Como escribí a una amiga en un correo electrónico, Hong Kong impresiona. De manera agradable al recorrer el puerto en barco, al anochecer, cuando los altos edificios con neones publicitarios se ven desde cierta distancia, o ya por la noche, mientras buscas un rincón donde tomar el postre o una copa. Sin embargo, de cerca y de día, esa misma intensidad, el bullicio del tráfico, la proliferación de rascacielos tanto de oficinas como de viviendas etc lo que consiguen es abrumarme y aburrirme: no viviría aquí ni loco (siempre que pudiera elegir, claro, aunque he de reconocer que lo prefiero a Pequín). También impresiona la mezcla de gentes: anglosajones superrubios y asiáticos de diversa procedencia, desde estilosas chicas jonconesas a familias indias o paquistaníes o solitarios sijs con el enorme turbante que recoge su pelo. Y el tráfico tan londinense, circulando a la británica, con autobuses y tranvías de dos pisos, si bien los taxis (rojos, de la marca Toyota) se parecen más a los de Toquio que a los de Taiwán.
Aviso para paseantes
Vista nocturna
Desayuno jonconés (té con surtido de pequeños manjares)Vista nocturna desde las alturas
Viviendas (contenedores y rascacielos)