingtung son las zonas donde más lluvia ha caído. Anoche, como decía, horas de chaparrón con rayos, relámpagos y truenos literalmente acojonantes. Pero, claro, eso no es un tifón, sino tan sólo las consecuencias en la periferia de su radio de acción.

Ahora, en Pingtung, hace un día otoñal o primaveral (desde una perspectiva española): cielo cubierto, y algunas gotas de vez en cuando. Pero, apunta mi hermana, con mucho calor...

31.7.05

misión cumplida

Misión cumplida, pasó el banquete: más de 300 invitados, entre 10 y 13 platos diferentes (p.ej. pollo negro de montaña cocido entero en un recipiente cilíndrico del tamaño de un obús de la Primera Guerra Mundial), karaoke participativo, ronda de saludos de mesa en mesa, brindis continuos, Chen con tres trajes o vestidos distintos, etc.

He dicho gracias en chino (xie xie) más veces en esta ocasión que en el resto de mis estancias en Taiwán. Y lo mismo vale para mi hermana y familia, que también han tenido que saludar al resto de los presentes, entre ellos un abuelete de 100 años de edad.

Antes, la caravana de seis cochazos desde nuestra casa a la de los padres de Chen, donde tuvo lugar una ceremonia ante el altar de los ancestros, en el último piso, con frutas, dulces y un pollo tieso como ofrendas; el regreso a casa por un camino diferente; las fotos, el lanzamiento del ramo de flores por la ventana; yo, sudando como otro pollo, con traje y corbata a pesar del calor tropical; Chen, con las alhajas y oros de la familia; mi sobrino Andreu saltando descalzo para "inaugurar" el lecho conyugal...

La sobremesa ha sido breve. Ahora estamos descansando, antes de salir de excursión a la ciudad de Kaohsiung.

29.7.05

hola desde Pingtung

Llegamos ayer a media tarde hora local después de las 19 horas de los tres vuelos. A mí todo esto me resulta familiar, conocido (es mi cuarta visita, si no recuerdo mal), pero a mi hermana Beatriz y compañía les sorprende cada cosa que ven o que se hace por aquí. Primero, el trayecto entre el aeropuerto de Kaohsiung y Pingtung: el tráfico, la conducción temeraria o anárquica, familias enteras a lomos de una moto, la mezcla entre lo nuevo (cochazos) y lo viejo o simplemente descuidado (muchas casas). Luego, en Pingtung, las calles abigarradas, tiendas, grandes almacenes, puestos de comida, la gente que te mira discreta o descaradamente, la sensación de no entender nada de lo dicho o escrito... Cada uno de los cuatro lleva su propia libreta para anotar impresiones, como diario o cuaderno de viaje, con lo que prefiero no adelantarme a lo que vayan escribiendo. Imagino que Llorenc señalará lo del zumo o bebida de judía verde que ayer le llamó tanto la atención. O las cámaras con infrarrojos (supongo) que, en el aeropuerto, detectan a los viajeros con fiebre, de modo que se los someta a un control más preciso en previsión de fiebres o gripes de ultramar (en estos momentos una desconocida enfermedad porcina ha matado ya a 31 personas en la China ex comunista o continental).

Son casi las diez de la mañana, la tropa se está levantando, duchando y acicalando. Yo, dándole a la tecla. Ahora iremos a la desayunería de la tía de Chen y luego comeremos en casa de sus padres. Ayer ya nos encontramos con el hermano menor de Chen (que hizo buenas migas con Andreu: se lo llevó a jugar en máquinas de simulación de combates de artes marciales mientras nosotros nos dedicábamos al consumismo) y con nuestra amiga Kiki, en cuya peluquería tenemos cita esta tarde Llorenc y yo.

Seguiremos informando.

26.7.05

entrando en pista para el despegue

Mañana miércoles, 27 de julio, me voy a Taiwán en compañía de mi hermana Beatriz, cuñado Llorenç y sobrinos Marta y Andreu. Ellos regresan el 14 de agosto, día hasta el cual andaré bastante liado con mis diversas familias (la apolítica y las otras). Yo volveré el 27 de agosto.

El día 31 celebramos el banquete (es una boda a plazos, en diferido). Según pasan los días la cosa se va agrandando, así que procuro prepararme mentalmente para lo que venga con la ayuda del sabio viejecito de mi amuleto de jade. Por ejemplo, hace un rato Chen me ha encargado que compre no sé cuántos cartones de tabaco en la zona libre de impuestos del aeropuerto de Kaohsiung. Por si no entendéis mis temores, agobios y temblores, os recomiendo la película "El banquete de boda" ("The wedding banquet"), del taiwanés jolibudizado Ang Lee.

Eso es todo de momento. Dejamos el gazpacho, la tortilla de patatas y los boquerones fritos adobados para el mes de septiembre. Entrando en pista para el despegue...

21.7.05

Helsinki y el KEF

Me encuentro en plena vorágine del Kultura Esperanto-Festivalo (KEF, Festival de Cultura en Esperanto), tras casi una semana previa en Helsinki dándole al finés con los amigos, la tele y la prensa. Entre tanto, me he convertido en una minicelebridad: entrevistas en tres periódicos (una en "Helsingin Sanomat", el "El País" de estas tierras, en la misma página que el ex eurodiputado Matti Wuori, inmortalizado por Aki Kaurismäki en su película "El hombre si pasado", y ex vecino bruselense de Dimitri, al que aprovecho para saludar), así como en tres emisoras de radio y un programa de tertulias matutinas no marujiles en la televisión.

Antes de ayer pasamos la tarde en la isla de Lammassaari, oasis de naturaleza finlandesa no muy lejos del centro de Helsinki, con un concierto de kantele (instrumento tradicional de cuerda) y la representación de una ceremonia chamanista.

En el festival he tenido el enorme placer de conocer mejor a músicos como Alejandro, de Buenos Aires, o Flávio (brasileño de no recuerdo ahora qué ciudad), entre otros. Estoy bastante ocupado dando charlas sobre todo tipo de temas, desde presentaciones de mis libros de poemas a un taller de escritura de poesía pasando por el esperanto en el cine o en las letras de grupos de música rock etc. Lo mejor, tanto el contacto directo con el público como (a la inversa y en tanto que miembro de ese mismo público) con los diversos artistas antes, después e incluso durante los conciertos de cada noche en el club Liberté (quizás de todo esto salga la musicalización de algunos poemas míos entre Brasil y Argentina).

Podéis ver fotos en:

http://www.esperanto.fi/kef2005/fotoalbumo/index.html

... aunque todavía parece que no han incluido las del concierto de anoche, al que siguieron un par de horas de karaoke en esperanto, con la diferencia de que en vez de cantar con música enlatada, te encontrabas cantando en el escenario con música en vivo, una banda al completo arropándote con la batería, bajo, guitarras eléctricas... La hostia, sobre todo si no lo has probado antes. Yo canté dos temas. El primero, "Hieroglifoj" ("Jeroglíficos") de Alejandro, me salió bastante bien, pero en el segundo me perdí a mitad de camino: se trataba de "Babelturo" ("Torre de Babel"), de Flávio, con aires brasileiros demasiado difíciles para un arrítmico como yo (me propusieron cantarla y acepté sin saber dónde me metía, de acuerdo con la esencia del karaoke).

13.7.05

Helsinki y Londres

Hace ya dos días que llegué a Helsinki. Desde el próximo sábado hasta el siguiente tiene lugar el Festival de Cultura en Esperanto, con música, cine, teatro, charlas y, cómo no, literatura, poesía. Así que, antes de verme envuelto en la vorágine del asunto, aprovecho para reencontrarme con la ciudad, con el idioma, con los amigos que viven aquí.

Cada vez que vuelvo a Helsinki soy incapaz de prever cuál será mi primera reacción o impresión. Hace dos años de la última visita, y ahora todo me parece nuevo, fresco, aunque familiar y conocido. Paseo casi sin mirar ningún mapa, dejándome guiar por la memoria o el instinto, y al mismo tiempo disfruto con la paz, la calma de esta ciudad; con el buen tiempo (sol y calor, pero no como en Madrid donde, en determinadas horas del día, se te paralizan los músculos faciales en una mueca de piloto kamikaze, algo que en Finlandia sólo se da en algunas sesiones de sauna especialmente agresivas y sadomasoquistas); disfruto también con la naturaleza, los bosques que se retiran imperceptiblemente ante el paulatino avance de la ciudad, dejando tras de sí un rastro de parques, una quinta columna de árboles y flores que mantienen vivo el vínculo con la naturaleza; con las noches en las que se sigue viendo la luz del sol hasta las once o más tarde...

Aprovecho para enviar un abrazo muy grande a los que os encontráis en Londres o cerca de ella. Sigo las noticias con interés y preocupación, a pesar de las circunstancias paradisíacas en las que me encuentro.

Me quedo en Helsinki hasta el día 23.

5.7.05

un cisne y dos tankas

Hoy a mediodía, camino del Parlamento Europeo, aquí en Estrasburgo, me detuve unos instantes a mitad de un puente para contemplar a un cisne que, sin prisa alguna, bajaba nadando el río, con ligeros, plácidos movimientos de la cabeza ahora a la derecha, luego a la izquierda, no sé si dirigidos a la superficie del agua, a aguas más profundas, o a alguna de las orillas. Entonces me pregunté: ¿En qué piensa este cisne? Porque seguro que piensa algo, o piensa en algo. Le sobra tiempo para hacerlo mientras nada, sostenido por la corriente, igual que nosotros lo hacemos al pasear. Me niego a creer que ese cisne no pensara, o que piense sólo, durante todo el día, en conseguir comida.

Bajo mi firma, los dos últimos tankas que he escrito en Madrid.

===

"Dimensioj"

Tra la fenestro,
el la hejmo la mondon
aux reciproke.
Sed vitro jen spegulas,
jen brilas mem, alvoke.

5-10.6.2005

("Dimensiones": A través de la ventana, / desde el hogar el mundo / o viceversa. / Pero el vidrio también refleja, / o brilla él mismo, llamándonos.)



"Solstico"

Somermeznokte
nokto kaj tag' en rondo
sin intersxangxas
diskrete sed decide,
margxene de la mondo.

21.6.2005

("Solsticio": Noche de San Juan. / Noche y día, en círculo, / intercambian sus lugares / discreta pero decididamente, / al margen del mundo.)

23.3.05

Operación Retorno

La primavera ha venido, nadie sabe bla-bla-bla, y yo me dispongo a escribiros mi última crónica taiwanesa de la temporada precisamente en el primer aniversario de nuestro emparejamiento de hecho (por eso decimos Chen y yo que nuestra genuina luna de miel fue el viaje a Grecia en junio del año pasado). Aquí en Pingtung hizo ayer un calorazo algo insoportable, más de 30 grados con mosquitos y todo. Huele ya a domingo por la tarde, cuando el trabajoso lunes se encuentra a la vuelta de la esquina: sólo me faltan tres días para que se acaben estas largas vacaciones de Semana Santa y pasar del invierno taiwanés (que es primavera, aunque ahora amenaza convertirse en verano y estación de tifones) a la primavera peninsular…

Sé que mis tankas no son del agrado de todos, por eso repito lo que le escribí hace unos días a una amiga en apología de esta estrofa japonesa: Al tratarse de estrofas fijas, hay que contar con la disciplina métrica; versos de 7 y 5 sílabas. En el original en esperanto procuro respetarlo escrupulosamente; en castellano, no. Lo mismo ocurre con las rimas y otros juegos sonoros, semánticos o de palabras. Yo lo compararía con las coplas, como de hecho ya hice en "Saturno" en el poema "Copla", de la p. 36. Algunos de los tankas que he enviado son pequeñas ocurrencias, casi chistes privados, pero en otros he intentado condensar una vivencia, una idea.. Bajo mi firma encontraréis la última tanda. La envío ahora, antes de que se vuelvan puro anacronismo.

Como dicen los pilotos antes de pisar el acelerador: “Entrando en pista para despegar…”

¡Un saludo revolucionario!

===

Robinzone

Mi venis foran
azian landon strangan.
Sed jen, surprize,
mi mem fremdulo estas,
strangulo alilanda.


[Kaohsiung, 12.3]

[“Robinsón”: Llegué a un lejano / y extraño país asiático. / Pero, para mi sorpresa, / yo mismo soy el forastero, / el raro de otras tierras.]



Gulivere

Chi damnaj homoj
shajnigas nekomprenon.
Au chu, diable,
okazas ke neniu
komprenas mian henon?

[Kaohsiung, 12.3]

[“Gulliver”: Esta maldita gente / finge no entender. / ¿O acaso, demonios, / lo que ocurre es que nadie / comprende mis relinchos?]



Porko che vojforko

Sen deva halto
por pensi kaj decidi
vojon irotan;
kiel porko che vojforko:
nur troti, vidi, vivi…


[Pingtung, 18.3]

[“Cochino en cruce de caminos”: Sin parada obligatoria / para pensar y decidir / el camino a seguir; / como un cochino en un cruce de caminos: / sólo trotar, ver, vivir…]



Miraghoj

De mia lando
mi nur portempe foras,
tamen chi tie
la nelgan chiutagon
apenau plu memoras.

Eventuale
facilus ghin rezigni
por rekomenci
de nulo, kaj jarfine
al kelkaj vivosigni.

Sed mi reiros
al songho chiutaga
kaj chi mirinde
reala efemero
farighos svaga, svaga…


[Pingtung, 18.3]

[“Espejismos”: Me encuentro lejos / de mi país sólo por un tiempo, / y, sin embargo, aquí / el día a día reciente / ya apenas lo recuerdo. // Eventualmente / sería fácil renunciar a todo ello / para empezar de nuevo / desde cero, y, cada fin de año, / dar señales de vida a unos pocos. // Pero regresaré / al sueño cotidiano / y esta realidad / maravillosamente efímera / se volverá vaga, vaga…]

9.3.05

"Hiroshima, mon ami(e)"

En Kioto también tuve el placer de reencontrarme con otros amigos genuinos, Hughimoto y Masumi. Hughimoto, lector de Montaigne en su juventud, ha sido durante los últimos más de 40 años la única ventana al mundo esperantista de Kanzi Ito, señor ya anciano y de salud delicada que ha conseguido recopilar y reeditar en una cincuentena de volúmenes casi todos los incunables del esperanto, los primeros folletos y libros, muchos de los cuales se creían perdidos, publicados algunos en las lenguas más diversas de la Europa de finales del siglo XIX, así como las ediciones originales de los primeros clásicos de esta lengua nueva. Pensar que también el autor de esta empresa quijotesca y robinsoniana se salvó por los pelos del delirio termocida del presidente Truman…

El día 25 dejamos Kioto y nos fuimos al sur. Llegamos a Hiroshima a mediodía y disponíamos antes de nuestra cita de un par de horas para visitar el imprescindible museo de la paz y memorial de la explosión atómica. El año pasado, aparte de ver dos magníficas películas de los años 50 del director japonés Ozu (“Cuentos de Tokio” y “Buenos días”, que inspira uno de mis poemas en “Saturno”), también me leí de un tirón, solo en la habitación del hospital la víspera de mi operación de dolicomegasigma, la obra “Hiroshima, mon amour”, de Marguerite Duras, cuya versión cinematográfica por Alain Resnais, igualmente interesante, había visto meses antes en Estrasburgo. Y ahora estábamos Chen y yo en los mismos lugares en que se rodó este filme, 60 años después de que el Enola Gay dejara caer al mortífero Little Boy a un centenar de metros de allí.

Camino de Hiroshima y en la propia ciudad, había garabateado tres tankas en mi cuaderno. No son nada, una superficialidad ante la magnitud de lo ocurrido, herida todavía abierta en la consciencia de muchos japoneses aunque me temo que no en la conciencia de tantos norteamericanos. Y, sin embargo, me niego a censurarlos. Son tal vez un primer paso hacia algo que puede que escriba en otra ocasión. No son casi nada, pero algo son:

“Datreveno”

1

Jam sesdek jaroj
pasis de l’ granda krimo,
kiam Usono
kovarde kaj barbare
cindrigis Hiroshimon.

2

Urbon cindrigi?
Nur ludo por infanoj.
Premi butonon
kaj en flamojn transformi
la vivojn de l’ urbanoj.

3

Atombombitaj
Hiroshim’, Nagasako,
ne malesperu
char Uson’ vin omaghas
persiste en Irako.

[Hiroshima, 25-26.2]

(“Aniversario”: 1 Sesenta años / han pasado ya del gran crimen, / cuando los Estados Unidos / de modo vil y bárbaro / redujeron a cenizas a Hiroshima. // 2 ¿Reducir a cenizas una ciudad? / Un juego de niños. / Pulsar un botón / y transformar en llamas / las vidas de sus ciudadanos. // 3 Hiroshima y Nagasaki / destruidas por la bomba atómica, / no desesperéis / porque los Estados Unidos os homenajean, / pertinaces, en Iraq.)

Dos horas en el museo pasan volando y no se olvidan. Como os decía, allí se consumó un gran experimento de las ciencias no sólo naturales sino también sociales, con 400.000 cobayas. No bastaba el bombardeo convencional sistemático que pretendía estudiar, por ejemplo, si la tercera ciudad del Japón seguiría manteniendo el tercer puesto de la lista en la posguerra después de haber sido destruida, pongamos, en un 75%, o la quinta ciudad una vez arrasada en un 80%. ?¿De qué se trataba? ¿De probar la bomba y sus efectos? ¿De amortizar las sumas ya gastadas? ¿De que capitulara Japón y, de paso, de disuadir y acojonar a la Unión Soviética y al resto del planeta? ¿De escribir una página en los libros de historia donde se habla de los valores de Occidente y de la supremacía democrática de los Estados Unidos? ¿Por qué, dos años antes de la derrota de la Alemania nazi, se había decidido ya usar la bomba atómica no contra los alemanes sino contra los japoneses? ¿Y por qué destruir así, sin advertir a sus habitantes (que disfrutaban de una inexplicable, sospechosa y pérfida tregua en los bombardeos), una ciudad y no una zona militar o despoblada? ¿Por qué repetir la hazaña tres días más tarde en Nagasaki? ¿Sería, como escribe Rafael Sánchez Ferlosio, que “cuando la flecha está en el arco, tiene que partir”?

Naturalmente, el cerebro privilegiado de Einstein había sentado las bases del conocimiento de la energía nuclear (y de mucho más) a principios del siglo pasado; naturalmente, los científicos expulsados o huidos de Alemania por judíos temían que Hitler consiguiera la bomba, y convencieron a Roosevelt para que los Estados Unidos se adelantasen, cosa que éstos lograron; naturalmente, los japoneses habían hecho de las suyas a diestro y siniestro en toda Asia, y probablemente no habrían dudado en usar armas atómicas de haber contado con ellas; naturalmente, los soviéticos declararon la guerra al Japón atacando Manchuria cuando ya se adivinaba el final y el resultado de la Segunda Guerra Mundial… Naturalmente, claro.

En Hiroshima, ciudad renacida de las cenizas y los escombros (de hecho, en el jardín de la casa donde nos alojábamos pude ver un perro mapache [nyctereutes procyonoides], curioso animal no doméstico sino silvestre), leí también en su traducción al esperanto la obra “Notas del delta”, de Okada Haru, donde relata con todo tipo de pormenores los primeros momentos, días y semanas tras la explosión de lo que, en su desconocimiento teórico, poco a poco las víctimas fueron denominando “un nuevo tipo de bomba”. Bomba que no se limitaba a destruir y calcinar en un segundo una ciudad entera, como podrían hacerlo un asteroide, un terremoto, una erupción volcánica o el tsunami de las navidades pasadas, sino que además dejaba a los habitantes de las ciudades atacadas el regalo envenenado de la radioactividad, el cáncer, los tumores, malformaciones y mutaciones, pesadilla que todavía no ha concluido.

A los que os interese el tema, os recomiendo la siguiente página web que no tiene desperdicio:

http://en.wikipedia.org/wiki/Atomic_bombings_of_Hiroshima_and_Nagasaki

El día 27 proseguimos nuestro viaje hasta Fukuoka. De los tres últimos días mencionaré nuestra visita al volcán Aso, cerca de Kumamoto, en compañía del señor Kino, otro esperantista muy simpático (y que, de niño, pudo ver desde su ciudad el hongo atómico sobre Nagasaki, a unos 100 km de distancia, una horrible masa ascendente de humo rojo y negro). Al igual que en el Teide o en Santorini, la antigua caldera o cráter del Aso primitivo se derrumbó en tiempos remotos dando lugar a una cadena montañosa de forma circular que circunda un valle, dentro del cual han surgido a su vez las calderas humeantes de los nuevos volcanes, entre ellos el monte Aso propiamente dicho, así como varios pueblos irreflexivos y temerarios que viven de la agricultura y el turismo. Fuimos un lunes frío y soleado, día de pocas visitas. Al llegar al borde exterior del gran cráter, el bosque de coníferas desaparecía en favor de un paisaje amarillo como el de las dehesas extremeñas en pleno verano, pero en este caso en invierno y con pendiente pronunciada. Después, por otra carretera, descendimos al valle y subimos al nuevo Aso, si bien no pudimos asomarnos al borde del cráter porque el último tramo de la carretera estaba cortado dada la dirección del viento, que lleva consigo las emanaciones venenosas del volcán. Me atrevo a mostraros un pseudohaiku facilón basado en un juego de palabras: en esperanto y en un registro literario, la palabra “aso” puede significar “el (tiempo) presente”:

“Aso”

Vulkano Aso
pensigas min pri iso
kaj ech pri oso.

[27.2?]

(“Aso”: El volcán Aso / me hace pensar en el pasado / e incluso en el futuro.)

Tanto en Tokio como en Fukuoka di charlas informales en esperanto sobre la Unión Europea desde el punto de vista o de partida de la interpretación; después de las charlas hubo cenas, cómo no, en Kumamoto incluso sin charla previa. En la de Fukuoka, entre brindis y brindis, los comensales no sólo escucharon divertidos e interesados mis diversos tankas, sino que uno de ellos, miembro del Club del Haiku (en internet) me animó a que improvisara alguno. Como quiera que otro de los asistentes nos había preguntado a Chen y a mí por el secreto de la felicidad en el matrimonio (¡tan pronto!), y aprovechando la comparación que se me había ocurrido en una conversación con el señor Nisida, compuse el siguiente tanka que luego retoqué para dar cabida al juego de palabras visual, caligramático:

"VIVI"

Geedza paro
felichos ech jarmilon
se ghi alterne
jen dise-kune VIVos
simile ventumilon.

[Fukuoka, 27.2]

(“VIVIr”: Un matrimonio / será feliz mil años / si alternativamente / VIVen, ahora separados, luego juntos, / como un abanico.)

No sé si llamarlo declaración de intenciones, wishful thinking, hacer de la necesidad virtud, o de tripas corazón…

Con esto termina el viaje a Japón, pero no la luna de miel, porque faltan Taipei, y Pingtung, y lo que quede por venir… Si me preguntáis por lo mejor del Japón (no de este viaje en particular), para mí, quizás el don(buri), ese plato que consiste en un cuenco de tamaño mediano o grande lleno de arroz blanco con una textura, aroma y sabor que sólo se encuentran allí, y cubierto con una capa de sashimi de atún, o de filetes de anguila, de tempura de marisco o verduras, o lo que apetezca. Ah, qué inmenso placer… (al igual que en la paella, lo mejor es el arroz). Y un deseo para el futuro: otro baño caliente al aire libre durante una nevada en las montañas, pero mixto, con Chen, y con un chupito de sake en la mano para vivir eso que en japonés se denomina “yukimizake”: ver [“mi”] la nieve [“yuki”] bebiendo vino de arroz.

Así que el 2 de marzo aterrizamos en Taoyuen y nos vamos a casa de nuestro amigo, el renombrado cocinero Jimmy Chin, cuyos tres restaurantes, antes llamados “Vanilla” y ahora “Amor y Pan” (en español castizo), van viento en popa. El de su propia casa, que sólo abre por las tardes, es más bien café y tetería con repostería occidental; el segundo de Taoyuen, abierto todo el día y con más mesas, sirve también ensaladas y pasta; el tercero y más reciente, en Taipei, ofrece comida inspirada en la cocina española pero con sabores y presentaciones muy diferentes, como en el caso de las sorprendentes gambas con salsa de chocolate.

El día 5 por la mañana escribo en la libreta:

Bonvena shangho:
senhasta kaj abunda
la matenmangho.

(Bienvenido cambio: / sin prisas y abundante / el desayuno.)

En Taipei, aparte de quedar con amigos e ir al cine a ver “Finding Neverland” (no creo que en España se hayan atrevido a traducir el título como “A la búsqueda de la Tierra de Nunca Jamás”), que, por cierto, me obligará a buscar y leer “Peter Pan”, también ocurrió algo digno de mencionar. La noche del 5 al 6 de marzo, a las 3h06 y 3h07 de la madrugada, dos temblores de tierra diferentes pero casi simultáneos (lo que al parecer resulta muy infrecuente por estos pagos), con epicentro en la región de Ilan y Suao e intensidad de 5.9, sacudieron también nuestro apacible sueño en Taoyuen. Su efecto, amortiguado por la distancia, se redujo a despertarnos y a hacer que temblaran los muebles del cuarto pero sin que cayeran objetos al suelo. Yo, la verdad, me acojoné bastante, sobre todo con el segundo temblor, de modo que pusimos en práctica lo de protegerse debajo del hueco o quicio de una puerta. Al rato volvimos a la cama mientras se oían ladridos de perros en el vecindario y el sonido de alguien que abría su coche con el telemando; al final, cuando el silencio volvió a imperar no turbado por vehículos o bichos, caímos de nuevo presos del sueño.

Y ahora ya estamos en Pingtung. Yo, contento por haber terminado este reportaje, lo que me permitirá pasar más tiempo junto a “mi” templo leyendo o dibujando, aunque me temo que al haberlo elegido para algunas de las fotos de nuestro álbum nupcial haya(mos) contribuido a que se perturbe su paz al margen del espacio tridimensional en el que se desarrolla la vida mundana y social: parece que al fotógrafo le gusta el decorado, pues ayer me lo encontré allí de nuevo haciéndole fotos a otra pareja de inminentes o recién casados.

Termino con un último tanka, sin relación alguna evidente con todo lo anterior, “escrito” ayer mismo mientras me despertaba y levantaba de la cama:

"Miraklo"

La mondon regas
la sankta seksdiino.
Chiusekunde
shi faras oron lano
kaj akvon rugha vino.

[Pingtung, 8.3]

("Milagro": Gobierna el mundo / la santa diosa del sexo. / Cada segundo / transforma el oro en lana / y el agua en vino tinto.)

¡Salud y poesía!

8.3.05

palabras en el aire

Aunque pueda parecer lo contrario, Japón me ha gustado, incluso más de lo previsto. Es un país en el que viajar resulta cómodo y fácil, y no necesariamente tan exageradamente caro como uno se imagina.

De todas las noches pasadas en Japón, las cuatro primeras y las tres últimas nos alojamos en hoteles como los que conocemos en Europa. Las cuatro noches de Kioto, en un ryokan u hotel tradicional japonés, con paneles corredizos de papel translúcido y futones sobre los tatamis que cubren el suelo de madera; ahora bien, se trataba de un ryokan moderno y funcional, con baño y aire acondicionado y sin la disciplina estricta de horarios que caracteriza a los ryokan de toda la vida (es decir, algo parecido a lo que ocurre en España con las casas rurales, que no necesariamente han de parecerse a un cortijo andaluz de finales del XIX); tampoco tenía tokonoma, ese pequeño rincón reservado para algún motivo religioso o caligráfico-poético, del que habla Tanizaki en su interesantísima obrita sobre la estética nipona “Elogio de la sombra” (editorial Siruela), escrita en los años 20 ó 30. Solamente en Hiroshima (nombre que significa “isla ancha” y que los chinos escriben igual pero leen “Guangtao”) pasamos dos noches en casa de unos esperantistas. Yo no los conocía y no era nuestra intención, pero nos los recomendaron varios amigos, entre ellos Nobuyuki y Reza (el iraní que vive en Pingtung). Fueron generosos con nosotros, nos llevaron al conocidísimo y archifotografiado santuario de Itsukushima (con esa puerta roja que asoma en la superficie del mar frente a la costa; si dispusiéramos de un turismómetro podríamos compararlo con el Patio de los Leones de la Alhambra), donde, por cierto, coincidimos con una boda en la que los novios iban ataviados con vestidos tradicionales, como en una peli de samurais (entre los invitados se encontraba un joven indonesio con su pareja, una finlandesa con la que practiqué un poquito de finés); también fuimos con ellos a unos baños de agua caliente al aire libre, mientras nevaba, en la aldea de Midori en las montañas al norte de Hiroshima; el problema es que el anfitrión, que almacena alimentos y cocina compulsivamente (por un trauma derivado de las hambrunas de posguerra, según cuenta en un artículo autobiográfico que leí por esas fechas) y que trasiega alcohol como si fuera agua de manantial, no era muy propenso a consultar a sus huéspedes, con lo que la visita, aunque interesante, también se nos hizo un poco pesada a ratos. Como sólo duró día y medio y como al final uno acaba aplicando la amnesia selectiva de las madres después de los dolores del parto, nos quedamos con haber conocido un hogar japonés desde dentro. Claro que en el futuro prometo y juro ante Zeus y Lao Tse no alojarme en casa de nadie que no conozca de primera mano, por si acaso. Cuento todo esto porque en el resto del viaje sí quedamos de vez en cuando con otros esperantistas, pero sin abusar, y se portaron estupendamente con nosotros. Yo les decía de broma a ellos y a Chen que el esperanto es como el wasabi (ese condimento japonés de rábano verde superpicante), y que por tanto sería mejor no mezclarlo demasiado con la miel de nuestro viaje por si los sabores no combinaban a la perfección.

Con Keiko, Nobuyuki y otro amigo fuimos a cenar a una barra de sushi y sahimi en la que no había que pedir: el jefe iba preparando todo tipo de exquisiteces, entre ellas fugu o pez globo (que se hincha para asustar a sus depredadores y cuyo hígado venenoso puede ser mortal) o carne de ballena (intentando adivinar lo más selecto, yo adiviné que era de ballena, para sorpresa de Nobuyuki, si bien añadí que se trataba de “oreja de ballena” para asegurar no pasarme de listo; el jefe nos dijo que era carne roja, es decir, no de casquería); así hasta que ya no tuviéramos más ganas de comer. Antes habíamos probado, en otro bar, sakes exquisitos, sin filtrar. Aquí, sentados en la barra, recordé los vasitos para licor de sorgo (kaoliang) que te ponen en algunos restaurantes chinos de Madrid con la imagen desenfocada de una chica ligera de ropa en el fondo, imagen que se vuelve nítida al rellenar el vaso con licor, el cual actúa como lente. Le pregunté a Nobuyuki si podría ver una mujer desnuda en el fondo del vaso de sake y me respondió: “Todavía no” (lo que, curiosamente, en japonés se dice “Ma dadayo”, como el título de la imprescindible película de Akira Kurosawa). Para que luego digan que los japoneses no tienen sentido del humor…

Chen, gracias a su buen español, pillaba bastante esperanto, y luego se las apañaba entre mis traducciones boca-oreja o directamente en inglés, más las ocho o nueve palabras comodín que aprendió en esperanto durante el viaje: hola, chao, sí, nó, bueno, muy bueno, bonito, gracias, basta… También recurría de vez en cuando a escribir caracteres chinos, que los japoneses comparten, sobre el papel o en el aire, con el maravilloso gesto cuasipictórico de una secuencia de trazos. Recuerdo una situación de ese tipo con varios amigos en un restaurante nepalí, en el que por cierto también comía con nosotros una japonesa que también hablaba español. Todo muy babélico y pantagruélico..

Con Nobuyuki he aprendido que el mejor sake se bebe frío, y que con el sake caliente te pueden dar gato por liebre; que el sushi se puede y ha de comer con los dedos, como si fuera una croqueta de la abuela, en lugar de hacer prestidigitación con los palillos; y que, si uno quiere untarle wasabi al sushi, que ya lleva, o al sashimi, se le pone directamente con los palillos, porque resulta de mal gusto ensuciar la salsa de soja con la especia o condimento verde que pica que no veas.

Esta cena de la que hablaba, la del pez globo y la ballena, tuvo lugar después de una excursión a la cercana ciudad de Nara (donde se encuentra un templo que es la mayor estructura de madera del mundo y en la que ciervos capitalistas limosnean galletas a los grupos de visitantes) en un día de bastante, mucha lluvia. Llegado este momento, condensé nuestro plan de viaje en otro tanka:

"Japana mielvojagho"

Toki', Kioto
kaj, pluvan tagon, Nara.
Tuj Hiroshimo,
Fukuok', Kumamoto
kaj fine "sajonara!"


[Nara, 24.2]

(“Viaje de luna de miel en Japón”: Tokio, Kioto / y, un día de lluvia, Nara. / Después Hiroshima, / Fukuoka, Kumamoto / y, por último, “¡sayonara!”)

El haiku y, sobre todo, el tanka (de los que hay unos cuantos en mis libros de poemas) me recuerdan en su estructura a la copla, al blues y, en su vertiente absurda y jocosa, al limerick de Gales. Pues bien, continuemos: después de cenar fuimos a otro bar donde bebimos vino tinto. Fue un grave error, tras el sake y la cerveza consumidos con la cena. Como español, ex alumno de bachillerato y exuniversitario, debería haberme negado, pero el ambiente era tan agradable y nuestros amigos tan convincentes… que a la mañana siguiente me desperté con un dolor de cabeza de mil demonios, con lo que la excursión a Kamakura se vio substituida por reposo obligado hasta mediodía (cura en cama) y un paseo más tranquilo por el centro de Tokio (el Palacio Imperial y la eifelesca torre de la ciudad) por la tarde:

“Postebrio”

Se vi kundrinkos
bieron kaj sakeon
kaj rughan vinon
ne miru ke vi startis
enkape lavmashinon.

[Taipei, 5.3]

(“Resaca”: Si al beber mezclas / cerveza y sake / y vino tinto / no te sorprenda el haber encendido / una lavadora en la cabeza.)

Así que Kamakura queda para el verano del 2007, porque con los primeros sakes le prometí a Keiko que volveríamos a Japón al congreso mundial de Esperanto en Yokohama dentro de dos años y medio. Era inevitable, tratándose de la primera visita: tarde o temprano habría que hacer la segunda. Ah, Yokohama, uno de los posibles objetivos de las primeras bombas atómicas, finalmente descartado o pospuesto por los estadounidenses para desgracia de hiroshimeños y nagasakianos.

Hay un dicho japonés relativo a la amistad y que al parecer tiene que ver con la ceremonia del té. Dice más o menos, con dos (o cuatro) palabras y una bella ellipsis, que dos personas se conocen o encuentran por primera vez una única vez. Aquí va mi tanka dedicado a Nobuyuki y Keiko, y a todos mis amigas y amigos estéis donde estéis:

"Ichigo ichie"

Renkonti iun
iun unikan fojon
kaj, poste, ghisi
kaj dis - au kamarade
ekiri saman vojon...


[Nara, 24.2]

(“Ichigo ichie”: Encontrar a alguien / una única vez / y, después, despedirse / y diverger – o, como camaradas, / emprender juntos el mismo camino…)

Como veis, al contrario que en “Saturno”, estos poemas primero los he escrito en esperanto con su rima de rigor y luego los he traducido a román paladino. Creo que no quedan mal del todo en castellano, supongo que gracias a mi aventura bilingüe de los últimos años.

Tokio, y Japón, están llenos de dulcerías y pastelerías. Son golosos los japoneses, sí señor. Otra cosa que sorprende es la incomprensible (a)numeración de las calles: ni ellos mismos se aclaran a la hora de buscar una dirección.

Antes de que se me olvide, recordemos el Windsor. Acaba de escribirme una de mis hermanas que, al acabar su construcción, a mi padre le ofrecieron el mantenimiento del edificio, pero prefirió quedarse en la empresa constructora Agromán. El Windsor, todo hay que decirlo, no sería noticia a estas alturas si no hubiera ardido tan hermosamente (mientras el templo de Nara aguanta siglos y más siglos); en el mundo hay cientos de rascacielos más altos e interesantes, empezando por el mayor de todos, la Torre 101 (por su número de pisos) en Taipei, que por su silueta recuerda a un tallo de bambú. Ahora bien, el Windsor, al consumirse como leño de una pira u hoguera de San Juan, ha entrado en las pantallas de televisión de todo el mundo. Durante nuestro viaje, tanto en Japón como en Taipei, si preguntaba a alguien por el incendio, todo el mundo lo había visto, lo que me permitía hablar de mi padre y de nuestra relación con ese edificio, motivo de nuestra mudanza a Madrid. Quizás acabe dedicándole un poema en el futuro.

Claro que, como adiviné durante la visita al templo o santuario de Asakusa (ya no recuerdo: lo primero se refiere a uno budista, con leones de piedra que guardan la entrada; lo segundo, a uno shintoísta, con esas puertas rojas que preceden y anuncian el santuario de esa religión sin dios que sólo existe en Japón) y al pequeño parque y cementerio adyacente, la única eternidad que cuenta es la de las piedras, como la de la estatua que recuerda a cierta señora benefactora de niños y desvalidos del vecindario que vivió en ese barrio hace un par de siglos (creo recordar que se llamaba Iwako). Nuestra máxima, aunque insuficiente, aproximación a la inmortalidad y a la eternidad consiste en amontonar piedra sobre piedra para erigir mastabas y pirámides o, mejor aún, tallar la piedra o arañar su superficie para crear de ese modo estatuas, esculturas o inscripciones que nos sobrevivan. La eternidad de los epitafios y las lápidas. Debería dejar de teclear gilipolleces en el ciberespacio y comprarme un buril para escribir, inscribir una o dos frases o poemas en la roca, en la piedra. Lo demás son palabras o ideogramas en el papel o, mejor aun, en el aire.

El día 21, pasando por delante del monte Fuji (al que no vimos desde el tren porque el horizonte lo ocultaban las nubes), nos fuimos a Kioto, otra ciudad que se salvó de milagro del fuego salvífico nuclear de los EE.UU., ya que también se encontraba en la primera lista de blancos para el gran experimento de las ciencias naturales del siglo XX. Kioto es la ciudad que todo turista debe visitar en Japón, con infinidad de santuarios y templos. Gracias a que los bombarderos USA la dejaron tranquila una temporada para que los bombardeos convencionales no enturbiaran el análisis de los efectos de una probable explosión atómica, hoy en día se puede disfrutar en Kioto no sólo de museos y monumentos sino también de barrios enteros con casas de madera, entre ellas la que iba a ser nuestro ryokan. Hermosa ciudad, no tan perfecta y aséptica como Tokio (salvo el horroroso zurullo de cristal y acero de la estación central de ferrocarril), sino más viva, real y cotidiana, sea lo que sea lo que esto signifique.

En Kioto teníamos como contacto a Tetsu, un tipo muy simpático que conocimos una tarde en casa de Kiki en Pingtung porque había venido a visitar a una vecina japonesa de ella, y con el que nos comunicábamos en inglés. Quedamos con él en un par de ocasiones; aparte de visitar un templo apacible en la montaña en el mejor momento del día, cercana ya la hora del cierre, también nos introdujo en bares y tabernas recónditas de la ciudad, con ambientes y manjares y néctares exquisitos, de cuyos jefes o encargados era amigo o cliente desde hacía una veintena de años, y con los que no habríamos podido dar nosotros mismos ni por casualidad ni hartos de sake.

Hablaba antes de la disciplina horaria de los ryokans tradicionales. En general en Japón tanto en hoteles como ryokans tienes que dejar la habitación libre el día de salida antes de las 10h, pero no puedes entrar en ella el día de llegada antes de las 15h o las 16h; si te sales de estos horarios y apareces sin avisar, parece que se ponen algo nerviosos. En este viaje nos hemos quedado sin dormir en una pensión familiar o en un templo (dicen que es posible) así como, por decisión propia y previa, en uno de esos hoteles-cápsula (no mixtos, por cierto, ni “aptos para claustrofóbicos”), cuyas habitaciones o nichos tienen, como dice igualmente mi guía, “las dimensiones de un ataúd espacioso”: a tanto no llega nuestra curiosidad viajera. Al final tampoco fuimos a uno de esos “love hotels” donde las parejas japonesas coyundan discretamente en habitaciones con decorados selváticos o grecorromanos de fantasía; tienen horarios y precios extravagantes y, la verdad, tampoco nos hacía falta: si nos faltaba exotismo en nuestra habitación del ryokan, bastaba con ponernos los yukatas, esa especie de batas o albornoces azules y blancos similares a lo que en España llamamos “kimono” y que se utilizan antes de dormir y después del baño caliente.

En Kioto visitamos el jardín zen de un templo budista. En un jardín seco, sin agua ni casi vegetación alguna, con 15 piedras colocadas a conciencia en un amplio rectángulo cubierto de grava o arena peinada y trillada con meticulosidad, que sugieren un paisaje o ideal o evocan una parte de la costa del sur del Japón o, lo cual no excluye a lo anterior, invitan a la contemplación o a la meditación. Paisaje que cambia a lo largo del año, con las estaciones, y del día, con las luces y sombras proyectadas sobre él por el sol que se oculta entre pinos y nubes. Una vez más, nuestra propia presencia multitudinaria estorbaba su disfrute: paradojas del turismo-zen.

Tetsu también nos llevó a una güisquería en la que degusté dos espléndidos güisquis japoneses de una malta, uno de ellos de la isla norteña de Hokkaido, con un sabor ligeramente ahumado que me recordaba las saunas finlandesas. Ah, gran bar y magnífico barman, testigo del parto in situ del siguiente tanka:

"En la viskiejo Annie Hall"

Chu do ni tenas
futuron en la mano?
Sendube, frato,
se ni kun glas' viskia
tostas je nia sano!

[Kioto, 24.2]

(“En la güisquería Annie Hall”: ¿Tenemos pues / el futuro en la mano? / Sin duda, hermano, / cuando, con un vaso de güisqui, / brindamos a nuestra salud!)

Mi pequeño homenaje a Omar Jayyam, el mejor poeta y filósofo de todos los tiempos (buscad la edición bilingüe en Hiperión).

Prometo que volveré.

7.3.05

Ja Pon

Es lunes 7 de marzo. Ayer por la tarde Chen y yo regresamos en tren a Pingtung después de 14 días en Japón y 4 en Taipei (en realidad en la cercana ciudad aeroportuaria de Taoyuen, en casa de nuestro amigo Jimmy, el cocinero y repostero). Chen ya ha vuelto al trabajo, y yo voy a intentar contaros cómo ha ido nuestro viaje por Ja Pon (en japonés, Ni Hon; en chino, Ri Pen, si bien lo escriben igual unos y otros en ideogramas chinos; traducción literal: Sol Naciente).

La víspera de nuestra partida, un terremoto de magnitud 5.4 (escala de Richter salvo que se indique lo contrario) con epicentro al norte de Tokio sacudió la capital japonesa. Lo leí en el periódico el día 17 de febrero, camino del aeropuerto, o quizás ya en el avión de Kaohsiung a Taipei, donde luego nos esperaba el segundo vuelo, de Taipei a Tokio.

Nuestro plan era el siguiente: 4 noches en Tokio, durmiendo en una pensión regentada por un taiwanés y reservada con suficiente antelación por Chen (desde allí podríamos hacer excursions, por ejemplo a la ciudad con el simpático nombre de Kamakura); otras 4 en Kioto, con esta ciudad como base de operaciones; 2 aun más al sur, en Hiroshima, desplazándonos todo el tiempo en el Shinkanshen o tren bala por medio de un Japan Rail Pass de 7 días; por último, tres noches entre Fukuoka (la primera y la tercera) y Kumamoto (la segunda), con alojamiento en hoteles por cortesía del señor Nisida, un esperantista muy majete de 82 años al que conocí en Pingtung en septiembre y que decidió obsequiarnos de este modo durante nuestro viaje de luna de miel.

Se trataba de aplicar una de mis costumbres como viajero: no pasar menos de dos noches en cada lugar que se visite. No sé de cuándo data esta manía, pero sí soy consciente de ello desde hace no muchos años, tal vez sólo 4 ó 5. Antes de ayer escribí este “tanka” en un restaurante, cercano al de Jimmy, llamado Jieyunxuan:

“Konata kapkuseno”

Ora regulo
por ghuo de vizito:
tradormi plache
almenau tutajn du
noktojn sur sama lito.

[Taipei, 5.3]

(“Almohada conocida”: Regla de oro / para disfrutar de una visita: / dormir plácidamente / al menos dos / noches completas en la misma cama.)

El “haiku” es una estrofa japonesa de 3 versos de 5, 7 y 5 sílabas, con mención o alusión obligatoria a alguna estación del año, y que goza de larga tradición en la literatura original en esperanto (no sólo de la pluma de escritores japoneses), en la que se acostumbra a rimar el primer verso con el tercero; en cuanto al “tanka”, consta de 5 versos de 5-7-5-7-7 sílabas, de tema libre, de los cuales los escritores en esperanto tienden a rimar el segundo con el quinto. Pues bien, durante este viaje he escrito varios tankas, que me permitiré presentaros en las líneas que siguen.

Días antes de emprender el viaje, mi amigo japonés Yamasaki, miembro de la Academia de Esperanto, se puso en contacto con la pensión taiwanesa reservada por Chen para confirmar la dirección y la fecha de nuestra llegada; la encargada le respondió que allí no esperaban a ningún español, y, acto seguido, llamó a Chen para decirle que anulaban nuestra reserva porque no querían problemas con extranjeros (tal vez se trate de una pensión ilegal o alegal). Faltaban sólo tres días para nuestra partida, nos encontrábamos en el rascacielos Splendor de Kaohsiung, y he aquí que de pronto no teníamos donde alojarnos a nuestra llegada a Tokio. Por suerte nuestros amigos Michel y Teresa nos pusieron en contacto con Etienne, un francés que vive en la capital japonesa y al que también conocí en Pingtung durante mi estancia anterior, de modo que éste nos reservó la primera noche en un hotel bastante lujoso en el supermoderno barrio de Shinjuku, y las tres siguientes en uno algo más barato y más cercano al inexistente centro de la ciudad.

El señor Yamasaki, de 75 años, alarmado por los vaivenes y zozobras de nuestra reserva, y dado que nuestro avión aterrizaba a las 20h40, se ofreció amablemente a venir a buscarnos al aeropuerto de Narita. Y, en efecto, allí estaba esperándonos, lo que, teniendo en cuenta que el aeropuerto se encuentra a 66 km de la capital, equivale a uno de los mayores cumplidos que pueda recibir un extranjero de un tokiota, toquiense o como se diga. Cuando llegamos al hotel eran casi las once de la noche, pero no desistimos y buscamos un bar cercano en el que celebrar nuestra llegada a Japón. Encontramos un garito subterráneo donde una decena de trabajadores con corbata se relajaban y desahogaban gracias al karaoke, mientras nosotros tres, sentados en la barra, consumíamos unas cervezas.

Quizás ahora sea el momento de contar mi ya lejana, por no decir remota, relación con Japón. Pero, primero, otro poema (me temo que, con su estilo sentencioso, no sea más que un vergonzante plagio del Kavafis de “Ítaca”):

“Konsilo por vojaghuntoj”

Ankau por lokon viziti
ekzistas la ghusta tempo:
nek tro malfrue nek maltro.
Sed se chi fojo neniam
alvenos, plendi ne indas.
Laudezire jen vizitu
iamajn lokojn ripete
kaj, kiel la chi-vesperon,
la chi-tieon plenghuu.

[Taipei, 5.3]

(“Consejo para hipotéticos viajeros”: También para visitar un lugar / existe el momento apropiado: / ni demasiado tarde ni demasiado pronto. / Pero si nunca llega esa ocasión / no vale la pena lamentarse. / Vuelve a visitar, según te plazca, / lugares de otros tiempos / y, como del esta tarde, disfruta también del aquí.)

Hace al menos veinte años, el señor Syozi (de nombre Nobuyuki) se encontraba en el aeropuerto de Barcelona en viaje de trabajo en compañia de un par de colegas, cuando a uno de éstos le birlaron arteramente un maletín con el pasaporte y los billetes de avión. Dado que el consulado japonés en Barcelona ni consulaba ni consolaba y que al parecer había huelga de transportes entre las dos capitales de España, se vinieron en taxi hasta Madrid para que los de la embajada le rehicieran a la víctima del hurto todos los documentos. Como ninguno hablaba español y Nobuyuki sí habla esperanto, y puesto que yo, estudiante de bachillerato, aún me encontraba de vacaciones, durante tres o cuatro días hice de guía e intérprete para ellos por Madrid. Nos desplazábamos en taxi y comíamos exclusivamente en restaurantes japoneses (así conocí el tofu, la sopa de miso, los conos o cucuruchos de alga seca rellenos de arroz con marisco etc). Al irse, Nobuyuki, que ahora tiene 62 años, me regaló su libro de conversación de bolsillo en 6 idiomas (entre ellos, japonés y español; publicado en 1983) y un billete de 1000 yenes (ahora serían 1250 pesetas).

Años después conocí también a su mujer, Keiko, que dirige una importante editorial en esperanto, y he vuelto a encontrarme con ellos en diversas ocasiones, creo que por última vez en Montpellier en 1998. Un abanico que me regalaron para mi madre, y que ella nunca llegó a usar, al final lo empleó Chen hasta el final de su vida útil como artefacto refrescante. En fin… En aquellos tiempos intenté matricularme en japonés en la Escuela Oficial de Idiomas, pero, al no haber plazas, lo hice en alemán (por lo que deduzco que nuestro primer encuentro tuvo lugar en 1981, lo que sin embargo no cuadra con lo del libro de frases; hm…) Durante años Nobuyuki le comentaba a Keiko: “Pero, este Camacho, ¿cuándo va a venir a Japón?”, y cuando supo que por fin iría a su país en el 2005, le decía a su mujer: “Demasiado tarde, demasiado tarde…”

No voy a hablar de los templos y santuarios que visitamos, los más importantes y visitados ya que aparecen en todas las guías, empezando por la mía de Lonely Planet. Voy a comentar mis impresiones. En primer lugar, uno llega a Japón cargado de prejuicios, imágenes y opiniones preconcebidas. Gran culpa la tiene el cine occidental sobre Japón, y quizás también los telediarios, que sólo emiten “noticias” que confirmen esa imagen prototípica de los japoneses; me temo que éstos son también responsables de la idea distorsionada y ridícula que de un Japón ultramoderno y sofisticado se tiene en el mundo, y que da lugar a filmes caricaturescos como “Lost in Translation” (del que yo salvaría la historia de amor contenido o frustrado entre los protagonistas, la que no obstante podría haber transcurrido en cualquier hotel, barco o rincón del mundo en el que coincidieran dos paletos yanquis incapaces de aventurarse en el mundo ajeno que los rodea para intentar, si no comprenderlo, al menos sí verlo con sus propios ojos).

Ayer, en el tren de vuelta a Pingtung, empecé a leer “Stupeur et tremblements” (supongo que el título en español es “Estupor y temblores”), interesante novela autobiográfica de la novelista (japo)belga Amélie Nothomb sobre los meses que trabajó en una empresa japonesa. Casi lo he terminado. No puedo opinar sobre la forma de ser o de comportarse de los japoneses, ni sobre si coincide o no con las valoraciones de la autora: lo que he visto es demasiado poco y muy superficial. Recomiendo su lectura a quienes tengan interés por los límites de la bajeza humana en sistemas autoritarios (como lo pueda ser también una empresa rígidamente jerarquizada), aunque, ya puestos, me quedo con “La fea burguesía” de Miguel Espinosa. A lo que íbamos: mi primera impresión en Japón fue de normalidad, de absoluta normalidad. Gente normal hacienda vida normal, cogiendo el metro para ir a trabajar, charlando, comiendo y bebiendo en bares y restaurants. Gente animada. Dice Nothomb que quien no haya conocido a un excéntrico japonés no sabe lo que es un excéntrico; será que lla no ha conocido a un excéntrico finlandés, o esperantista, o intérprete de la UE. Ya sé que no hay gente normal; que cualquier persona, por poco que uno se pare a investigar, tiene sus rarezas (“basta con detenerse a observer un objeto cualquiera para que éste se vuelva interesante”); que en todos los lugares del mundo hay una cierta normalidad cnvencional, en la que el raro es el que viene de fuera. A lo que me refiero es que la “normalidad” de Tokio y de Japón en general me resultaba extraña y sorprendentemente similar a la de Madrid o España, más que a la de Pingtung, por ejemplo.

Claro que hay diferencias. En Tokio casi todo resulta moderno, práctico, funcional, limpio, ordenado, silencioso, como una versión oriental del futuro reciente de la película “Gattaca”: el tráfico, en el que coches, taxis e incluso los camiones parecen no hacer ruido (con independencia de que circulen por el lado contrario, en lo que apenas reparé); los alimentos, envueltos primorosamente en plástico transparente; las máquinas expendedoras de cualquier cosa, y que incluso sirven para pagar de antemano la comida elegida en un restaurante o casa de comidas; los servicios de los hotels y de algún domicilio, con esa taza automatizada que incluye botones para transformarla en bidé o para activar un chorrito de agua limpiadora sin levantar el hermoso culo del asiento con forma de donut. Naturalmente esto cambia al desplazarse hacia el sur del país: cuanto más nos acercamos a Taiwán, menos orden y limpieza absolutos; incluso en el mismo Tokio, basta con adentrarse por aguna calleja del barrio de Asakusa, más allá del templo objeto de las devociones de los turistas, para descubrir esa otra ciudad más vivaracha e imperfecta. Y uno verá que no hay nada más parecido a un bar de Madrid que una taberna o izaka-ya japonesa en la que los parroquianos beben sake y tapean raciones de berberechos sentados a la barra mientras charlan con el camarero o cocinero o con el individuo que se encuentra a su izquierda o a su derecha (algo que no se ve en Taiwán, por ejemplo).

De hecho, ahora, en invierno (aunque con temperaturas más altas que las de la ola de frío peninsular), barrios enteros de Tokio y algunas zonas de Kioto, Fukuoka y Kumamoto me recordaban especialmente a la Finlandia otoñal más que a ningún otro lugar en el mundo. Por otra parte, algo característico de la capital y que no vimos en otras ciudades es el estilo sobrio y elegante en el vestir, sin colores llamativos o estridentes: en la calle y el metro, hombres en traje de chaqueta y mujeres con vestidos y abrigos blancos, negros, azul marino o de alguno de los no-colores de la gama del marrón o del gris; estilo en verdad uniforme que nos hacía agradecer la visión de cualquier nota de color.

En cuanto al idioma, por suerte infinidad de letreros están escritos también en inglés, y uno encuentra bastante gente que habla este idioma en estaciones, hoteles y similares, por lo que no hay que preocuparse demasiado. Por otra parte, Chen (y, en menor medida, yo también) podía leer los ideogramas chinos con los que se escribe el japonés (utilizan además dos silabarios, katakana y hiragana, que no existen en chino). Por ejemplo, los servicios en Japón y en Taiwán indican el de caballeros con una palabra, escrita exactamente igual, que los chinos y taiwaneses leen “nan” pero los japoneses leen “ottoka”; algo así como hacemos nosotros al leer como “caballeros” el consabido circulito con la flecha indicando las 2 en punto, que en inglés se lee “men” y en finés “miehet”. Claro que no llegaré al extremo de recomendaros que aprendáis chino antes de ir a Japón, entre otras cosas porque, al contrario que en chino donde cada ideograma tiene una única lectura y pronunciación, en japonés tienen al menos dos, la autóctona (p. ej. “ottoka”) y la de origen chino (chino “nan” > japonés “dan”), cada una de las cuales se utiliza en diferentes casos y tipos de palabras simples o compuestas. En chino, “oriente” se dice siempre “tong” (aunque haya diversas formas de transcribirlo: es el –tung de Pingtung), mientras que en japonés puede ser “to” (como en To Kyo, capital de oriente o levante) o “higashi”.

Y todavía no hemos pasado del primer día, pero todo se andará. Aquí lo dejo de momento.