31.8.04

tiene narices

Acaba agosto y, de momento, parece que aumenta la frecuencia de mis mensajes. No me considero reportero, pero me gusta obligarme a escribir un poco varios días a la semana dejando constancia de mis impresiones, algo que no hice durante mi primera visita de un mes a Taiwán hace dos años y medio, ni tampoco en mis anteriores viajes por Finlandia y otros países europeos de cuyo nombre prefiero no acordarme.

Decíamos ayer que los taiwaneses ya no preparan tofu en casa, y Chen me lo ha confirmado. En cuanto a Carrefour, todas las grandes ciudades lo tienen, y de talla XXL (en Taipei también hay IKEA, y MaNGo, y Zara, y creo que ya comenté que hay un 7Eleven casi en cada esquina). El cocido chino (que otros llaman fondue china, olla mongola y varias cosas más) se diferencia de los cocidos españoles en que se sirve y prepara al mismo tiempo, es decir, uno se sienta a una mesa provista de fuego alimentado por gas, sobre el cual hay una olla con caldo (de carne, verduras, pescado o marisco). A los lados se ponen bandejas con ingredientes diversos (tofu, morcilla de pato, bolas de taro, verduras, setas, albóndigas de carne o pescado, carne cortada en finas lonchas etc) que uno va cogiendo según le apetezca para introducirlos en la olla, de modo que, en cuanto se cuezan lo suficiente, el comensal los saque del caldo, los moje en alguna salsa (picante o no) y se los zampe. Al final se apaga el fuego y queda una sopa con más sustancia que el caldo base del principio.

También se diferencia el concepto de "granizado": aquí te ponen en el plato un montón de hielo picado (hielo, sí, agua pura, H2O), le añaden trozos de la fruta que elijas (por ejemplo, mango fresco) y, si quieres, lo rocían con un chorro de leche condensada. A mí me parece un timo pagar por el hielo (si al menos se tratara de zumo congelado y luego triturado), pero, en fin, cada país tiene sus costumbres. En Bruselas hay que pagar una propina o impuesto revolucionario al gorila de la puerta para salir de las discotecas [y de los bares de copas].

No me atrevo a hablar demasiado sobre el tema de la mujer en el mundo laboral. Parece que ahora acceden a los mismos puestos de trabajo que los hombres, pero no sé si, como en Europa, cobran menos que nosotros por el mismo curro, y después se ocupan también del trabajo de casa. Como en España, en las universidades hay tantas mujeres o más que hombres, y también tienen una esperanza de vida mayor, por encima de los setenta años. He leído que el número de hijos por mujer ha descendido enormemente en las últimas décadas, lo que unido a la mayor longevidad tiene como resultado un envejecimiento acelerado de la población. Nada nuevo. Lo mismo que en España, Japón... Por algo lo ha elegido Icíar Bollaín como tema para su próxima película [aunque de momento va a sacar primero una comedia]. Pero todo esto no son sino datos fríos ("las estadísticas son como el bikini: dan una idea pero esconden lo esencial"; no estoy de acuerdo, pero lo cito porque me apetece).

Hay tantas imágenes que querría transmitir pero no puedo hacerlo... Por ejemplo, el abigarramiento de las calles. Justo ayer y hoy se celebra aquí el Festival (o la Fiesta) de los Espíritus, día con el que concluye agosto, mes de los espíritus y fantasmas. Para festejar su regreso o retorno al otro mundo, el de ultratumba, se los agasaja con tenderetes rebosantes de comida, se tiran petardos y, a las puertas de templos, templetes y tiendas, se quema en hornos portátiles dinero falso como ofrenda. En agosto, la gente muy creyente (es decir, muy supersticiosa o santera, si usáramos los términos equivalentes a los de los españoles que se desviven por sus santos, capillas y procesiones) no dejan que los niños se bañen en el mar o el río para evitar que sean presa fácil de algún espíritu con mala idea. Anoche, para celebrarlo, Chen y yo fuimos al cine a ver "Van Helsing", americanada en la que se funden personajes derivados de antiguas leyendas centroeuropeas sobre espíritus más lóbregos: vampiros, nosferatus, hombres lobo... En realidad lo que ocurrió es que Chen tenía invitaciones para el cine, y, de las dos películas en inglés con subtítulos chinos, sólo nos venía bien por el horario ésta de temática transilvana; menos mal, porque la otra se titulaba "El Álamo", y ésa sí que me suena a fantasmada yanqui sin atenuantes.

Os contaba que en Pingtung, por el mero hecho de ser un narizotas blancucho con ojos azules (ya veis qué mérito) la gente te mira, de forma evidente o sin que se note (aunque se nota de todos modos). En Taipei la situación es muy distinta: los taiwaneses apenas se fijan en ti; ahora bien, cuando te cruzas con otro narizotas, en lugar de mirarte e incluso saludarte como en Pingtung ("El doctor Livingstone, supongo"), el otro hace como si no te viera y como si él mismo fuera invisible, indistinguible o taiwanés. La verdad, reconozco que prefiero Pingtung, y creo que a todo el mundo le vendría bien sentirse especial de vez en cuando sin tener que ponerse el traje de luces en Las Ramblas o en las Siete Calles de Bilbao (espero haberlo dicho bien). Hace dos días conocí a una chica que, hasta ese momento, no había conversado nunca con un extranjero (y, para no haberlo hecho nunca ni haber salido de Taiwán, lo cierto es que hablaba inglés bastante bien). Creo que no estaba borracha, aunque le hacía mucha gracia cada vez que yo decía algo en chino (algo así como lo del lehendakari negro en "Airbag") e incluso me echó 23 años (luego me confesó que pensaba que tenía 25, pero que me restó dos por cortesía; yo le eché a ella dos más de los veinte que tenía, con lo que mis dotes de pitoniso quedaron por los suelos).

Naturalmente, aquí poca gente ha viajado a Europa, y lo normal es que hayan visitado Japón, Hongkong, China continental, Singapur, Indonesia, Tailandia, Corea... A veces me preguntan si en España hablamos inglés. Bueno, dejo de dar el coñazo.

No hay comentarios: